16 feb 2013

Inés Camaro: Vivir y crecer en el entorno del Lobo (1)

 "No hay nada más universal, menos elitista, que el impulso humano primario de dejar constancia de nuestro paso por la vida, de dar forma a la experiencia a través de imágenes y relatos. Por eso conmueven tanto esas manos abiertas impresas en la pared de una cueva, hace decenas de miles de años, o esos cuentos que no han necesitado ser escritos para transmitirse como mensajes de ADN de una generación a otra. Queremos contar lo que nos ha pasado. [...] Pero las historias que se conservan casi nunca son las de los trabajadores, los pobres, los analfabetos. El archivo inmenso de esas vidas se borra casi sin rastro en el tránsito de cada generación"  
Antonio Muñoz Molina - Dejar constancia, 2012 

Quiero agradecer públicamente a Inés Camaro Sánchez que haya elegido este blog para dejar constancia de sus recuerdos.


Recuerdo de cuando era muy pequeña ese cuento de "Pedro y el lobo" y que no era bueno decir mentiras.

Pues con esa idea crecías y tenías que demostrar ser valiente, además yo, especialmente, no podía permitir que nadie pensara que yo pudiera tener miedo a nada, tenía que ser valiente como lo hubiera sido "él"; Pedro no, "él".... Así que no daba un paso o tomaba una decisión sin pensar que haría "él" si estuviera en mi lugar. E intentaba que no se notara la diferencia, aunque ahora sé que era un vano intento. Cada uno es quién es y jamás, por mucho que lo intente, puede ser otro.

La  tierra donde nací y me crié, la comarca de Sanabria en el noroeste de Zamora, tiene un clima bastante riguroso en invierno, con intensas nevadas. En la segunda mitad del siglo pasado se daba caza al lobo, era frecuente escuchar sus aullidos en las largas noches del invierno cuando escaseaba la comida y bajaban de la sierra buscando alimento. Siempre oí hablar del lobo y del cuidado que los pastores de las ovejas tenían que tener, porque éstas o sus corderos eran su objetivo.


Los primeros momentos en los que el lobo influyó en mi vida se remontan a un invierno de nevadas muy fuertes. Por entonces vivíamos en una casa que casi era la última del barrio de abajo, allí vivíamos mis tres hermanas, nuestros padres y yo; yo era la segunda. Era una casa al abrigo de otras casas sin habitar y pajares donde se guardaba la hierba seca o los ramajos. La casa tenía forma de herradura en torno a un corral, en la parte baja había cuadras donde se cobijaban los animales: vacas, ovejas, gallinas, cerdos, una cabra y la burra, entonces todos los vecinos tenían burro o burra pues eran muy útiles para transportar carga. Cuando las nevadas eran intensas los animales no salían al campo, sólo hasta la poza mas cercana a beber agua, comían hierba seca, paja de las cuañeras y ramajos, grano de centeno, remolacha troceada, castañas, manzanas y berzas, que de esta verdura siempre había en invierno porque no se helaba. De ella se hacía también el escaldao para los cerdos, mezclándolas con patatas y harina. De todos esos alimentos se hacía acopio durante verano y otoño y se almacenaban en los pajares.


En uno de estos días de nevada, mientras cenábamos mi padre dijo “Se han visto pisadas de los lobos bien cerca y los perros del pueblo no dejan de ladrar. Hay que atrancar bien las puertas y guardar al perro”. No se equivocó: esa noche, al escuchar mugir a las vacas,  mi padre se levantó, salió al corredor y encendió un fachón de paja que siempre tenía preparado en un soporte de la pared. Cuando bajó las escaleras enseguida encontró las huellas de sus pezuñas: los lobos se habían paseado por nuestro corral.

Al día siguiente, hablando con otros vecinos, supimos que la perra del ti Juan y la ti Teresa había salido tras los lobos y aún no había regresado. Los lobos estuvieron aullando toda la noche. La perra se llamaba Loba y era tan grande como los ellos, era la guardiana del barrio de abajo y la ti Teresa era nuestra guardiana cuando mi madre nos dejaba solas. Loba muchas veces se venía con mis hermanas y conmigo cuando salíamos al campo con las ovejas y compartíamos con ella la merienda.

