30 oct 2011

Joaquín Díaz, Luis Díaz Viana: Recuerdo y Profecia


El filólogo y antropólogo Luis Díaz Viana es un reconocido experto en cultura, folklore y tradiciones populares. Licenciado por la Universidad de Valladolid, su carrera académica abarca estancias en Berkeley, Salamanca, el CSIC y, en la actualidad, ejerce como profesor de investigación en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología. Ha recibido diversos reconocimientos a su trabajo, como el Premio Marques de Lozoya o el Agapito Marazuela. De entre su obra habría que destacar sus estudios antropológicos sobre Castilla y León y la recuperación de varios cancioneros tradicionales y leyendas populares.


Joaquín Díaz - perdonen el tópico - no necesita presentación: nacido en Zamora en 1947, es uno de los más grandes folcloristas de nuestra tierra. Sus trabajos de campo recogiendo canciones y cuentos por los pueblos, sus grabaciones, la labor de catalogación y divulgación ejercida desde la Revista del Folklore y la Fundación que lleva su nombre son ejemplo y ayuda para cualquiera que sienta el mínimo interés por la cultura tradicional.


En 1977, Joaquín - con la participación de María Salgado - publicó un disco que ha quedado como una auténtica rareza en su larga carrera: "Recuerdo y profecía por España", un intento de "...reflejo subjetivo de experiencias vividas, temblorosa intuición de un futuro próximo" . En él se alejaba por primera - y casi única - vez de las canciones y cuentos tradicionales recogidos en su discografía para musicar la obra del que entonces era un poeta novel: sí, Luis Díaz Viana.


Durante largo tiempo he perseguido esta grabación. Yo soy un lector voraz - más de ficción antes, más de ensayo ahora - pero debo reconocer, y no me averguenza, que a la Poesía he llegado a través de la música; y una de las primeras veces que sentí la fuerza de ese "lugar extraño de donde viene la Poesía" - dice bien Cohen - fue con el segundo corte de este elepé:


Ábreme tu puerta, nadie nos verá:
necesito de tu amor esta noche.
No sabes nada de mi, sólo mi nombre,
y puede que mi nombre no sea verdad;
pero ábreme tu puerta, nadie nos verá:
necesito de tu amor ,
necesito de tu amor esta noche.

¿Qué más puedo decirte, que el camino
se llevo mis verdaderas ilusiones?
¿Que traigo mi verdad vieja y cansada
por la absurda fiereza de los hombres?
No, solamente te diré:
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.

No me importan cuántas fueron las bocas
que aprendieron a ser fuego entre tus labios,
ni me preguntes cuáles fueron los ojos
que a mirar tan tristemente me enseñaron.
No, solamente te diré:
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.

No me importan los ojos ni los labios,
te amaré como si fuera al fin la muerte
y no el sol quien mañana nos despierte,
como si fuera este nuestro último goce.
Para llenar mi abismo con tu cuerpo
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.



Letra: Luis Díaz Viana - Música y voz: Joaquín Díaz


Recientemente conseguí el disco. Para mí, este poema mantiene el mismo poder que cuando lo descubrí.  No puedo ser objetivo, claro: en mi memoria particular sigue ahí, en la estantería del Big Bang, junto a Aullido y las Coplas por la muerte de su padre.
1. Fotos: Zamora bajo la lluvia
2. Ésta va para El Tejón que salió de su cueva... pero se quedó en la puerta donde empiezan otros caminos. Sé que volverá para recorrerlos, porque los ha visto... y porque están ahí. Para mis nuevos viejos amigos J. y M. ¡Abrazos!


19 oct 2011

Romance de la Venta del Ánima Perdida ( y II)


(viene de aquí)

Cuentan las crónicas, mi señor, que Modesto abandonó la Venta presa de la desesperación. Pensó en volver a casa, desandar camino y buscar consuelo en su recogimiento. Y dicen que las lágrimas corrían por sus mejillas y que bajo un roble se arrodilló y rezó a la Virgen de Carballeda, que era su gran devoción. Y luego decidió apurar la senda hasta el final, pues sólo el dinero prestado salvaría su situación. Y cuentan también que Modesto llegó en Galicia ante la puerta del prestamista, y que llamó y no le abrieron, le confundieron con un pordiosero. Quiso explicar que lo tuvieron cautivo una semana, a pan y agua mantenido y sin poder asearse en una palangana. Entonces le soltaron los perros.

