27 ene 2011

Las Marras de Sanabria y Carballeda


Quizás penséis que me he vuelto un poco loco al colocar en portada la foto de una cabina de teléfonos flanqueda por dos pedruscos. No os preocupéis: todo tiene su explicación. Contábamos en la anterior entrada como los monjes del Monasterio de San Martín de Castañeda, un poco resabiados tras los primeros pleitos con los ribereños del Lago, buscaron el favor real y esto les llevó a una posición de preeminencia ya no sólo en la comarca sino también en las aledañas (Valdeorras, La Cabrera, Tras os Montes).


El proceso se inicia en el S.X, continúa en el S.XI y alcanza su apogeo entre los dos siguientes. Se conservan documentos de distintos monarcas (Alfonso IX, Sancho IV) que confirman privilegios otorgados con anterioridad por Alfonso VII, Fernando II y  Alfonso X. Demuestran también que los continuos conflictos con los vecinos no se limitaron al Lago, sino también a pastos y cañadas en la sierra del Sospacio. No es de extrañar: en un amojonamiento realizado en 1570 se detalla que la dehesa monástica limitaba con Villanueva de la Sierra, Las Hedradas, Chanos, Lubián, Padornelo, Requejo, San Martín de Terroso, Santa Colomba, Cobreros, Avedillo, Sotillo, Ribadelago, con la sierra de Porto y con los lugares de Bajacoba, Pías y El Bollo. Una parcelita, vamos.


Pero volvamos al S.XII: el emperador Alfonso VII, al parecer preocupado por cierta relajación de costumbres en la que ha caído el monasterio, lo pone en manos de Pedro Cristiano, procedente de Carracedo, para que inicie su reforma y lo adapte a la regla de San Benito. Este Pedro es el segundón de una importante familia asentada en el Rimor (León): la rama paterna posee hacendades por todo El Bierzo y Valdeorras, y formó parte de la corte; de la rama materna, aún más poderosa,  proceden numerosas posesiones en Sanabria y Carballeda (Manzanal, Cabanillas, Rioconejos, Anta, Truifé, Chaguaceda (hoy despoblada), San Salvador de Barrolino, Castellanos, Sampil, Robledo, San Juan de la Cuesta y San Pedro de Valdespino. Tío materno suyo es Ponce de Cabrera, mayordomo del emperador y uno de los principales magnates del reino. De origen catalán, llegó a la corte de León acompañando a Berengaria, hija del conde Ramón Berenguer III que casó con Alfonso en 1128. Fue Señor de Sanabria y Carballeda y Príncipe de Zamora, título éste que perdió, valga la curiosidad, tras los sucesos del Motín de la Trucha (que nos contó no hace mucho Valverde de Lucerna). Su estirpe dio lugar a la familia Ponce de León.


En 1152, en Salamanca, Ponce, como mayordomo real, será uno de los firmantes de los documentos por los que Alfonso VII dona al monasterio de San Martín, dirigido por su sobrino, las villas de Santa Cruz de Casoyo, en la Carballeda orensana; y Asturianos de Sanabria, probáblemente repoblado en tiempos de Alfonso III el Magno y cuya toponimia deja lugar a pocas dudas sobre quienes fueron los encargados de hacerlo. "Yo, Alfonso, emperador de Hispania [...] hago carta de donación a Dios y al monasterio de San Martín de Castineira y a vos Pedro Cristiano, monje, y a todos vuestros sucesores de la villa que es llamada Asturianos y que está en Carvalida. Os doy esta villa con todos sus términos y pertenencias y con todos sus accesos para que desde este día la tengáis y poseáis vos y todos vuestros sucesores con derecho hereditario para siempre. Hecha la carta en Salamanca. Era MCLXL, el día VIIII de las calendas de abril, el año que el emperador tuvo cercada Jaén. (24/03/1152, según el calendario actual). Yo Alfonso emperador con mi propia mano valido y confirmo esta carta que he mandado hacer." Siguen las firmas de los testigos.


Esta donación es peculiar porque no recoge los límites de la villa, como era común en otras cartas. Así, Pedro Cristiano debe trasladarse a Sanabria y efectuar, antes que nada, el amojonamiento o delimitación del término de Asturianos. Se reune con las "autoridades locales": Pedro Ibáñez, portarius del emperador, y el conde Rodrigo Pérez, lugarteniente y hombre de confianza de Ponce de Cabrera; serán ellos los que convoquen a los "buenos hombres" de los pueblos limítrofes para verificar el acto, que posíblemente se realiza en verano de aquel mismo año.


