Lubián |
—¡Qué magnífico paisaje! —dice con la nariz en el cristal mi compañero de viaje—. Qué ordenación perfecta, qué ternura, qué delicadeza...
Mi amigo, ha pronunciado estas palabras con fuerza suficiente para que las oyeran las siete u ocho personas sentadas a nuestro alrededor. Sin embargo, nadie se ha movido. La belleza de la tierra deja, al menos en apariencia, a todo el mundo indiferente. Trato de comprobar la afirmación de mi compañero y mis ojos quedan como suspendidos en las líneas del fondo, en la sutileza con reflejos de absintio de la niebla vespertina, en los primeros términos. Los primeros términos, sobre todo, son bellísimos.
—Mire usted estos campos de primer término, estos campos de patatas... ¡Qué riqueza de verdes profundos y mojados! ¡Qué poesía!
Linarejos - Pedroso |
Al oír la palabra patatas, se ha producido, entre los viajeros del autobús un movimiento de curiosidad vivísima. Oigo decir por todos lados a los viajeros: ¡patatas!, ¡patatas! La gente se levanta de los asientos. Hay un desplazamiento general sobre las ventanillas. Los enamorados de los bancos delanteros liquidan raudos sus inocentes juegos amorosos y después de una mirada profundamente significativa quedan como arrobados ante la naturaleza. Ante la mirada de ternura que un hombre o una mujer vierten sobre la naturaleza, ¡cómo no inducir un aumento notorio, seguro, importante, de la sensibilidad de las gentes? ¡Patatas! ¡Patatas! El autobús de suyo tan monótono y opaco queda como envuelto en un torbellino vital. En el aire de su atmósfera flotan los más apetitosos tópicos geórgicos. Los ojos de los viajeros despiden una luz encendida. De pronto veo a un señor que no puede contenerse. Se levanta brusco de su asiento, da unos pasos rápidos en dirección a mí por el pasillo central —que por una rara casualidad está despejado de bultos y maletas— y me dice con una voz que me parece ligeramente engolada y muy nerviosa, los ojos un poco fuera de las órbitas:
—Pero oiga usted... ha dicho usted patatas, ¿no es cierto?—Sí, señor, he dicho patatas... —le contesto tímidamente.
—¿Pero dónde están esas patatas? Me lo quiere usted decir?
—Pues ahí, ya las ve usted, en el campo de primer término, salvada la cuneta...
El caballero se dirige rápido y fogoso a la portezuela del coche... Pero llega tarde. El autobús echa a andar después de producirse en sus hierros y aceros un golpe de hipo que nos sacude a todos las entendederas. Los campos de patatas quedan atrás, en la vaguedad de la niebla.
Y yo me pregunto: si el caballero hubiera podido descender del coche, qué hubiera hecho? A qué excesos o quizá a qué arrobos se hubiera entregado su alma apasionada? Por las trazas aquel señor sentía un amor al paisaje frenético. Si el horario nos hubiera dado tiempo hubiéramos visto probablemente repetido lo que cuentan los libros antiguos de ciertos poetas bucólicos y silvestres los cuales sintieron un tal amor a la tierra y a las especies vegetales que crecen en ella que llegaron a comer la tierna hierba y los pastosos tubérculos. ¿Era aquel buen señor un enamorado tan decidido de la corteza terrestre para llegar en sus movimientos sentimentales a ser un herbívoro? O era quizá un poeta silvánico y rústico de esos que al conjuro de las formas de la tierra entran ni contacte báquico y dionisíaco con su musa predilecta?
Pedralba |
Mi compañero de viaje asiente con dos o tres profundas inclinaciones de cabeza.
—Realmente yo no sé cómo terminará todo eso —le digo para acabar—. Es muy posible que eso termine con una apoteosis de las verduras, de las legumbres, de los tubérculos y de las frutas y en general de lo que tiene de más agradable y confortador, el paisaje y la naturaleza. No creo que eso sea un mal final. Al contrario. Ese es un final sentimental, matizado de exquisiteces finísimas”
Josep Pla – Viajes en autobús (1942)
Puebla |
El gran Josep Pla viajó en autobús, no en tren, por el nordeste y no por el noroeste, a mediados del S.XX y no en la segunda década del XXI. Y, sin embargo, el paralelismo es evidente.
Hasta en el apoteosis silvánico de las verduras, los tubérculos y las frutas.
Requejo |
Hola Xibeliuss.
ResponderEliminarLo malo es que queden cosas sin acabar y ni esto ni aquello.No conocia la estacion de Puebla,tiene muy buena pinta.
El domingo estuvimos con el colegio de la niña en el lago,¿se han llevado el catamaran?.
Un abrazo.
Pues que me a emocionado esta reflexion que haces sobre el futuro de las estaciones,¿Les ocurrira lo mismo que a las ventas?¿Como a las casas de los pueblos que no supimos conservar? Es muy triste tanto avandono ,si lo dejamos morir con ello mueren un sinfin de sentimientos y emociones ...
ResponderEliminarMe da un respeto enorme ver estas estaciones por la historia humana que hay en ellas y mucha pena que se abandonen.
ResponderEliminarLas fotos son de categoria como decimos por aqui los valencianos.
Un fuerte abrazo Xibeliuss
Hola Xibelius,a ver si al menos se reciclan para convertirlas en Vías Verdes y poder disfrutar de ellas de otra forma.