Pasaron varios días y Loba sin aparecer.


Por fin salió el sol y la nieve se deshizo un poco, se reanudaron las clases en la escuela. Era mi primer curso y vino el cartero con las cartas, pues cuando nevaba el cartero no venía, y los animales pudieron salir al campo. Cuando bajábamos de la escuela al mediodía, al pasar por un corral pequeño junto a una casa habitada oímos unos gemidos lastimeros y nos acercamos a ver qué sucedía. Allí, en un estado lamentable, estaba Loba con su piel hecha jirones; las orejas mordisqueadas, a su boca le faltaban pedazos de carne y parte de sus dientes quedaban al descubierto. Se lamía las patas, o lo que quedaba de ellas, y sus ojos estaban hundidos. Ella gemía y temblaba sin cesar, tenía un sufrimiento indescriptible que nadie sabía cómo aliviar. Creo que ya nadie esperaba encontrarla con vida y allí estaba... Debieron ser varios los lobos que la atacaron para dejarla así.

Nadie supo dónde estuvo ni cómo llegó allí; ni porqué se cobijó en aquella cuadra que estaba a cien metros de la casa de sus dueños. Parecía como si no quisiera que la vieran  tan maltrecha y herida. Todos nos volcamos en cuidarla, pero estaba tan débil que no parecía que pudiera sobrevivir. Con agua y leche se alimentó los primeros días y pasó mas de un mes antes de ponerse en pié. Hasta que no recuperó las fuerzas no regresó a la casa de sus dueños.


Al finalizar ese invierno los cazadores pasaron por el pueblo y llevaban expuestas varias pieles de los lobos que habían abatido. Era costumbre que fueran por los pueblos y la gente les daba obsequios, porque se suponía que la eliminación de los lobos beneficiaba a los propietarios de ganado. Yo pasé la mano por la suave piel y sentí algo extraño que no sé cómo explicar: yo quería mucho a Loba y lo pasé mal al ver lo que sufrió, pero no entendía que tuvieran que morir los lobos.

Aunque fuera mi primer curso en la escuela y no supiera de lo que enseñan los libros, yo ya había aprendido que los animales debían estar bajo el dominio del hombre; por lo menos desde aquel día que me escondí bajo la cama porque no quería oír ni ver matar a los cerdos, aunque no me sirvió de nada porque me encontraron y me obligaron a sujetar el cubo para recoger la sangre. Nunca he podido olvidar el olor dulzón de la sangre caliente chorreando hacia el cubo, tampoco el vapor que desprendía por el frío invernal. Comprendí que de aquello dependía nuestro sustento para el resto del año, al igual que del resto de animales que teníamos. Me enseñaron a tratarlos bien, aunque el final fuera que tuvieran que morir. No era bueno encariñarse con un pollo, o con un cordero, porque desde que nacía ya estaba sentenciado para una fecha. Las gallinas y las corderas servían para aumentar el gallinero o el rebaño. Esto era una de las cosas más crueles del mundo rural, yo reconozco, y no me avergüenzo, haber llorado por algún cordero o un cabritillo al que le había dado besos y abrazos.


Pero los lobos no nos pertenecían, eran animales del bosque y de las montañas y sólo cazaban para alimentarse. ¿Porque éramos sus depredadores? Al preguntarle a mamá por esto ella me dijo que lobo muerto era oveja o cordero que se salvaba. Entonces no había compensaciones para los que perdían ovejas por culpa de los lobos y esto podía causar estragos en la pequeña economía rural, no había seguros que protegieran cuando una vaca se despeñaba en el monte o un cerdo moría del mal rojo etc.etc. Cuando se despeñaba una vaca solía ser en lugares de difícil acceso, entonces la desangraban, la troceaban y se daba carne a todos los vecinos. Si un cerdo u otro animal moría extrañamente se le enterraba al pie de un castaño, bien profundo para que no le desenterraran las alimañas.