Modesto regresó allí donde vivía sumido en negra tiniebla, pues los que cobrarle querían en llegar no tardarían; sus hijitas y su esposa no lo podrían consolar. Mas vos sabéis que siempre hay gente mala y algunos vecinos del lugar decían “mira éste cómo anda por estirar más el brazo que la manga”. Y cuando llegó el día aciago y lo citaron en el juzgado, Modesto volvió a tomar camino, hacia la Villa esta vez, pero quiso dar un rodeo y pasarse por Rionegro y ante su Virgen postrarse y rezarle, al menos, un Credo. Luego continuó por las riberas del Tera pasando por Codesal, Sandín y Robledo.


Divisando Ungilde se cruzó con un caballero: iba tan abstraído que casi cayó a las pezuñas de su cabalgadura. “¡Voto a tal, paisano! ¿No tenéis ojos en esa cara tan dura?” Modesto reparó entonces en su presencia: el jinete vestía todo de negro, negro su pelo, negra su montura; lucía una barba bien recortada, el gesto adusto, los ojos entrecerrados guardaban su mirada. “Disculpadme, señor: tengo tantas cuitas en la mollera que no puse mi atención en la carretera”. Inquiriole el otro por sus problemas y Modesto se los contó. “Amigo” - contesta - “Voy a hacer algo por vos: debéis llegar a la Puebla y plantaros ante el juez. Decidle que yo, Luis Ceferino, soy vuestro defensor. Que aguarde mi llegada, aunque pudiera tardar, porque es importante que me escuche antes de sentencia dictar.  Decillu bien alto: Luis Ceferino, os habéis de acordar”.


Y Modesto lo hizo tal como el caballero lo dijo: llegó a la Puebla, entró en el tribunal y al juez pidió la venia para un tiempo aguardar. Ya van sonando cuartos, ya van sonando las  medias, ya el demandante se viene a protestar, ya el juez y el secretario se empiezan a encenegar; se abre entonces ya la puerta y entra Luis Ceferino con un donaire sin par. “Disculpen vuesas mercedes por lo que les he hecho esperar, mas he estado ocupado con las pruebas que ahora quiero mostrar. Estuve cociendo habones y luego los fui a sembrar y quise dejarlos bien regados antes de venir para los juzgados” “¡Hola! Espera que esperarás y nos llega este tarado” - se oyó decir al posadero - “Nunca en la tierra ha germinado lo que en la olla ya ha sido cocinado” Luis Ceferino se giró triunfante: “¡Ay, tunante! ¡Ni jamás dos pollas nacieron después de que se frieron! Sin pollas no hay huevos y sin huevo no hay gallina; sin gallinas para vender no hay monedas para coger y sin monedas cogidas no hay tierras ni alquiladas ni vendidas... y así, sin límite ninguno. Si es cierto que mi habón no germina, de tu huevo tampoco habrá gallina y éste es mi alegato final contra acusación tan dañina”.


Allí acabó el juicio, mi señor, y uno por uno abandonaron la sala. Dicen que en la Costanilla Luis Ceferino alcanzó al ventero del Ánima Perdida: “La Justicia de este mundo te ha dejado en libertad, pero en el día de tu muerte yo te volveré a buscar” y riendo marchó para el Azogue do su caballo tenía en esa posada que llaman la Posada de la Villa. A grandes voces llamole Modesto, que por la cuesta corría, a agradecerle su elocuencia antes de la despedida.


“Pobre cuitado” - contestole el caballero, ya subido en la su silla – “Por vestirme de abogado yo ya he sido bien pagado. Antes de encontrarte con el mesonero, cerca de tu casa había a quien buen dinero debías: me convocaron, un alma infame me presentaron. No quisieron que otro antes mordiera del plato que ya está en su mesa. Te tienen los colmillos en las gorjas y ahora vendrán por tu bolsa, y tras tu bolsa tu hacienda y todo cuanto ganaste trabajando tu vida entera. Decís aquí en la tierra que la mancha de la mora, con mora verde se quita; en los infiernos decimos que el lobo que muerde primero come delante del compañero”.

Y aquí, mi príncipe, daremos fin a este cuento; aunque de Modesto la historia sigue y sigue, bien es cierto, permitidme que me calle justo en este momento, antes que vuelva a casa y tope con los usureros, aquellos de su comarca que le prestaron dinero.

Adaptación libre de un cuento tradicional sanabrés 

Pd. ¿Les apetece comentar cómo acaba para ustedes el cuento? ¿El Qué Sucede cuando Modesto regresa?

