22 dic 2012

Que ustedes lo disfruten


(...cada uno cómo y cuánto pueda)
felices fiestas y hasta el año que viene


Calvin & Hobbes, de Bill Waterson

18 dic 2012

Sanabria, 1931: República de Trabajadores (y 2)

 (viene de aquí)


"Al otro lado del lago está la segunda aldea: Ribadelago. Aquí, los aldeanos no tienen que pagar el foro, pero no por ello pasan menos hambre. Aquí, hay todavía menos tierra. Unos  diminutos  sembrados  de  patatas,  que  tal  parecen  huertos  de  juguete.  Los moradores de estas aldeas comen patatas y habas. Procuran comer con medida, para no excederse.  Cabañas  como  gallineros,  barracones  oscuros  sin  ventanas.  Rara  vez encienden los candiles. El aceite resultaría demasiado caro. En cada guarida de éstas, viven seis, ocho, diez personas. Enfermos, ancianos, niños; todos revueltos. Antes había una escuela. Luego, trasladaron al maestro y se olvidaron de mandar otro. Y no notan su falta, pues es difícil tener ganas de estudiar con el estómago vacío. 
 
 En toda la aldea no hay más que una casa con chimenea, ventanas y hasta visillos en las ventanas. En esta casa vive el administrador de la señora de V... Sobre esta señora se podrían  componer  versos.  Antaño,  el  poeta  le  hubiese  cantado:  “¡Hermosa  eres, poderosa y rica...!”. Yo no sé si la señora de V... es hermosa. Sólo sé que es poderosa y rica. Es propietaria de varias casas de la Gran Vía de Madrid. También le pertenecen las aguas del  lago de San Martín de Castañeda.  Estas aguas,  suavemente plateadas,  que despiertan los sentimientos líricos y que, además, son ricas en pescado. La tierra no es de la señora de V...  A ella sólo le pertenece el  agua.  Cuando el  agua sube de nivel, crecen sus dominios. Es un rompecabezas jurídico, complicadísimo. Pero el abogado, que es casualmente el mismo caballero a quien los aldeanos del pueblo vecino pagan el foro, sabe desenredar muy listamente estas sutilezas. A la señora de V... le pertenece el agua con todos sus peces. El pescado del lago es excelente: magníficas truchas. Pero la señora de V...  no puede hacer  nada con estas truchas.  Los portes hasta Madrid son demasiado caros. Y la señora de V... puede pasarse perfectamente sin este pescado, pues un solo piso de uno de sus rascacielos madrileños le rinde mucho más que todo este poético lago.
 

El administrador de la señora de V...  pesca las truchas. A veces, las vende en Zamora o en los pueblos de los alrededores. Vende las truchas al abogado. Las que puede, se las come él mismo. Pero en el lago hay mucho pescado y los peces pueden pasearse a sus anchas, sin temor a nadie. El administrador del lago se construyó un precioso hotelito. Se convirtió en el  cacique del  pueblo. Fue hasta alcalde.  Vive espléndidamente.  Sus derechos están defendidos por los guardas. Los guardas tienen escopetas. Si un aldeano, muerto de hambre,  se atreve a pescar de noche,  le amenaza con una multa o con la cárcel. En España, a veces, saben hacer cumplir las leyes... Los aldeanos hambrientos pueden contemplar el  lago, admirar las truchas azuladas y asalmonadas,  admirarlas y conmoverse. Así pintaban el infierno los pintores de la primera época del Renacimiento. No falta detalle. Los pescadores se retuercen hambrientos y desesperados, mientras el diablo está sentado plácidamente en su casita, detrás de los visillos. Esta  mañana  llegó  a  la  aldea  un  médico  de  Zamora.  Es  un  hombre  bueno  y candoroso. Asiste gratuitamente a los aldeanos y hasta les ayuda de su bolsillo con cuanto puede. Antes, hacía propaganda aquí para la República. Creía firmemente que la República no se limitaría a trasladar al señor Alcalá Zamora de la cárcel al palacio real, sino que daría también de comer  a los campesinos de Ribadelago. Una mujer  alta, rodeada  de  críos,  le  para  en  la  calle.  Tiene  el  rostro  afilado  por  el  hambre  y  los sufrimientos.