A menudo mi hermana mayor y yo nos subíamos al tejado de nuestra casa, a escondidas, para comer uvas de las parras; sobre todo los lunes, cuando nuestros padres se iban al Mercado del Puente. Nos tumbábamos sobre las pizarras y a veces nos quedábamos dormidas, con el peligro de rodar hasta la calle o el corral y caer sobre el tajo de cortar leña o sobre la macheta. Nosotras no advertíamos el peligro: entrecerrando los ojos veíamos  miles de telarañas que se deslizaban con el viento y soñábamos con lo que haríamos cuando fuéramos mayores. Allí nos sentíamos seguras y si venían lobos de cuatro patas - o de dos - nunca nos verían. De los de dos patas nos avisó mamá que eran los peores y que tuviéramos mucho cuidado. Cuando fui más mayor comprendí lo que mamá quería decir con eso y agradecí esos sabios consejos. Supe que sí, que hay lobos de dos patas y que siempre están al acecho. En los últimos años me parece que las mujeres han bajado la guardia.

Nosotras pasábamos muchos días totalmente solas, pues nuestra madre acompañaba a nuestro padre a realizar trabajos muy duros cortando árboles. La madera era parte de la economía de la gente, pues cuando llegaba la siega o la matanza quien más quien menos necesitaba dinero para comprar pimentón o pagar a los segadores, y era entonces cuando recurrían a vender un árbol. El que vendía un árbol sabía que debía que plantar otros tres para que Sanabria siempre tuviera árboles.


Nuestras aventuras en el tejado finalizaron el día en que la tabla donde nos apoyábamos para subir cedió bajo el peso de mi hermana: los clavos se le hincaron en el costado y ella quedó colgando, suspendida del corredor y la sangre chorreando por una de sus piernas. Menos mal que mamá estaba en casa en esa ocasión. No fue fácil rescatarla, pues mamá no la alcanzaba desde abajo. Al final pudo bajarla arrimando el carro para cogerla. Mamá estaba furiosa y creo que tenía un ataque de nervios. Gritaba: ¡Me vais a matar a disgustos!. Fue mamá quien curó a mi hermana. Cuando le apartó el vestido se podía ver como se movían los tejidos internos por entre las costillas abiertas al respirar. Mamá desinfectó la herida y le dio puntos como ella hacía siempre, tenía un valor difícil de definir. A mí también una vez me cosió una ceja, que me rompí patinando en el hielo de la poza. Cuando le contaron como había sido, primero me dio unas chuletas en el culo y después me curó. Mamá nos cosía como cuando cosía la ropa que nos hacía, pulcra y segura, con una aguja de coser normal e hilo normal, agua y jabón casero para limpiar. Entonces no era fácil encontrar un médico urgentemente. Vivía en otro pueblo y el transporte más rápido era la burra.


Puede parecer que nosotras éramos unas pequeñas salvajes y que nos arriesgábamos más de lo que nuestra madre pudiera controlar, pero así era la vida de todos los niños en aquellos tiempos. Las que decían que éramos salvajes eran nuestras tías, cuando venían al pueblo de vacaciones, y es que ellas se habían hecho muy finas: eso de subirse a los tejados o a los árboles ya no las parecía bien. ¿Por qué? Si ellas habían hecho lo mismo...

Inés Camaro Sánchez - La niña que no debió ser V



Nota: Las ilustraciones de lobos se han realizado a partir de fotos recogidas en Beautiful free pictures (1) y en All about wolves(2), catalogadas ambas como public domain.

47 comentarios:

  1. Me gusta el lobo a rabiar pero me siento contradictoria con él y con el hombre me pasa casi lo mismo, a veces yo también soy indecisa y otras ...no sé.
    Me ha encantado la historia de Inés y si continua, más aún.
    Las fotos son preciosas.

    Un abrazo

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    1. :) Continúa, continúa. Eso seguro
      Un abrazo, Arena

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  2. Historias reales y conmovedoras.
    Las fotos muy acordes con el relato, invitan a imaginar.