16 oct 2011

Romance de la Venta del Ánima Perdida (I)

Cuentan los que saben, mi señor, que no ha demasiados años vivía en un lugar cercano a Muelas un honrado propietario al que una mala cosecha y tres negocios mal llevados le enseñaron los dientes de la bancarrota. Necesitaba con premura Modesto – tal era su nombre – algunas buenas monedas de oro con las que comprar simiente y también afrontar los pagos de intereses de deudas añejas que tenía; mas los prestamistas de la comarca, tal vez por la poca fianza o por la husmia de una ganga fuera, no dieron en abrir sus bolsas. Quiera ser que a Modesto le hablaron de otro usurero más allá de las Portillas, que por fuerte mordida dejaba su dinero a quién a su casa fuera.



Y así, oh, príncipe, fue como una mañana de primavera Modesto despidiose de su esposa y de sus hijitas pequeñas y tomó el camino que viene de Zaragoza y hasta la Galicia llega. Llevaba el hombre de presupuestos y de cábalas la cabeza llena, por mucho que debatiera necesitaba esas monedas: quisiera el Dios de los cielos que, con la semilla nueva, la próxima cosecha fuera de las buenas; así pagaría sus deudas y hasta de comer hubiera. Y en éstas pasó la Alcobilla y ni miró sus castaños romanos, dejó atrás el puente de Trefacio sin reparar en su ciencia, ni vio en las orillas del Lago a los monjes pescar cuantas truchas quisieran. Le cogió la noche ya en las cuestas de Sotillo y hasta se levantó una cervisca de principios de primavera. Cayó entonces en la cuenta de cuándo dejó atrás la última venta y que en el camino que llevaba no encontraría cobijo durante la noche entera. Estaba ya por volver sobre sus pasos cuando en el recodo de una quebrada divisó una luz: en medio de la llovizna le pareció la más bella que jamás viera. Se acercó con cautela. Era una casa nueva, de piedra humilde pero muy bien puesta, de pizarra gruesa y humeante chimenea; el resplandor en los ventanucos era invitación cierta. “La Venta del Ánima Perdida” rezaba un letrero en el dintel de la puerta. “Será nueva” - pensó Modesto, que nunca antes oyó hablar de ella. Al ir a picar, le abrieron.


“Entrad, caminante, entrad si es vuesa voluntad. Tengo buen fuego y comida y la noche afuera se anuncia fría”  El ventero era un hombre de corta talla y grande barriga y en su cara la sonrisa mucho era lo que prometía. Modesto se sintió realmente agradecido de tan cordial bienvenida. “Amigo, hoy sois sin duda la salvación mía” - le dijo. “No pensaba que en la sierra tan arriba una venta nueva habría. Mas debo decir, buen posadero, que poco dinero es el que traigo en la cesta: cenar quiero, pero sin gastar mucho dinero” “Decidme vuesa merced qué os puede apetecer” “Pues tal vez de caldo una escudilla, o unos huevos de gallina fritos al amor de esa lumbre danzarina” Díjole el posadero: “Unos huevos fritos en buena manteca fresca no subirán demasiado vuestra cuenta”.

Y así, mi señor, Modesto comió los huevos en un escaño junto al fuego. El posadero revisaba legajos a la luz de uno de los varios candiles encendidos y no le dio más conversación. Parecían estar solos los dos. Modesto reparó en que la casa se veía limpia, ordenada; con muchas luces y muebles de castaño labrado con cuidado, hasta trébedes y morillos de hierro bien torneado. Preguntose para sus adentros si un negocio así en la sierra daría buen rendimiento. Al poco, satisfecho, terminó su cena y antes de buscar el jergón quiso saldar la cuenta. “Dormid y no penéis, caminante: tengo aquí tarea y pasaré la noche en vela. A la mañana, por seguro, me daréis la paga entera”


Y llegó el alba, engalanada por miriadas de diminutas perlas que la lluvia prendió en la yerba antes de su retirada. Ya el sol en los ventanucos guiñaba, ya Modesto con agua fría se aseaba, acercose el posadero a pedirle su soldada: “Éste es el precio fijado por el servicio prestado” y hasta la mesa crujió bajo el montón de papeles que allí posó. Modesto miró al posadero, miró los legajos, miró la suma que allí ponía: el color de la cara se le iba y se le venía. “Todo esto... ¿por vuestro cobijo y haber cenado dos huevos fritos?” “Todo está escrito” - el otro chascó la lengua - “¿No ha oído usted, buen caminante, de lo que vienen llamando lucro cesante?”