¿Cómo es, don Francisco —le pregunta la mujeruca al médico—, que la República no ha llegado todavía hasta nosotros?

La ironía española es siempre seria.  La ironía literaria del  Arcipreste de Hita,  de Cervantes, no se diferencia gran cosa de la ironía de cualquier aldeano. Don Francisco calla.  Después de todo, ¿qué va a contestar? ¿Que la República es muy comodona? ¿Que le asusta el  viaje burro? ¿O confesar  que hace tiempo que la República llegó a estos lugares,  pero que se detuvo en casa del  administrador de la señora de V...[Villachica, Victoriana de],  que tutea al  abogado de Sanabria,  que entiende mucho de foros y de truchas y que no es sólo una República, una República como otra cualquiera, sino una República de trabajadores...?”
Ilya Erhenburg: España, República de Trabajadores. 1932


Notas 

  • Como en el caso de la Carta a Unamuno, el texto de Erhenburg puede ocultar motivos propagandísticos, pero no utiliza datos falsos: Alejandro Casona llegó a Sanabria tres años después al frente de una Misión Pedagógica y Social y su descripción de Ribadelago y San Martín es coincidente. En cuanto al tema del foro - me han contado que en determinados lugares se siguió pagando hasta la década de los 50 del S.XX - les recomiendo el artículo "Crónica de una frustación forestal", de Luis Ángel Sánchez Gómez: aunque centrado en la localidad zamorana de Abejera, las vicisitudes de los vecinos por librarse de los tributos señoriales, el esfuerzo por adquirir la propiedad de las tierras y la posterior expropiación por parte del estado les resultarán familiares a todos los sanabreses y carballeses.

  • Fotos extraídas del libro “El Lago de Sanabria, Sitio natural de Interés Nacional. Paisaje pintorescoJoaquín Aroca García, 1959.  Este opúsculo recoge una conferencia del mismo autor, entonces miembro de la Asociación Española de Escritores de Turismo, fundador de Los Amigos del Lago de Sanabria y Vocal Gestor Delegado de su Patronato Nacional, dictada en Madrid el 23 de enero de 1959; es decir: dos semanas después de la rotura de la presa de Vega de Tera. Las referencias a la tragedia son mínimas, muy escasas.

Fidel, alcalde pedáneo de Ribadelago en 1959

  • En este mismo libro encontré una reproducción de la dedicatoria que Unamuno dejó plasmada en el Libro de Visitas de la Hospedería de Bouzas, regentada entonces por los señores de Requejo. En ella, el viejo rector transcribe sus célebres versos sobre la comarca (San Martín de Castañeda, espejo de soledades...) y finaliza "En el Lago de San Martín de Castañeda, de Sanabria, oyendo el rumor de Valverde de Lucerna, sumergida bajo las aguas, el día 1º VI 1930"


  • Y ya que vuelve a salir Unamuno, aprovecho para compartir con ustedes el correo que me envió Alfredo tras la publicación de la entrada citada:
  • "El personaje de San Manuel Bueno martir fue sacado de un cura de Santa Cruz de Abranes, llamado Manuel Rodríguez Fernández. Unamuno estuvo en ese pueblo y conversó largamente con ese señor, cuyas creencias, problemas y contradiciones están vivamente reflejadas en la novela. El cura era tio abuelo de mi madre, quien fue testigo de esas conversaciones y falleció en San Román, de donde era oriundo, hacia el año 1951"
    ¿Qué les parece? ¿Cambiaría nuestra percepción de la novela el saber que Don Manuel pudo ser un personaje real?


11 dic 2012

Sanabria, 1931: República de Trabajadores (1)


Recordarán ustedes a Ilya Erhenburg, el autor de la Carta a Unamuno que recuperamos hace unas semanas. En aquella entrada ya adelantábamos que el escritor soviético visitó Sanabria en 1931 y reflejó sus experiencias en el libro “España, República de trabajadores”. A nuestra comarca le dedicó un capítulo entero, precisamente el que da título a la obra. Esto es lo que contó:


La combinación de rosa y gris siempre nos conmueve. Acaso no sea más que un capricho del ojo. Acaso una interpretación subconsciente de lo que llamamos “vida”. El lago es ahora de un gris pálido, los montes de un rosa tierno. Esta región parece creada para las expansiones líricas. Aquí, la lengua española, viril y dura, se reblandece. Aquí puede  hablarse  de  amor,  sin  espantar  a  los  pájaros  y  al  silencio  con  las  ásperas consonantes.  Aquí,  las  mozas  cantan  fados  tristes  y  suaves.  Más  allá  de  aquella montaña, es ya Galicia, con su verdor lavado por las lluvias y sus pastores predispuestos a la poesía. Las orillas del lago están silenciosas y deshabitadas. La vista distingue, con alguna dificultad, algunas cabañas sobre los collados. En el lago pululan peces, sobre el lago revolotean pájaros.  Así  solían pintar  el  paraíso los primeros renacentistas.  Sólo faltan las rizadas ovejas y los justos. No cabe duda, aquí la gente tiene que ser feliz. Por aquí pasó Unamuno. Escribió unas estrofas inspiradas.  El camino llega hasta el lago. Una  posada,  tortilla  y  truchas  del  lago.  Un  álbum  para  los  visitantes.  Una  cosa intermedia entre un balneario y el edén. La carretera transitable no pasa de aquí. Una senda, un burro. Dos aldeas: San Martín de Castañeda y Ribadelago. Nadie va hasta ellas. ¿Para qué van a ir? Allí no hay nada que comprar, ni nada que vender. Un rincón pintoresco y la miseria maldita. Y en España ni una cosa ni otra son excepcionales.


Sin embargo. San Martín puede vanagloriarse de sus bellezas artísticas.  Entre las míseras  cabañas  se  levantan  las  ruinas  de  un  convento.  Columnas  románicas...  Un nicho... Un ventanal... Hace cien años que los sabios monjes abandonaron el convento. Se dieron cuenta de que el hombre no puede vivir sólo de lo bello y se trasladaron a lugares  menos  poéticos,  pero  más  lucrativos.  Los  aldeanos  no  se  marcharon.  Los aldeanos  se  quedaron  al  lado de las  ruinas  románicas.  Pero  el  monasterio no dejó solamente el rastro de las piedras inofensivas. Dejó también la vieja maldición: el foro. Antiguamente los aldeanos pagaban todos los años un tributo al convento. Los frailes, al mudarse, vendieron este derecho a un señor completamente mundano. Ni más ni menos que se venden los muebles en una mudanza. Los frailes vendieron el foro, es decir, el derecho a desvalijar  anualmente  a los aldeanos.  Esto sucedía en el  año 1845. Han pasado casi  cien años. 


Muy lejos de aquí,  en Madrid, se sucedieron los gobiernos y cambiaron los colores de la bandera. Vino la Primera República. Subieron al poder los liberales; tras ellos, los conservadores. En las elecciones, salían triunfantes los distintos partidos. Algunos osados tiraban bombas. Algunos valientes se sometían al suplicio de la horca.  El  rey distribuía concesiones  a los americanos.  El  rey hacía viajes  a San Sebastián, el rey se divertía...


Luego, destronaron al rey. El señor Alcalá Zamora pasó unos días en la cárcel. El señor Alcalá Zamora se instaló en el palacio de Oriente. Pero todo esto pasaba muy lejos de aquí, en Madrid. Para venir de Madrid hasta aquí, hay que montar primero en un rápido hasta Medina del Campo; luego, en un correo hasta Zamora; luego, en autobús hasta Puebla de Sanabria; luego, en coche de mulas hasta el lago; luego, en burro, si es que lo hay... ¡Qué lejos está Madrid de esta aldeíta! Aquí, no ha cambiado nada. El agua del lago sigue poniéndose gris y las montañas de color de rosa, igual que antes, en los atardeceres. Las mozas siguen cantando canciones tristes igual que antes,  e igual que antes los aldeanos mandan todos los años a un caballero desconocido, a un fantasma,  el  foro, o hablando más claramente:  dos mil  quinientas pesetas.