    Yo tampoco entiendo que quien fue niño o niña luego recrimine en la edad adulta las travesuras de los niños. Yo también fui salvaje y me encantan los chicos y chicas moviditas.
    Un abrazo

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    1. Además, una infancia en el campo, con tantas cosas por explorar... No había opción de apoltronarse en el sofá.
      Un abrazo, Katy

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  3. Precioso relato Inés, yo podria ser tú en esta historia, esperamos el próximo capítulo.
    Eli

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    1. Gracias por dejar tu comentario, Eli.
      Un saludo

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  4. No siempre los pobres han sido borrados de la historia. La historia de la Bestia de Gevaudan (vaya si me comi registros con esta) esta centrada en ellos.Las victimas, los sobrevivientes, los que pelearon por su vida, son pobres, gente del pueblo, los que se desmayan de hambre en las batidas, son gente comun y corriente. Era y es imposible borrarlos de la historia.
    La leyenda que rodeo a estos lobos, hizo que cada generacion recreara historias,sacara moralejas y demas, distintas historias, hasta que a los Grimm a causa de un suceso en Alemania que rebroto esta historia añeja hizo dar protagonismo a los olvidados. Por alguna veta, siempre la gente comun se cuela en la historia entre los grandes.

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    1. No había identificado a la Bestia de Gevaudan, ya he visto que inspiró la película francesa de "Pacto de Lobos"...
      No, si la gente común siempre estamos en la historia: como número, como víctimas, como masa, como "mercancías" de los que mandan en cada momento... Pocas veces contando nuestra versión.
      Lo dice Muñoz Molina en el artículo citado: en España no somos muy proclives a publicar "Diarios", ni siquiera demasiadas "Memorias" o "Correspondencias", al menos comparados con otros paises de mayor tradición.
      Si retrocedes un par de siglos casi lo único que encuentras de la gente "de calle" son los procedimientos judiciales o los registros eclesiásticos.

      Abrazos, Alix

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  5. El pueblo de mi padre está situado en el margen derecho del embalse... él había ido a visitar a unos familiares unos kilómetros mas abajo, en el mismo margen del río...se le hizo tarde y ya era noche cerrada cuando, acompañado de su caballo emprendió el camino de vuelta con la sensación constante de ser observado desde el otro lado.... llegando a casa el río se estrecha y mi padre oye como varios pesos caen al agua.... aprieta el paso y llega al patio justo a tiempo para oír como una unas uñas rascan en en otro lado del portón.

    Con estas historias me crié yo, imagina el aprecio que le puedo tener al bicho.

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    1. Cualquiera que haya nacido y crecido en territorio de lobos, más si ha intentado también vivir de la tierra, es muy difícil que no vea al lobo como un adversario. Yo, por supuesto, estoy en contra de su exterminio - iniciativas como la de la Diputación de Ávila, que quiere dejar libre de lobos su provincia, me parece una aberración - pero igualmente en contra de la minusvalorización de sus vecinos humanos, los que "soportan" en primera persona el coste de mantener su supervivencia.
      Creo que hay una convivencia posible.

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  6. El lobo siempre me ha parecido un animal muy misterioso y, por tanto, atrayente; tiene eso de primario que tanto nos acerca a los seres humanos. Las historias de lobos siempre son especiales, y esta de Inés Camaro es especial, muy interesante. Esperaremos la segunda parte. Un fuerte abrazo, querido amigo Xibeliusss.

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    1. El lobo es el gran adversario, Paco: se le teme y se le respeta casi a partes iguales. Yo creo que de ahí nace la fascinación por su figura.
      Un abrazo, amigo

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  7. Me ha gustado muchísimo este relato de recuerdos. Cuando me he venido a dar cuenta ya se había terminado. Ojala su amiga Inés haga alguna nueva aportación.
    Felicidades. Un abrazo.

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    1. Gracias, dlt. Los recuerdos de Inés continuarán en la próxima entrada, todos podremos seguir disfutándolos... y aprendiendo.

      Un abrazo

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  8. Es una realidad lo que he leído. Muchas de las cosas que ha relatado Inés no todas ya que cada persona en ciertos tiempos las vivieron a su manera, pero sí, la vida de los pueblos Castellanos ha sido una lucha constante por sobrevivir.
    El lobo es respetado y diría que forma parte del entorno, ¡Que bella es la imagen principal!. Los cazadores y doy fe de ello lo respeta, es como la marca de la comarca, la huella al mismo tiempo de la supervivencia en dos mundos por supuesto diferentes.