“De dos huevos que cenaste, dos pollas me mataste. De dos pollas, centenares de huevos. De centenares de huevos, docenas de gallinas. De docenas de gallinas, miles de huevos. De miles de huevos, centenares de gallinas. Y así, sin límite alguno. Pero pudiera ser que con los beneficios de los huevos y las gallinas quisiera comprar tierras y luego venderlas; o mejor: ponerlas en renta. Y así tendría cosechas y de cosechas, beneficios, y de beneficios, más tierras... Y así, sin límite alguno. Mas os tengo en buena estima y estaréis de acuerdo conmigo en que éste que os presento es precio para un amigo” “Pero...¡Yo no tengo tanto dinero!” “¡Oh, maldito sea tanto quiero y no puedo! ¿Habéis gastado por encima de lo ganado? Pues ya veréis, caballerete, como esto la guardia lo soluciona en un periquete”


Y Modesto contempló, abrumado por el terror, como el que anoche semejaba un amable barrigón, se convertía de pronto en un lobo sin control. Cogiole por los cabellos, por el suelo lo arrastró, encerrole en un zaguán y grandes candados le echó. Siete días con sus noches Modesto encerrado está hasta que la Hermandad de la guardia por allí le dio en pasar.

Cuando hallan al prisionero
aflojan la su bolsa, lo primero,
y es al maldito posadero
a quien entregan el dinero

“Esto es un pago a cuenta de lo que queda por saldar” Levantan acta los guardias, le dicen que del juzgado pronto lo van a citar y, después de reírse en su cara, lo dejan continuar.

(continuará)

15 oct 2011

8 oct 2011

De la fe


Los dos hombres se acodaron en la baranda de piedra. A su frente, después de bajar una doble escalinata, se extendía un jardín donde el arquitecto quiso recrear una naturaleza ordenada y, por lo tanto, artificial. Jóvenes parejas se arrullaban entre los matorrales. Las madres vigilaban los juegos de sus cachorros. Caía la tarde sobre los barrios de más allá del río.

- Tengo fe - dijo uno de los hombres - en que algún día cualquiera de estas ovejas levantará la cabeza entre el rebaño y dirá "¡basta!". Que se acabó. Que los perros no van a poder mantenerlas sumisas para siempre. Que los pastos para todos están en otra dirección y hay quién conoce el camino. Que los nuevos tiempos ya están aquí.

El otro apagó los restos de un cigarrillo contra el tacón de su zapato y guardó la colilla.

- Y habrás cambiado un salvador por otro, Carlos. Esa oveja tuya, la que levante la frente, se convertirá en pastor. Con sentimientos de pastor, con preocupaciones de pastor. Considerará que ella es la elegida para comunicar al resto de las ovejas - pobrecillas - cuál es el pasto verde. Y deberá equiparse bien para su tarea, una tarea tan importante que sin ella el rebaño no podría sobrevivir. Y mantendrá los perros, claro; también los secretos: no siempre todos pueden entender lo que es necesario hacer.

Abajo en el jardín un padre reunió sus zagales a voces. Los adolescentes se besaban con un punto más de urgencia.

- Yo también tengo sueños, Carlos - continuó - Creo en algo que nunca se ha visto. Eso es tener fe, ¿no?. Pues entonces, tengo fe en que algún día tus ovejas tomarán consciencia de ser manada y no rebaño. Que lo que puedan hacer será juntas, que se mueven tan rápido como la más lenta entre las suyas. Que la mentira nunca beneficia, que los negocios no son engaños. Que si hay para todas ¿por qué acumular? Y si no lo hay ¿no será mejor buscar entre todas?
- Nunca entendiste el mundo real.
- No.
- León, si comparas nuestros sueños verás que no son muy diferentes. Tú piensas que mi método es erróneo. Yo pienso que el tuyo es imposible. ¿Qué podemos hacer?
- ¿Y si nos olvidamos de la fe... y nos ponemos a andar? Los pasos correctos, los naturales. Desde el presente. Los actos de cada uno cambian el mundo. Y millones de granos de arena forman una duna que nadie puede contener.

Una corneta llamó al cambio de guardia en palacio.