Los aldeanos tienen muy poca tierra: un puñado de tierra, que no es siquiera tierra, sino “tierriña”. ¿Qué sacarán de ella? Trescientos treinta habitantes tiene la aldea. Corno en todas las aldeas, un sinfín de críos. Aquí, la miseria engendra con la terquedad de los fatalistas resignados. Niños hambrientos. En vez de casas, establos negros, ahumados. Se  resiste  uno a  creer  que  la  gente  pueda vivir  así  toda la  vida.  ¿Serán fugitivos, víctimas de un incendio? No; son sencillamente españoles contribuyentes. Jamás viene nadie  en  su  socorro.  Y año  tras  año,  tienen  que  entregar  a  un  caballero  lejano  y desconocido todo lo que consiguen arrancarle  a  la  tierra  avara:  dos mil  quinientas pesetas. ¡Quinientos duros! Quinientos duros para el caballero fantasmal que heredó de su padre,  además  de otros  bienes,  el  derecho a seguir  cobrando el  antiguo foro.  El afortunado caballero  es  abogado.  Posee  una hermosa  casa  en  la  aldea,  al  lado del convento. No tiene muchos clientes, pero los aldeanos han de pagarle anualmente sus quinientos duros,  no porque él  los necesite, sino porque conoce bien las leyes y sus derechos... A los ricos no les sobra jamás el dinero. Todos los años reciben los aldeanos el aviso correspondiente. Mandan el dinero. El señor firma el recibo.

En el  mes de abril  de 1931, los amantes de la libertad proclamaron en Madrid la República. Y no contentos con esto, declararon en la Constitución que España es una “República  de  trabajadores”.  Claro está  que,  para  evitar  malas  interpretaciones,  se apresuraron a aclarar: “Una República de trabajadores  de todas clases”.  En 1931, lo mismo que en los años anteriores, los campesinos de San Martín pagaron al señor las dos mil quinientas pesetas. Trabajaron todo el año hurgando la tierra estéril. También el señor trabajó lo suyo: al llegar la fecha, se pasó el aviso y firmó el recibo."
Ilya Erhenburg: España, República de Trabajadores. 1932


Fotos extraídas del libro “El Lago de Sanabria, Sitio natural de Interés Nacional. Paisaje pintorescoJoaquín Aroca García, 1959

Pd. Erhenburg, en su visita a España, recorrió principalmente Madrid, Barcelona y otras capitales de provincia. Las zonas rurales las describe como quien las ve de paso de una ciudad a otra; sin embargo hubo dos a las que les dedica sendos capítulos completos. El de Sanabria ya lo estamos leyendo, el otro retrata Las Hurdes. La comarca extremeña se había dado a conocer como símbolo de la miseria absoluta tras la visita de Alfonso XIII - Buñuel rodaría "Tierra sin Pan" en el mismo 1932. Pero... ¿cómo llegó Sanabria a convertirse en objetivo de Erhenburg?

Esta entrada va dedicada a la memoria del gran contador de historias Gabino García Vega, fallecido el pasado 6 de diciembre.  Una enorme parte de la tradición de Sanabria y Carballeda se ha ido con él.

4 dic 2012

El Fuerte de San Carlos, la otra fortaleza de Puebla de Sanabria




Aprox. 1720

 "Tuvo que ser muy a principios del siglo XVIII cuando se edificara el llamado fortín de San Carlos en un promontorio rocoso situado a las afueras de la localidad zamorana de Puebla de Sanabria, puesto que en la cartografía de 1706 aparece ya reflejado. Su construcción debe relacionarse con el proceso de fortificación de la villa, inmersa por su posición fronteriza en la serie de conflictos hispano-lusos que marcaron los siglos XVII y XVIII, respondiendo de manera particular a las necesidades de defensa del lado sur de la población. 


Las sucesivas noticias documentales históricas sobre esta singular construcción defensiva, las evidencias apreciables en la prospección de superficie y otros datos arqueológicos previos, han ido revelando su correspondencia a una estructura de planta rectangular con baluartes en sus esquinas y revellines, rodeada de amplios fosos; sus características físicas generales encajan en su conjunto con las de las fortificaciones abaluartadas de época Moderna, por más que la imprecisión con que las imágenes cartográficas lo presentan y la notable alteración y expolio que ha sufrido su emplazamiento a lo largo del tiempo, hayan hecho difícil hasta el momento conocer su verdadera planta y elementos constructivos. [...]