El Libro Becerro del monasterio conserva el acta de la ceremonia bajo el título "Terminatores de Asturianos". Están presentes Pedro Cristiano, Ibáñez, el Conde Rodrigo y unos cuarenta vecinos -presbíteros, soldados, propietarios - de Palacios, Villar, Anta, Rioconejos, Lanseros, Barrio, Manzanal, Palazuelo y Vime. De este pueblo acude en solitario su señor, Pedro Remesal, un personaje asiduo en los documentos de la época y que llegará a recibir un importante realengo por los servicios prestados a Fernando II en la conquista de Alba de Aliste. Todos reunidos juran por Dios decir la verdad, levantan las manos al cielo y ponen sus pies y sus manos en las marcas: en cada una de ellas, por lo que es de suponer que la tarea les llevó varios días. El documento conservado hace una cuidadosa relación del término: "Por Gundina; luego al Carvalio de Cruz, luego al Pomar de Bobu; luego a la Peña de Noval de Martín Menéndez, luego al carral Tumbía..."



Pedro Cristiano estuvo apenas dos años y medio como abad en San Martín, pues en otoño de 1152 es nombrado Obispo de Astorga y llegará a la santidad. Sin embargo, su importancia en la comarca es enorme: aparte de la reforma del monasterio y la adopción de la regla benedictina, consiguió confirmar antiguos privilegios e iniciar su despegue con donaciones como la reflejada. Su sucesor, Martín IV, procedente también de Carracedo, fue el constructor del templo actual y continuó su obra con similar empeño y solvencia. Varios de los personajes mencionados (Remesal, Rodrigo Pérez) realizarán significativas donaciones privadas al monasterio y alguno hasta será enterrado en la abadía.


Muy bien, pero... ¿qué pasa con la cabina de teléfonos?. Pues no, las piedras que la flanquean NO son los mojones sobre los que juraron los "buenos hombres" del S.XII; pero la tradición las identifica como las marras que marcan el límite entre Sanabria y Carballeda. Están situadas hoy en el centro de Asturianos, junto a la N-525, y quizás generen dudas sobre el hecho que la frontera pasase realmente por el medio de un pueblo (1)... pero, si así lo dice la tradición, no seré yo quien lo niegue (2).

ACTUALIZACIÓN:  Me aclara Sanabria que la marra auténtica es la de cuarzo, la otra es un añadido para proteger la cabina de embestidas del tráfico. Es conocida como "el morrillo".

(1) En Rihonor de Castilla/Rionor de Portugal la frontera entre los dos países atraviesa el pueblo, pero es más explicable porque sigue el cauce de un río.


(2) Las Marras o Marcos, mojones de piedra que señalan los límites entre propiedades o pueblos, tuvieron y tienen una gran importancia en el mundo rural. Yo he oído a los mayores referirse a ellas como "seres indefensos" y uno de los peores agravios del que se puede acusar a un vecino es el de "burlador de marcos".

Pd. Esta entrada está dedicada a mi amiga Sanabria, que me puso sobre la pista y me facilitó la primera documentación.

San Martín de Castañeda, desde los altos.

Fuentes:
Wikipedia
Web de Carbajales de la Encomienda
En el ángulo oscuro
GONZALEZ RODRIGUEZ - Tres privilegios de San Martin de Castañeda.
ANTA LORENZO - El fuero de Sanabria.
Notas históricas en el calendario editado por la Comisión de fiestas de Asturianos.
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22 ene 2011

El Lago de Sanabria, de pleitos... y de barcos


Pese a que varias de sus calzadas transcurrían a no mucha distancia, si hemos de fiarnos de sus autores clásicos los romanos no llegaron a enterarse de la existencia del Lago de Sanabria: ni la más mísera mención. Resulta difícil de creer; casi tanto como la posterior - y teórica - ignorancia de visigodos, ¿suevos? y musulmanes - estos, seguro que no. Sin embargo hay que esperar hasta la época de repoblaciones de la Reconquista para encontrar la primera aparición del Lago en la historia escrita. Y es, precisamente... en un pleito.

