26 sept 2012

Cortando Árboles

"Saber es hacer. El que no hace, no sabe."
 Lema en el escudo de la antigua Escuela de Ingenieros de Montes


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 "Pero la mejor solución [contra los incendios forestales], la más sostenible y eficaz, pasa por recuperar las actividades agropecuarias y forestales tradicionales. Por potenciar el sector primario. Por aprovechar la madera, entendiendo de una vez por todas que es un recurso renovable; por regular los aprovechamientos de setas y frutos; por impulsar la utilización de la biomasa para generar energía; por recuperar el pastoreo y las explotaciones de corcho y resina... Pasa por tomar medidas que impulsen que los bosques vuelvan a ser rentables [...]" Forestalia



Soy de los que sienten una punzada en el corazón cuando veo caer un arbol, cualquier arbol - años de historia, un ser vivo que termina su andadura. Pero también pienso que un aprovechamiento forestal racionalmente planificado no sólo puede ser provechoso para el ecosistema sino que se está convirtiendo en el único futuro posible para el mundo rural. Nuestros antepasados lo tuvieron muy claro y, gracias a sus saberes, determinadas zonas han llegado a nuestros días manteniendo su entorno natural. Por supuesto, también en otras épocas se hicieron muchas barbaridades: unas veces por necesidad, otras por ignorancia, otras por avaricia y no pocas por la suma de las tres. Aquí en Sanabria se recuerda - Xabres lo trajo a un comentario de este blog - la cantidad de robles centenarios que se cortaron y malvendieron para la construcción del ferrocarril. Quizás lo que nos falte ahora, una vez más, es un proyecto conjunto en el que todos nos sintamos implicados.


"La silvicultura (del español silva, selva, bosque, y cultura, cultivo) es el cuidado de los bosques, cerros o montes y también, por extensión, la ciencia que trata de este cultivo; es decir, de las técnicas que se aplican a las masas forestales para obtener de ellas una producción continua y sostenible de bienes y servicios demandados por la sociedad. Estas técnicas se pueden definir como tratamientos silvícolas, cuyo objetivo es garantizar dos principios básicos: la persistencia y mejora de la masa (continuidad en el tiempo y aumento de su calidad) y su uso múltiple. El silvicultor emplea diferentes tratamientos silvícolas en función de lo que quiera obtener, como madera, leña, frutos, calidad ambiental. Por ello, la silvicultura siempre ha estado orientada a la conservación del medio ambiente y de la naturaleza, a la protección de cuencas hidrográficas, al mantenimiento de pastos para el ganado y a la fruición pública de los bosques. La silvicultura origina una producción diversa (diferencia clara con la agricultura), siendo necesaria la compatibilización de todas las producciones y externalizaciones que produce. Será el principio de preferencia quien rija el orden de éstas, mediante listas de preferencias jerarquizadas.



La producción de una masa se puede dividir en:
  •     Producción directa: (maderable y no maderable): productos inmediatos o materias primas ( ej.: madera, leñas, corcho, resina, caza, etc.)
  •     Producción indirecta: productos mediatos o externalidades positivas. Lo generan las masas por el hecho de existir (por ejemplo: fijación de carbono, regulación del ciclo hidrológico, biodiversidad, etc.)
Forman parte de su campo el arte de crear o conservar un bosque, y la teoría y la práctica de regular el establecimiento de una masa arbórea, su composición y desarrollo; para ello se apoya en la geobotánica, ecología, edafología, climatología y dendrología entre otras." Wikipedia



El problema está en que demasiadas veces las políticas de aprovechamiento forestal se diseñan en despachos lejanos donde no parecen conocerse ni las necesidades del territorio (repoblaciones aberrantes) ni las de sus pobladores (especulación pura y dura).

¿Les apetece opinar sobre el tema?