Las últimas intervenciones arqueológicas han ayudado a precisar significativamente las características de esta construcción abaluartada de los inicios del siglo XVIII. La actuación se extendió por una superficie próxima a los 800 metros cuadrados, cubriendo principalmente los sectores centrales de la fortaleza. Los vestigios arquitectónicos y las evidencias de las operaciones que modificaron el montículo para acomodar las construcciones defensivas, constituyen el grueso de los hallazgos, acompañados de unos lotes no demasiado relevantes de objetos cotidianos (cerámicas, piezas metálicas, numismáticas u óseas), habiendo quedado patente tanto el fortísimo desmantelamiento que ha padecido la estructura como la discutible envergadura con que fue edificada en origen. Así se explican las referencias documentales de finales del propio siglo XVIII, en las que si bien se alude a la dotación del fortín con buena muralla, casa fuerte bien pertrechada, foso y contrafoso (Tomás López), no faltan las alusiones por las mismas fechas al carácter poco útil del baluarte por su erróneo emplazamiento y mala construcción (Pedro Moreau, 1755). 


 Las excavaciones han revelado la existencia de una construcción sólida, a modo de “casa cuartel”, que se completa con un parapeto de protección, y otras dos estructuras centrales concéntricas, complejo que disponía probablemente de todas las dependencias necesarias para soportar una guarnición acantonada en el fuerte. El recinto interno responde al sistema abaluartado de doble defensa al interior, al que se antepone un foso rodeándolo en todo su perímetro. Este sistema delimitaba un espacio central elevado de planta cuadrangular, de unos 750 metros cuadrados de superficie, catalogable dentro de los cánones de la época para las estructuras de guarnición sobre puntos concretos, con una fortificación doble que ofrece dos zonas de defensa, una externa donde tiene lugar el combate y otra interna de seguridad, ambas abaluartadas. La construcción fue realizada en mampuesto de piedra escasamente regular, de mayor tamaño en los cimientos, presentando, a partir de una altura indeterminada, alzados de adobe, tal y como atestiguan tanto los resultados de las intervenciones como algunas noticias documentales, que describen al fuerte como de “piedra y barro” (Antonio Durante, 1789). 


 Es interesante destacar que sus habitaciones debieron cubrirse con teja, material poco o nada frecuente en la arquitectura de la zona, pero constatado en abundancia en el registro arqueológico. Las dimensiones de la edificación son muy reducidas para la norma de este tipo de construcciones, por lo que, teniendo en cuenta, además, sus características físicas y tipología, cabe ser considerada como la fortificación asociada a un reducto o padrastro (1). Todo apunta a su reducida utilidad en el marco de la notable fortificación de que disponía Puebla de Sanabria y a su breve función, quizá más disuasoria que práctica por sus escasas dimensiones. De lo que no cabe duda es de su interés histórico, de la singularidad de su estructura y de la inmejorable oportunidad que estas intervenciones proporcionan para rescatar del olvido una parte inexcusable del recinto que integró, con mayor o menor éxito, la defensa de la villa."

Revista Patrimonio nº28. Ene.Feb.Mar. 2007 Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León.



Las excavaciones se realizaron entre 2005 y 2006. Este mismo artículo presentaba "un proyecto de conocimiento y recuperación" encaminado al "acondicionamiento y revalorización de la fortaleza para su visita pública" y que así el fuerte volviera a "desempeñar un papel entre los recursos y atractivos de la villa sanabresa". Se decía también que "Dicho proyecto, que en este momento está prácticamente finalizado con previsión de ser llevado a cabo a lo largo de 2007, propone una intervención explicativa y ambiciosa..." Y eso parecía, según las imágenes de entonces.



Han pasado cinco años y la situación actual es la que muestran mis fotos.


Ejem. Fundación del Patrimonio, Ayuntamiento, Diputación, Junta o quién sea: 
 ¿Hay alguien ahí?
¿Años 70?

(1)Padrastro: Elevación natural próxima a una fortificación desde la que ésta puede ser batida con artillería.


Fotos de las excavaciones: Strato S.L.
Planos: Ministerio de Cultura. Portal de Archivos Españoles
Fotos Noviembre 2012: Xibeliuss