El Monasterio, hoy

Parece ser que los monjes del Monasterio de San Martín, recién llegados de San Cebrián de Mazote (Valladolid) - mozárabes - adquirieron pesquerías y otras propiedades en torno al Lago a Domnino, un lugareño. Al poco, un tal Ronasindo, al frente de un grupo de vecinos, ocupa parte de estos territorios argumentando que la venta nunca fue válida ya que Domnino no era titular de derechos suficientes para llevarla a cabo. El pleito se resuelve a favor del monasterio, en la iglesia de lo que hoy es Valdespino. Los monjes no se deben fiar mucho de los lugareños y trabajan duro hasta lograr el amparo real a sus posesiones. A partir de ahí, favorecidos también por el miedo que los grandes terratenientes muestran por lo que les puede ocurrir en la vida eterna, disfrutarán de una etapa de expansión que les llevará a la preeminencia en la comarca. La única oposición viene de la Casa de los Pimentel, que en su época de apogeo construyeron un palacete en la isla del Lago, asombro de los cronistas por su riquezas. Pero también de los vecinos: nunca cejaron en su empeño y los archivos nos muestran como en los siguientes siglos presentaron una casi constante retahíla de reclamaciones. Fueron derrotados una y otra vez (1).

Pleito entre el Monasterio y los vecinos de Vigo, 1560 (Fuente: PARES)

La estrella del monasterio declinará definitivamente con los diferentes periodos de desamortización del S. XIX. El Lago, junto con otras propiedades de los monjes, pasaron a manos de Manuel, marqués de Villachica, por un importe total de 127.530 reales de vellón. No fue un caso único: fueron varios los nobles que aprovecharon para adquirir enormes territorios en la provincia. A finales del siglo, y a costa de grandes sacrificios, los vecinos de la comarca consiguieron comprar a estos nobles distintas parcelas en las sierras para el aprovechamiento común de los pueblos. No fue el caso de el Lago, que permaneció siempre en poder de la casa de los Villachica. A la muerte de Manuel heredó su hijo Luis, quien se preocupó de inscribir las posesiones en el Registro de la Propiedad de Puebla, y aquí pudo finalizar la cadena, ya que murió soltero y sin descendencia legítima. Pero no fue así: al más puro estilo folletinesco, poco antes del deceso reconoció una hija natural, fruto de sus amores con una sirvienta de la propiedad. Victoriana de Villachica y Mugoitio-Beña fue declarada heredera universal.



Pero los ribereños no se quedan tranquilos: en octubre de 1930 vecinos de Galende solicitaron informe sobre la existencia de "antecedentes justificadores de la venta por parte del Estado del cauce y masa líquida del Lago". Éste será el detonante que condujo a la declaración de las aguas del Lago como Bien de Dominio Público en 1932, ya instaurada la II República. Victoriana de Villachica, representada por el letrado Manuel Pintado y Carballo, inició un apasionante contencioso para intentar revocar la Orden y mantener así la propiedad; alegando en su defensa que el Lago nunca fue de uso público sino propiedad privada del monasterio y que el Estado, en la Desamortización, lo recibió como "bien en venta" y como tal fue adquirido por el marqués al precio fijado. La Administración respondió, unas veces con más acierto que otras. En un informe elaborado por la División Hidrológica del Duero se afirma que "no se trata de un verdadero lago en la acepción legal de la palabra, por que sus aguas están alimentadas continuamente por el río Tera en su curso anterior, y el desagüe es también continuo del mismo río en su curso inferior". Añade que "es un ensanchamiento del río, que necesita rellenar una gran depresión natural del terreno producida indudablemente por un accidente geológico"; también que "todo el Lago se halla situado en monte del Estado y en terrenos comunales de los pueblos de Ribadelago, Vigo, Galende, Pedrazales y San Martín". Victoriana, que ve como se deslegitiman sus registros ante la Propiedad y ante Aprovechamientos de Aguas Públicas, pero que tampoco consigue probar sin género de dudas los pagos realizados por el viejo marqués, acaba por perder el proceso.(2)

El mirador de San Martín
Éste fue, sin duda, el más importante pleito sobre el Lago en nuestro tiempo(3), pero no el último: los archivos nos siguen mostrando un sinfín de reclamaciones sobre derechos y aprovechamientos, no pocas de ellas derivadas de las sucesivas figuras de protección sobre el medio natural. ¿Conseguirá el Plan de Ordenación del Parque Natural que se avecina acabar con las disputas? Creo que no; nadie duda hoy sobre el "cauce y masa líquida" del Lago, pero sobre los territorios de la comarca sí quedan muchos puntos por resolver: Declaraciones de Montes de Utilidad Pública de tramitación dudosa, el no reconocimiento de Montes en Mano Común... hay hasta quien se muestra dispuesto a exigir la aplicación de la Ley de Costas en la ribera del Lago.