    Gracias, Xibelius e Inés.
    Un abrazo

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    1. Así es, Soledad. Quizás en pueblos más grandes fuese distinto, pero la vida en las aldeas sanabresas no fue distinta a las de Sayago, Aliste, el Bierzo, los Ancares, Tierra de Trives... Zonas con abundancia de nieves y lobos.
      Un abrazo

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  9. A veces cuando termino de leer un post, me quedo un rato un poco ida, me cuesta volver del lugar al que acabo de viajar, y no sé muy bien que decir, ni como...me pasa mucho aquí porque me pasa con los post que más me gustan... Esa madre cosiendo las heridas de sus hijas después de haber administrado el castigo, conozco muchas mujeres con "un valor difícil de definir", pero esta entrada me toca mucho el corazón. Gracias Inés.

    Las ilustraciones son una pasada, Xibeliuss. Un beso

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    1. :) Ése es también mi párrafo favorito, Alma: define rápido y bien lo que era la vida en los pueblos. "Mamá nos cosía como cuando cosía la ropa que nos hacía, pulcra y segura, con una aguja de coser normal e hilo normal, agua y jabón casero para limpiar." Había que apañarse.

      Un abrazote

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    2. Gracias a tí Alma,admiro esos hombres y mujeres que ante los hechos consumados,no perdían la calma y encontraban soluciones.

      Un abrazo.

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  10. Mi enhorabuena a Inés porque el retazo de infancia que ha convertido en bellísima literatura en este texto, palpita de vida, recuerdos y autenticidad. Difíciles años para la zona sanabresa pero los entrañables recuerdos de Inés convierten esa vida tan dura y real, en hermosas andanzas infantiles indelebles en la memoria.

    El tema del lobo sigue siendo controvertido, y los que vivís por esa zona lo sabéis mejor que nadie. Tienes toda la razón, Xibeliuss, cuando dices que es temido y respetado a partes iguales, y que es inevitable que las gentes del lugar lo considerasen un adversario ya que su sustento dependía de la pericia de los colmillos de ese lobo (y no había ayudas de la Junta por los destrozos; no sé si ahora se mantienen). Actualmente, es muy difícil intentar ver a este esquivo animal aunque intentarlo lo he hecho muchas veces, alguna de ellas con éxito. Siento una admiración y un cariño especial por este animal, aunque también fue fruto en mi niñez de alguna que otra pesadilla.

    En fin, mi felicitación a Inés por tan hermoso y sentido relato, y a ambos por esas fotografías tan bellas.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Me alegro que hayas salido a intentar ver el lobo en su elemento, Marisa. Ahora hay una oferta turística importante, con programas que además de las clásicas "esperas" también ofrecen visitas a curros y corralones, se interpretan huellas, se habla con pastores de la comarca, se cuentan historias... toda una experiencia de "inmersión" más profunda que la simple visión lejana del lobo.

      Un fuerte abrazo, Marisa

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  11. Muy bien contada esta experiencia, tan sensible. Da una idea bastante precisa de cómo debía ser la infancia en esa época y en Sanabria. La infancia es un territorio del alma... Enhorabuena a la autora. Un abrazo, querido amigo.

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    1. Ah, sin duda: "La infancia es un territorio del alma" Un territorio que debemos cuidar, porque nos sirve de refugio cuando nos es necesario buscar un poco de alegría.
      Un abrazo, Isabel

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  12. Muy bonito y muy real Ines, corrían otros tiempos a mí me recuerdan cuando volviendo de una fiesta de otro pueblo, de noche claro, íbamos bromeando o charlando hasta que alguien se ponía a correr, ¡coño! como corríamos todos, cualquiera se paraba a preguntar, pero si ibas solo tardabas mas pero al final de preguntarte a ti mismo por el, también corrías sobre todo porque sabías que eras el último .
    Gusto de haberte leído, beso sanabres

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    1. Jjejejeje ¡Habría que veros!

      Cuando yo iba andando a las fiestas el lobo vivía momentos de retroceso (y también era en verano, cuando ellos buscan cotas más altas y tranquilas). Nunca me lo encontré en una de esas, pero tampoco lo eché de menos.