20 sept 2012

El único libro y la gaita de huesos


Mamemede no tenía más que un libro; pero era un libro mágico lleno de historias siempre cambiantes que a veces, si andaba atareado, llegaban al final feliz en un suspiro y otras, cuando las tardes se hacían interminables allá en la sierra, se detenían en cada detalle por pequeño que fuera: los arabescos de la niebla en la ribera o el color de los hilos en el bordado del sayo de Carolina. El libro no tenía estampas, pero las pequeñas letras impresas se combinaban en imágenes tan vivas que Mamede se creía dentro de ellas. Nunca nadie le enseñó a leer.

o O o 

Los vecinos murmuraban que alguien tan feo y contrahecho no podía sino ser fruto del ayuntamiento entre una bruja y un íncubo escapado del infierno. Mamede no se llevaba con nadie. Vivía en un chozo construido por él mismo en los altos de la aldea, rodeado por doce mastines y cerca de los pastos donde apacentar su rebaño. Pocos recordaban que de recién nacido fue abandonado en los nichos de la Carballeda y que se hizo mozo de criado en la Venta de Touza Oscura.

Una noche de baile frenético Gelín el Cojo le dejó como propina una talega llena de duros de plata, agradecido por su presteza al rellenar las jarras. “Toma, rapaz: para que te compres una gaita y hagas sudar a las mujeres”- le dijo. Mamede salió por la puerta y nunca volvió.

o O o

En aquel que después fue recordado como el año del hambre, en lo más crudo de su invierno, llegaron ante la puerta del chozo un viejo y una mujer, gesto de cansancio infinito, cada uno su fusil colgado al hombro. Le pidieron un sitio donde descansar y un mendrugo de pan, si acaso lo había. Mamede arrimó al llar unas brazadas de paja y compartió con ellos las gachas de la cena. Luego pasó la noche viendo dormir a la mujer. Olía como debe oler una madre: a ternura, a amparo.

A la mañana siguiente ella le regaló el libro. Adornaba su cubierta el dibujo de otra mujer,  una poderosa pero amable guerrera con una balanza en la mano y un león sometido a sus pies. “Este libro cuenta cómo el mundo puede ser mejor para todos” - y sonrió antes de marchar. El viejo estrechó su mano sin decir nada y le miró a los ojos con tristeza.

Días más tarde llegó otra pareja: fusiles al hombro, gesto adusto, capote y tricornio. De malas maneras le preguntaron si había visto forasteros por los montes. Mamede puso su mejor sonrisa de bobalicón y lo negó todo.

Entremetido bajo el chaleco de lana, bien cercano al pecho, escondía el libro regalado.

o O o

Al poco de instalarse en el chozo Mamede construyó una gaita. Se sabía en deuda con Gelín el Cojo y las deudas deben pagarse. La hizo a su libre dictado, con el vientre y los huesos de un lobo carnicero y la vistió con el pellejo del mastín que lo mató muriendo.

Había noches, sobre todo cuando la luna nueva, que a Mamede las gorjas se le llenaban de olor a ternura, a amparo, y entonces no le bastaba con la compañía de sus perros y subía por encima del Geijo a espantar su soledad. Nunca supo de bailes ni procesiones (1), pero era capaz de sacarse hasta el tuétano en cada tonada. La voz de la gaita de huesos era un grito de afirmación, de desafío, de melancolía por lo que nunca tuvo... y de temor ante lo venidero. Cuentan que en no pocas ocasiones los lobos respondían con aullidos al sentir el sonido de los vacíos de su compañero.

o O o

Y cuentan también que aún hoy, cuando Mamede lleva ya muchos años enterrado junto a las puertas de lo que fue su chozo, allá por cima del Geijo en las noches de luna nueva se siente tocar la gaita de huesos y que los lobos siguen respondiendo con sus lamentos.

Aunque por seguro será sólo el sonido del viento entre los robles... o murmuraciones de la gente.


(1) Bailes y Procesiones son los dos grupos de tonadas básicos que un gaitero debe dominar si quiere ganarse la vida como profesional: lo profano y lo sacro.

Fotos: Cordel sanabrés a su paso por el Truchas.