Custa Llago
Y hablando de costas... esta semana llegó a Sanabria el catamarán "Helios Cousteau", un barco propulsado por energía solar y eólica que pronto permitirá recorridos por el Lago similares a los que ya se realizan, por ejemplo, en los Arribes del Duero. ¡Estoy deseando que entre en funcionamiento!

Trabajando en el muelle
Termino ya (¡de verdad!) esta megaentrada con otro documento "naval". Los lectores de "El Noroeste" reconocerán la historia, pues la mencionó Manuel Mostaza en su columna hace unos meses:


Actualización: acabo de comprobar que ya el 16/10/10, Juan Manuel Rodríguez  posteó este documento en su magnífico blog Lenguajesculturales's. Mis disculpas por la repetición.

(1) Sí, es cierto que quizás sólo la Iglesia supera a los tribunales en la amplitud de sus archivos y que eso nos puede dar una idea equivocada del desarrollo de la historia. Pero en el blog ya hemos visto otras muestras de la afición litigante de los sanabreses: el Conde de Benavente quemó por completo el pueblo de Cobreros por su apoyo a rebeldes irmandiños, pero los herederos de los supervivientes le exigieron indemnizaciones judicialmente.


(2)  Para más información: sanabriarural.org 


(3)  No incluyo los derivados de la tragedia de Ribadelago, ya que no versaban sobre la propiedad.


El Cañón del Tera


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16 ene 2011

El Castro de Santo Toribio


A menos de diez minutos de la autovía de las Rías Baixas A-52, pero desconocido para la mayor parte de los conductores que la recorren, en un alto junto al pueblo de Ferreros se yergue el castro de Santo Toribio. Como todos nuestros yacimientos ha sido muy poco estudiado. Los expertos tienen claro que aquí se asentó una pequeña comunidad de sanabreses - no exagero al denominarlos así: fueron, cuando menos, contemporáneos de las primeras menciones a Urs Senabrie - que se dedicaron a la metalurgia entre los siglos I y IV de nuestra era. No se descarta que el grupo aprovechase un asentamiento más antiguo ni tampoco que su estadía se prolongase hasta la Edad Media. La situación es, desde luego, inmejorable para tiempos tan violentos como aquellos: un altozano que permite vigilar todo el valle, terrenos de cultivo en sus laderas y cercano a núcleos más poblados, como lo que hoy es Puebla. Es de suponer que sólo tras la completa pacificación de la comarca - es decir, con el frente de la Reconquista mucho más al sur del Duero - y tras el agotamiento de las vetas mineras, aquel poblado bajó del cerro y se estableció en el actual solar de Ferreros. O no: también es posible que la fundación de Ferreros sea más antigua y el castro quedase como el refugio al que acudir cuando la expedición militar musulmana apareciese por el horizonte. Tal vez algún día lo sepamos con certeza.



La cumbre del pequeño alto del castro aparece punteada por crestones de pizarra y cuarcita. Esto, sumado a la configuración geológica del terreno circundante, permite especular con la presencia de oro -aunque nunca en grandes cantidades. Los estudios realizados en los años 80/90 descubrieron abundante escoria, así como fragmentos de hornos cerámicos y vestigios de piletas y cazoletas. Los arqueólogos deducen que los pobladores se dedicaron tanto a la extracción de minerales como a su posterior manufactura, para consumo propio y servicio de otros núcleos cercanos. Tampoco hay que descartar que se tratase de un campamento especializado, dependiente de una comunidad mayor. En cualquier caso cabe pensar que, para los niveles de la época, quizás este grupo no tuvo una posición incomoda: eran obreros cualificados, poseedores de un conocimiento no tan común.



Más allá de su valor histórico y arqueológico, la subida al castro de Santo Toribio es hoy un paseo al alcance de todos - camino abierto, paneles informativos - que ofrece, además, una amplia panorámica sobre el Valle de Sanabria - complementaria a la que vimos en la anterior entrada sobre Peña Alta: los dos cerros se sitúan uno frente al otro. Podéis tener una pequeña muestra en este enlace.