      Un abrazo, Juno

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  13. La narración retrotrae de manera impecable a otros tiempos, no muy lejanos, en los que cerca de las casas de oía el aullido del lobo. En Béjar era frecuente que se hicieran batidas cada cierto tiempo con el fin de cazar a algún ejemplar y fardar ante el resto de bejaranos. En un lugar del monte, no muy lejos, de la ciudad, existe un paraje que lleva el sugerente nombre de "Fuente del Lobo". En él, una explanada abierta en el bosque, hay una fuente cuyo chorro brota de una cabeza de lobo de bronce. Creo que un precioso homenaje a este perro lobo cuyo nombre aún suscita temor.
    Un saludo y enhorabuena por el texto

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    1. No, no hace tanto tiempo: yo todavía recuerdo al lobero pasar ya no por las casas, sino por el ayuntamiento a cobrar su recompensa con la piel de lobo. Los ayuntamientos tenían entonces una partida económica para el "exterminio de bestias dañinas".
      No era raro que el lobero volviera varias veces con la misma piel.

      Gracias, Carmen. Un saludo.

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  14. Hola Xibelius, extraordinaria colaboración la de Inés, madre mía que relato.
    Una de mis asignaturas pendientes es ver un lobo en libertad, seguro que ellos a mi ya me han visto.
    Intentare no perderme la continuación, porque ésta me ha enganchado.

    Un abrazo

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    1. Ah, seguro que sí, Abi: con las "pateadas" que te das raro sería que el lobo no te hubiese estado observando.
      La continuación, ya mismo.
      Abrazos

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  15. Vaya fichaje, Xibeliuss, Inés escribe como los ángles y cuenta las cosas con mucha naturalidad, ha conseguido que me pusiera en su papel y llegué a comprender su forma de vivir en el pueblo, en Sanabria. Así después han salido las mujeres sanabresas, duras como la tierra donde se han craido.
    Es cierto que hoy el lobo está protegido, pero entonces era considerado una alimaña porque, como bien dice Inés, podía desequilibrar la economía de subsistencia de aquellas gentes humildes que no solo luchaban para conseguir sacarle el fruto a la tierra sino que también debían cuidar su ganado del lobo. Estas historias las he oí mucho en Hermisende, historias de lobos en noches de invierno que aún no he olvidado y que el relato de Inés ha removido.
    Un abrazo.

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    1. Todo el valle del Tuela ha sido especialmente lobero, con las "complicaciones" añadidas de mayor altura y mayor número de ganaderías; así que las historias de lobos en Hermisende, Lubián, etc. tienen que ser muy, muy abundantes.
      Un abrazo, Valverde

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  16. Vuestros comentarios si que han hecho que sienta ese escalofrio en la nuca y se me erice el bello de la piel. y que mi boca se quede sin palabras.Gracias a todos.
    Un abrazo grande ,grande.....

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    1. Inés, gracias a ti una vez más: por compartir tus recuerdos y por haber elegido este medio para hacerlo.
      Un fuerte abrazo

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  17. Una historia que me trae recuerdos de la infancia.
    El último perro de la casa de mis padres
    tenía la costumbre de venir a esperarnos
    a la salida del colegio
    pero siempre lo hacía por los atajos del monte.
    Un día desapareció y tras pasar algún tiempo,
    mi padre halló piel y huesos de perro
    comido por los lobos,estoy segura
    que eran del nuestro. La tristeza fué tan grande
    que en la casa ya nunca hubo otro.


    Un abrazo

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    1. Marisa ,siento mucho lo de ese perrito y entiendo que no quisiérais tener otro.Por la experiencia de haber vivido en el entorno del lobo, se que había que proteger por todos los medios a los animales y aún así siempre había bajas.Alucino cuando veo gente que se extraña de los ataques de los lobos a sus animales que viven y duermen en libertad y sin protección.Es como querer que allá en la savana,los leones no se coman a las gacelas.Todos los días no cazan pero sí cuando tienen hambre.

      Un abrazo.

