21 abr 2009

Sandín: De entre las aguas

Muchos años después, ya postrado en el lecho que habría de acogerle en su muerte, Aurelio Buenadicha aún recordaba la jornada en la que acabaron las obras del embalse de Cernadilla, el embalse que sepultó bajo las aguas para siempre la mayor parte de su pueblo natal: Sandín. Bajo las aguas quedaron los prados y los huertos más fértiles, los que asomaban al río, los molinos que aprovechaban su cauce. Quedaron los caminos más hermosos, los que recorrió de niño sin darles mayor importancia, quedaron casas enteras con su ajuar, sus cocinas y sus historias. Quedó la iglesia donde había sido bautizado y el cementerio donde pocos meses antes su madre quiso ser enterrada, aún sabiendo que el pantano ya estaba en marcha. Para la iglesia trajeron una bola de demolición y la tiraron a golpes.

Fue en los primeros setenta del siglo XX. Un día, cuando las aguas ya estaban alcanzando un nivel importante, Aurelio Buenadicha bajó con su amigo Tomás Prada hasta los riscos de lo que se había convertido en el final del pueblo, desde donde tenían una buena vista del embalse. Liaron con parsimonia un cigarro de picadura y lo fumaron en silencio. Después, Tomás Prada dejó escapar un suspiro, apagó despacio la colilla contra el suelo, le dio la mano y partió con la maleta bajo el brazo por el camino de la capital. Nunca volvió. Eran años en los que todos los pueblos de Sanabria y Carballeda estaban sufriendo un despoblamiento como nunca antes habían conocido, pero Sandín, pese al dinero de las expropiaciones, perdió entonces, además de población, un pedazo de su alma.

Aurelio Buenadicha nunca se fue. Junto a otro puñado de vecinos, a modo de homenaje, recuperaron de las aguas y de la rapiña el retablo y la pila bautismal de la vieja iglesia para colocarlos en la nueva. Arreglaron sus casas, construyeron otras nuevas e intentaron seguir con su vida. El embalse se convirtió en un enorme vecino absorbente que condicionaba todas y cada una de las horas del día.



Al cabo de los años, Aurelio Buenadicha pasó muchos ratos en las orillas del agua. Cuando el nivel andaba bajo era posible vislumbrar las piedras de la iglesia antigua, y aún las de las paredes de los huertos sumergidos. Le gustaba pasear por el barrio de las Casas Expropiadas, casas que la Compañía Eléctrica había comprado por su cercanía al embalse pero que rara vez resultaban anegadas. A Aurelio le parecía que ese barrio guardaba el espíritu de lo que Sandín había sido. Él no veía como las zarzas y la hiedra iban ganando terreno entre las piedras, sino que todavía era capaz de oír a la Tía Angelíca cantando mientras daba de comer a las gallinas, a Pedrín tranquilizando a su pareja de vacas antes de uncirlas al carro, a los niños persiguiéndose entre las callejas en los mismos juegos a los que él había jugado.


Muchos años después, ya postrado en el lecho que habría de acogerle en su muerte, Aurelio Buenadicha pensó que él lo que de verdad deseaba era descansar en el viejo cementerio bajo las aguas, junto a su madre y sus antepasados.

No lo consiguió.

6 comentarios:

  1. Aquí me has tocado el alma amigo. Los pantanos. Esos miserables de hormigón que el "ti Paco" se empeñó en hacer y que luego con la democracía siguieron haciendo. Tenemos Zamora llena de pantanos, con cientos de km de preciosos y fértiles valles y ríos bajo sus aguas.
    Cernadilla, Valparaiso y Agavanzal, ahogan 50 de los mejores km del río Tera, siendo una de las principales causas del peligro de extinción de la trucha autóctona.

    Ufff!! no sigo que me encabrono.

    Si, si... energías limpias, si por los coj..s

    Un saludo y como siempre, enhorabuena por la entrada, siempre me tocas la fibra, de una u otra manera.

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  2. fabulosa entrada, pondré en enlace en codesal.org
    Un saludo
    Enhorabuena por estos documentos

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  3. ...despues de leer esta entrada tan esperada, no se que decir... maldita sea los que tuvieron la idea de enterrar tantos pueblos para siempre por que ya nada será como antes,esa ausencia del camino de tantas gentes, asumiendo y aceptando algo que les impusieron, en fin..gracias Xibeliuss por acercanos un poco a Sandin y a otros pueblos más. Saludos

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  4. Un placer leer tu comentario; desconocía la existencia de este blog y ha sido muy grato conocerlo, está muy interesante, lo guardo en mi granja.

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  5. Es precioso este post. Así que voto por él, por lo que tiene de añoranza, de vida, de aceptación de la vida, de impotencia. Es muy humano. Felicidades por estos 100 post. Besos.

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  6. Imagino a Aurelio y Tomas despidiendose de su pueblo y tuvieron que sentir retorcerse su corazón, ver que lo que a sido tu vida se sacrifica en aras del progreso ,incluso el cementerio, es terrible imaginar los huesos de sus muertos bajo metros de agua.Esto parece una historia de Edgar Allan Poe ... ¿No se pudo hacer una exhumacion de restos a un nuevo cementerio? Y recontruir la iglesia con las mismas piedras en otro lugar donde hicieron el pueblo nuevo? Seguro que se pudo hacer , pero a los sentimientos de las personas no se le da ningún valor, que triste.

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