- Vámonos, León. Conozco una bodega aquí cerca donde sirven un vino dulce que sana todo el mal sabor de boca. Mira... muchos han tenido, y tienen, fe en que tras la muerte alcancemos un mundo mejor. El miedo a que eso no suceda, a la expulsión de ese edén, ha permitido a unos cuantos manejar el rebaño a su antojo. A veces mejor y a veces peor, pero no hablamos de eso ahora. Tú y yo pensamos que éste es el mundo, ésta es la vida que tiene que ser mejor: tenemos fe en que es posible lograrlo. La fe nos ayuda a mejorar.
- Entonces piensas que es imposible avanzar sin muletas.
- ¿Sin muletas...? Ah, sí, creo que no se puede avanzar sin ayudas.
- Tomemos ese vino cuanto antes, Carlos. Porque yo podría contestar que el mundo mejor es primero una consecuencia y no un objetivo; entraríamos entonces a definir qué entendemos cada uno por mundo mejor, consecuencia y objetivo... Y te aseguro que no terminaríamos nunca.

Y ésta es mi contribución a la convocatoria para hablar de La Fe en la blogsfera, lanzada por Pensamientos JFS  y blog.artecar24.com  El diálogo forma parte de un """ relato ejemplarizante""" (sí, con muchas comillas) de esos del cajón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez abandonado, silencioso y cubierto de otros papelajos varios...  Tal vez hoy no lo escribiría; pero, a pesar de ello, sigo asumiendo lo que cuenta y creo que encaja en la convocatoria, por lo que intentado adaptarlo un poco y compartirlo con todos ustedes. Espero su benevolencia con este - que fue - joven aprendiz de escribidor... y aprendiz sigue siendo.

5 oct 2011

¿Quixote sanabrés? "El hombre que hablaba difícil", de César Brandariz


No es la primera vez que traemos aquí las teorías que sitúan el nacimiento de Cervantes en Sanabria. Yo - ya lo he dicho también - no soy de ninguna manera un experto en el Quijote, ni siquiera conozco la región de La Mancha tanto como se merece. Leí la novela entera un par de veces; de la última hace más de quince años. Sí conozco algo del habla, la historia, el paisaje y las costumbres de esta comarca y - sin patrioterismos de ningún tipo - sí, debo decir que incluso para un profano como yo hay coincidencias cuando menos llamativas. Como siempre digo, lo mejor es venir y comprobarlo por uno mismo.



D. César Brandariz, que ya en su momento honró a este blog con sus aclaraciones sobre una mención anterior, ha publicado recientemente
El hombre que "hablaba difícil", un nuevo libro sobre el tema del que quiero presentarles un pequeño fragmento:




"En Don Quixote hay más que indicios de existir un juego de encubrimientos entre las dos acepciones de la palabra mancha.
En la parte de Sanabria aludida, se localizaba la "mancha" de los manchados próxima al escape y la frontera de Portugal.
En Don Quixote, Cervantes intenta disfrazar y ocultar el escenario real con topónimos prestados de la otra Mancha, la de los manchegos, pero en ningún momento la narración ofrece la más mínima conexión con esta otra zona [...]



[...] Efectivamente las descripciones nunca coinciden con La Mancha geográfica: ni las siete lagunas, ni la cueva de Montesinos, ni la flora, ni la profusión de bosques de robles o castaños. Ni por supuesto las inexistentes hayas. Tampoco coinciden nunca las costumbres. No se araba con bueyes, tan citados en Don Quixote, ni se oían los chirridos de las ruedas de sus carros. Ni al pez que Cervantes come en algún lugar fuera de La Mancha y de Castilla se le llama trucha. Ni la olla podrida de Las Bodas de Camacho coincide con la usual entonces en La Mancha, condimentada con abundancia de especies vegetales, ni en La Mancha geográfica recitaban las zagalas en portugués, ni sonaba la gaita zamorana, ni los arrieros montaban hacas galicianas. Ni el concejo vecinal, institución de origen celta, existía en el sentido que comenta Sancho a su mujer, ni las mujeres trocaban el apellido por el de sus maridos, ni se hacían rogativas con disciplinantes para que lloviese en el mes de agosto, etc.etc.
Si Cervantes atravesó La Mancha antes de 1575 tampoco pudo ver Molinos de Viento porque no existían, el primero se instaló ese año. En el noroeste español llevaban más de dos siglos y Cervantes los conocía ya de su zona de origen."
Cesar Brandariz El hombre que "hablaba difícil" ¿Quién era realmente Cervantes? Ézaro Ediciones, 2011

Fotos: Paraje de La Aldonza, junto a Santa Colomba ¿del Toboso?