11 sept 2012

Sotillo, 1799: Sermón de Honras por Santiago Fernández


Santiago Fernández y Melgar de la Purificación nació en Sotillo en el primer cuarto del S.XVIII. En "aquella corta población de Sanabria" pasó su primera juventud, hasta que fue "conducido después por la Divina Providencia a las Andalucías" donde ingresó en la orden de los agustinos. Murió en Sevilla el año de 1794 tras una vida en la que destacó como "dechado de la más alta perfección en virtudes cristianas y religiosas". Casi cinco años después, en agosto de 1799, D. Francisco Isidoro Gutierrez y Vigil, obispo de Astorga, decide dedicarle unas solemnes exequias en el pueblo que le vio nacer, "no menos celoso  de promover por cuantos caminos puede la Gloria de su nativo diocesano en que tiene la suya, que de procurar a sus ovejas y aun a las ajenas un pasto abundante de saludables y eficaces doctrinas" Hasta Sotillo se desplazó lo más granado de la corte episcopal para escuchar al encargado del panegírico: el franciscano Fr. Miguel Rodríguez y Carbajo, que comenzó sus extensas palabras - el libro que las recoge, disponible en la BNE, ocupa más de doscientas cuarenta páginas -  con una cariñosa bronca a los sanabreses de la época.


"Sí, pueblos sanabreses, y tú particularmente, pueblo de Sotillo, que como más interesado en la conservación de este tu ilustre Hijo, debías ser el primero en las demostraciones del más vivo sentimiento por su pérdida, dignos seríais de cualquiera amarga censura y reprehensión por el porte y conducta indolente que manifestasteis en la falta del sujeto de quien os hablo, si no mediaran para excusaros en parte algunos motivos razonables. A no intervenir estos, yo os diría sin el menor rebozo, y con la libertad santa con que debe hablar un Ministro de la palabra divina, o que erais insensibles, pues no os hacían impresión alguna vuestros mayores males, o erais cuando menos unos injustos apreciadores del bien verdadero, pues la pérdida de uno de los más grandes que podíais lograr en esta vida, no os había parecido digna de vuestras lágrimas, ni tampoco de vuestra consideración.
 ¿Ignorábais que lo era para vosotros vuestro paisano el Venerable Hermano Fr. Santiago Fernández y Melgar de la Purificación, Hijo el más ilustre y esclarecido de este pueblo? No sabíais que mientras vivió en él, que fue casi hasta su completa juventud, era un ejemplo de virtud aun para los ancianos, un corrector caritativo de los defectos de sus iguales, un maestro de los ignorantes, un padre tierno de los necesitados, un consolador oportuno de los enfermos y moribundos, y para con Dios un mediador de todos?. ¿Y que ausente de él y de toda esta su patria, procuró para ésta y para aquel las más grandes ventajas con el mérito de sus heroicas virtudes, con la eficacia de sus fervorosas oraciones, y con las estupendas maravillas que el Señor obró a su favor de muchos por su respeto?

Fr.Santiago, visto aquí
Dime, pues, amado pueblo mío, ¿no debería esto bastar para que luego que te llegó la infausta noticia de la muerte de este ilustre Hijo tuyo, acaecida en Sevilla el día diez y ocho del mes de enero del año de mil setecientos noventa y cuatro, te cubrieras de luto y de ceniza en demostración de tu dolor? ¿No era muy razonable que lloraras amargamente esta pérdida tan grande, como lo hizo Judá y Jerusalen al primer anuncio de la que padecieron en la muerte de otro hijo suyo el piadosísimo Rey Josías? ¿Y que no contento con esto convocases a los cantores y cantoras de los demás pueblos del país para que sobre él repitiesen endechas fúnebres, como lo practicaban con aquel santo Rey todos los años los cantores y cantatrices de Israel? Decidme también vosotros, pueblos de Sanabria, ¿no era muy debido ejecutásteis (sic) igualmente esto mismo, habiendo para ello razones tan justificadas? ¿No era muy justo que acompañáseis a este pueblo en los lamentos que debía producirle naturalmente la consideración de su desgracia?. Decidme en fin todos: ¿no era muy conforme a razón, que después de haber dado el correspondiente tiempo al desahogo de vuestras lágrimas, convocáseis a vuestros sacerdotes y eclesiásticos que entonando fúnebres cantos al Dios vivo en memoria de vuestro paisano difunto, fuesen a un mismo tiempo un socorro y alivio para su alma, caso de aun necesitarlo, y un auténtico testimonio del aprecio que de él hacíais, y el os tenía merecido? 

 Nada de esto habéis ejecutado en los cuatro años y medio largos que desde la muerte de este varón grande van corriendo[...]"