Al fondo, las cumbres de la Culebra asoman entre la niebla
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10 ene 2011

Peña Alta


Fiestas, comilonas y trabajo duro: ¡diciembre es un mes difícil!. Y los Reyes, además, nos han traído lluvia a manos llenas. Tenía ganas de salir a andar, a pisar estos caminos. Y de hacer fotos: se me acumulan las entradas sin nada con qué ilustrarlas.


En mi primer día libre ya estaba yo levantado al rayar el día, con una ruta preparada y las botas en estado de revista. Me asomé a la ventana... y me encontré con un diluvio de épicas dimensiones. Me pareció hasta ver  a unos duendecillos haciendo surf en los desmadrados caños de agua. No pudo ser. Me quedé encerrado, subiéndome por las paredes.


Después de comer no había escampado,  pero llovía bastante menos. "¡Ésta es la mía!" - me dije - y salí antes que nadie pudiese hacerme entrar en razón. Enseguida se me unió el compañero que veis en las fotos: tal vez también quería quemar calorías tras los excesos. Hizo conmigo todo el camino.



Ahora oscurece pronto, así que descarté la ruta prevista y subí hacia Peña Alta, un pequeño paseo hasta el primer hito en el camino noroeste de la sierra, pero que ya permite buenas vistas sobre el valle. Como los árboles están desnudos es posible una vista más detallada. En la foto de arriba, El Bubela protege Sotillo y el valle del Truchas a sus pies. En la siguiente se ve Cobreros en primer término y la Puebla al fondo, antes de la Sierra de la Culebra.



Iba preparado para hacer una panorámica desde arriba... pero la lluvia no lo permitió. Al bajar, un resbalón inoportuno me costó una torcedura de tobillo. Nada grave, pero ya me regaló una noche dolorida. En fin, que no estaba escrito que saliese aquel día...

Quiero mostraros también algunas fotos de este verano, tomadas siguiendo este mismo camino hasta la sierra.


Este paraje es conocido como El Peligro de Santa Colomba, visto desde la subida a Peña Cueva. Lo que en la foto se ve como suave ondulación es un barranco importante, aquí oculto tras el primer corte. También es nuestro meteorólogo particular: cuando el temporal viene de este lado no nos libran ni las rogativas.


Que se sepa, Felipe II no llegó a Sanabria, aunque si probó las truchas del Lago con las que le agasajó el Conde de Benavente. Así que la silla esta de Peña Cueva no es para él, sino para los pastores que subían con el ganado a los prados comunales. Una vez más, la foto engaña: la Peña es un gran bloque de granito y las vistas son muy amplias.



Y llegamos por encima de los 1.600 metros. Bajando por la hondonada que se adivina en el centro de la imagen está la Laguna de Sotillo. Si os fijáis, en la ladera de enfrente se adivina el camino de Porto, del que Kiko nos contó una estremecedora historia. También cerca de estas brañas localiza Leandro Rodríguez alguna de las correrías de Don Quijote (el prado de los gallegos).

5 ene 2011

Regreso a Manzanal



"La cerradura de la Iglesia de Manzanal de Arriba tiene grabada una curiosa figura, una especie de sierpe con cabeza humana que entrecierra sus ojos en una media sonrisa irónica. Os conviene fijaros, ya que es posible que os pase desapercibida tras haber contemplado la espectacular celosía incrustada en el ábside de esa misma iglesia. Es fácil que quedéis fascinados con este objeto fuera de tiempo: su origen se remonta a los siglos IX-X, conecta con el arte de los reinos astures y la tradición dice que formaba parte de una antigua ermita, hoy desaparecida." Así empezaba el texto que hace algún tiempo escribí para la web sanabriacarballeda.com. También desde este blog visitamos el pueblo ya va a hacer casi dos años para mostrar esa celosía y esa cerradura maravillosa.


Serpiente coronada y detalle
Hoy regresamos de la mano de Julio Fernández, otro lector que se anima a compartir su visión de esta tierra con todos nosotros. Por favor: fijaos bien en los detalles: no tienen desperdicio.

Forno o crisol para mezclar metales
San Fabián
San Sebastián


Pizarra, desde la cantera al tejado

Peral del Ti Porfirio
Autor de todas las fotos: Julio Fernández Peláez.
¡Gracias por la aportación, paisano!