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    2. Gracias por tu visita y tu comentario, Marisa.
      Bienvenida a este rincón

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  18. Enhorabuena a Ines por el relato que me ha encantado y felicidades a Xibeliuss porque tener estas colaboraciones es un lujo.
    Estoy de acuerdo en que tiene que haber un punto medio,discuto esto con algun amigo ganadero que solo habla de las perdidas económicas y no hay quien le mueva de ahi.
    Espero la continuación.
    Un abrazo para los dos.

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    1. Ah, fosi, ese es el problema. Punto medio debe haberlo por narices, pero parece que las partes no quieren moverse hacia él.
      La continuación, ya mismo.

      Un abrazo, fosi.

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  19. Recuedo la primera vez que ví matar un cerdo, fue un veramo en Candelario y no he olvidado nunca sus gruñidos...
    Un relato fácil de leer por su naturalidad. Me entran escalofrios leyendo como su madre "las cosía"...
    Voy a por la segunda parte:))
    Un beso

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  20. Muy bonito e interesante tu relato!,
    pero me tendrè que quedar en ascuas,
    para continuar con el pròximo capìtulo......

    Que seguro vengo!
    Un fuerte abrazo
    con todo cariño

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  21. A sido grato comprobar que después del paso de los años, allí en la tierra, la naturaleza se sigue comportando igual. Las nevadas hacen que los lobos bajen a los pueblos en busca de comida, tal vez ya no hay rebaños, pero si mucha caza que te la encuentras en sus calles como Pedro por su casa.
    Yo espero que los pocos niños que ahora viven en los pueblos tengan en el futuro historias para contar de los lobos, esos animales que han padecido sobre sus especie la mayor persecución, nadie como ellos a sufrido el rechazo de los humanos.

    Ellos y nosotros tan parecidos....
    Tal vez por eso los repudiamos....

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  22. Hasta hoy no había leído este relato. Inés tiene un estilo tan natural que hacen volver los recuerdos y sentirlos en el presente. Precioso y real relato de aquella vida que yo mismo viví en la misma época. Ánimo Inés sigue escribiendo.

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    1. Muchas gracias. Toda Sanabria, cada rincón de todos sus pueblos están llenos de recuerdos de todos los niños que vivieron experiencias parecidas y sin embargo se encuentra tan poco escrito que no me quedó otra opcción. Entre todos tendríamos que hacer una gran memoria colectiva en la que recogiéramos todo lo nuestro, tradiciones y costumbres que se perderán y no dejaremos nada. Como si no hubiéramos vivido.
      Por ejemplo porqué no hablar de la desaprecida Chaguaceda. ¿Que fué de sus vecinos ?....

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  23. Que bonito relato de recuerdos, Ines gracias por que muchos hemos sido identificados en estos relatos maravillosos, estan descritos con tanta naturalidad que te retrae a los recuerdos y estos si que nadie nos lo pueden quitar. Muy bonitas las fotografias ¡¡¡GRACIAS!!!

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  24. ¿Lobo, estás?, era uno de los juegos de nuestra infancia, una especie de “corre que te pillo”; en Sanabria y Carballeda todos los niños crecimos con las historias del lobo, los topónimos (Lobeznos), y los objetos relacionados con el cánido que tan presente sigue hasta en los sueños …
    Bonito relato Inés.

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  25. Sara (Cional)25/12/14, 23:39

    Inés, bonito relato, me identifico contigo, con esas "trastadas" de niños, como subirse a los tejados, etc Escribes muy bien, y viviendo en esos pueblos en nuestra infancia ¿quien no ha vivido, o le han contado una historia de lobos?
    Por otra parte, si os dais cuenta, cuando tienes una cicatriz, de una operación, casi todos los médicos mandan lavar con agua y jabón, así que las mujeres sanabresas siempre han sido muy sabias, por eso y por muchas cosas más, ole, por ellas, por las que saben que hacer en cada momento, como por ejemplo escribir un buen relato..

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    1. Mayte, Sara, gracias a las dos. Ojalá yo hubiera aprendido más de las mujeres sanabresas, pero perdí el tiempo o este pasó demasiado deprisa y no lo aproveché. Se que si aquella vida volviera, yo no estaría a la altura de ellas como no lo estaré nunca a la de un buen escritor, como el amigo Xibeliuss a quien doy las gracias por prestarme su espacio.
      Un abrazo.

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