ResponderEliminarUn abrazo
En Béjar el tren ya no pasa desde 1983 y poco menos que nos duró un siglo, no llegó. La Administración alegó falta de viajeros en esta línea, lo cual no me creo nada porque cómo no va a haber tráfico, auqneu sea de mercancías, en el corredor de la Vía de la Plata... Nos quedamos sin tren, pero ahí siguen los edificios del tren, los raíles, extendidos como cicatrices del terruño. Se nos ha engañado con todo tipo de proyectos: vuelta del tren, vía verde, instalción de trn turístico, pero de todo eso no hemos visto ni el forro. Y menos en este tiempo de vacas flacas.
ResponderEliminarSaludos
Hombre, lo del apoteosis de los tubérculos no es que me parezca exactamente un mundo ideal, pero supongo que sería mejor que el que nos están dejando. O, mejor dicho, el que nos están quitando.
ResponderEliminarFeliz tarde, monsieur
Bisous
Me gustan las estaciones de trenes, y las fotos que has puesto están muy bien.
ResponderEliminarTenía oído que la estación de Puebla de Sanabria es bonita. No la había visto nunca. Tu foto demuestra que oí bien.
ResponderEliminarEs de esperar que siga cumpliendo sus funciones aunque sea el lineas de cercanías o regionales, de lo contrario irán mal dadas las cosas...
Un saludo.
Guau, que buen recuerdo, cuando anduve por allá en el 2008 anduve en el AVE, de Madrid a Toledo, gran experiencia, y mejor recuerdo.
ResponderEliminarTendremos una cena con finísimas verduras je
Salud
Las estaciones de Sanabría y Carballeda parecen casas de cuentos. Al menos me gustaría que se convirtieran en pequeños alojamientos rurales, como molaría dormir en una de estas antiguas estaciones!
ResponderEliminarTengo que reconocerlo: alguna vez me he comido algunos brotes verdes de las praderas!
Gracias Toño por sacar del olvido estas maravillas de nuestra tierra.
Un abrazo!
¡Hola, fosi!
ResponderEliminarSí, la estación de Puebla merece la visita: el edificio de viajeros es precioso y está perfectamente conservado.
En cuanto al catamarán: que yo sepa no! - al menos hasta hace pocos días. Sí que ha cambiado el embarcadero: sale de la Viquiella, la pequeña playa junto al aparcamiento donde están las tiendas de recuerdos.
Abrazos
Inés, el papel de las ventas hoy lo cumplen los hoteles de carretera y hasta los establecimientos de turismo rural. ¡Hay más de una que siguen en pie y dando servicio! El cambio no es malo de por sí.
ResponderEliminarLo que es horrible es el abandono y el olvido.
Abrazos
¡Mucha historia humana, Arena! No distinta quizás al de cualquier vía férrea, pero aquí en Sanabria y Carballeda la construcción y la llegada del ferrocarril supuso un salto enorme.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, hermanita
Hola, Abi: sería una solución estupenda. A ver si hay primero voluntad y luego dinero.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Ay, Carmen... me temo que llevamos un camino parecido. Y es muy triste.
ResponderEliminarIntentemos ser optimistas.
Saludos
Ah, Madame: el texto de Plá tiene una retranca que corta como un cuchillo.
ResponderEliminarMucho me temo que ya haya gente que mire un paisaje pensando en si se puede comer.
Feliz noche
Compartimos también esta afición, jose. Esta vez lo que no he querido es poner ningún tren: primero, porque los modernos no tienen el "glamour" de los antiguos. Y segundo ¡porque tampoco pasan tantos!
ResponderEliminarHola, dlt: sí, la estación de Puebla es una de las más bonitas de la línea y hay quién dice que está entre las más singulares de España. De momento sigue prestando servicio diario, también para líneas nacionales.
ResponderEliminarPara el AVE está prevista otra estación a pocos kilómetros, en Otero de Sanabria. Veremos si el resto de líneas se mantiene.
Abrazos
Hola, efa: jejeje, tal y cómo anda la situación por aquí - o eso nos dicen - quizás debamos buscar una apoteosis no ya de verduras y tubérculos, sino de las mismas hierbas que vaya dejando caer el que ande delante de nosotros.
ResponderEliminar¡Salud!
Un fuerte abrazo, Alfonso.
ResponderEliminar¡Y escápate cuanto antes, jejeje!
El progreso aunque sea lento es imparable.Da pena ver esas estaciones tan bonitas medio abandonadas.
ResponderEliminarYo prefiero el tren al autobus es mas comodo.En el recorri muchos kilometros.Me acuerdo siendo pequeño cuando iva a Vinaroz,por la linea Valencia-Barcelona,pasaba muy despacio por algunos sitios o paraba enmedio de naranjales y la gente aprovechaba para saquearlos asi que no extrañaria nada que si al de bus le diese tiempo saquearia el patatal.
Un abrazo Xibeliuss
Jeje!! Xibeliuss, esta entrada me ha puesto nostálgica... Al ver la estación de Puebla, me ha hecho recordar aquella época de finales de los 80 y principios de los 90 (cuando yo era muy joven) e iba con el resto de jóvenes de mi pueblo y alrededores a cenar o desayunar (según se terciara) aquellas hamburguesas caseras, volviendo a casa cuando veníamos de las fiestas de los pueblos o de la antológica Apocalipsis... Un placer leerte, mirar por la ventana de tu objetivo y escuchar tu selección musical de nuevo. Un abrazo.
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