28 may 2009

Francisco en Sanabria





Y en la noche de San Juan, Francisco bajó al Lago nuevo huyendo del monasterio y se llegó a la isla en una barquichuela que cogió sin permiso de su dueño. Tres días llevaba sin ingerir más que agua y algunas migajas de pan en la oscuridad completa de su celda. Amarró la barca en los arbustos de la orilla, desnudose por entero y en un claro a la luna llena realizó un así como acto de contrición, pero más profundo que otras veces y no dirigido a un Dios Persona con el rostro del abad, como hiciera siempre, sino a un dios desconocido y herético que da fuerza a las piedras y a las aguas y a las bestias y las almas, velando por que el equilibrio se mantenga.



Y poco después la campana del monasterio dio las doce y allí reinó el silencio, como si el viento no corriera entre las ramas ni el agua se estrellase ante las piedras de la playa, ni el moucho volase en la noche ni el grillo cantase en su ausencia. Francisco, oh, Príncipe, tensó sus orejas como un lince en la arboleda. La duda, la pena, el ayuno y la noche clara tal vez le hicieron buena presa para el Maligno que siempre acecha; pues a lo mejor fue él quien llevó a sus oídos un tenue rumor de palabras y pisadas. Supo que no estaba solo en la isla y miró en torno suyo con creciente alarma: a nadie vio, nadie le habló, mas la presencia estaba. Francisco se alzó con gran temblor en sus miembros y su figura se enmarcó en la luna plena: "¡Madama!"- gritó- "Sé que aquí estás: ¡Levántate y habla!". Oyó entonces fuertes voces y carcajadas y luego un siseo que callar mandaba. Reinó de nuevo el silencio durante cinco minutos al menos. Francisco no pudo más y la tensión se le desbordó en llanto, las lágrimas cayeron de su cara como la lluvia de abril en los campos.



Una suave niebla deslizose entre la hierba y fluyó poco a poco tomando consistencia. Nada se oía. Como cuando en una vuelta del camino el sol nos deslumbra y no somos capaces de fijar la vista hasta que lentamente volvemos a percibir las formas, aquella figura se formó en el claro, junto a Francisco. Éste, postrada la frente en el suelo, apenas pudo levantar la cabeza.
- ¿Quién sois? ¿Cuál es vuestra procedencia?
- Soy… este momento. Soy arena, viento y fuego. Soy lo que importa ahora y lo demás queda fuera. –ella sonrió.



Y así encontraron a Francisco en la mañana siguiente, tirado en la playa con sonrisa de oreja a oreja. Nadie supo lo que pasó aquella noche, pero el monjico había cambiado. Hablaba con las plantas y a los pajarillos trataba de hermanos. La gente de los pueblos vecinos se acostumbraron a verle siempre la risa en los labios vagando por los caminos. Y le hablaba a la gente de paz y bien, y del ser uno con el todo y del todos a una, y el padre abad no llevaba que muchas noches en su celda oración no respetase, y al preguntarle decía “tal vez la Virgen María”. Y el padre abad por supuesto con esto no andaba contento, pidió auxilio al obispo para ver que hacer con el alunado. Ya a Francisco me trasladan, hacia Italia lo llevaron y esas locuras que él tiene con el viaje cesaran.



Mas no fue así, oh, príncipe, y Francisco siguió encontrándose con quien llamaba Señora del Lago, que no era más que el espíritu de las cosas que son, han sido y serán. Y por ello pudo ver los hilos que mantienen unido al mundo, y como el dolor de uno el de todos debe haber sido y la alegría de otro los demás la compartían. Y por donde fue la cosecha era buena y los campos revivieran, mas el decía no ser cosa suya sino del tiempo en la arena, que fluye quiera o no quiera hasta el destino que espera.



Con mis disculpas por la frase robada ;-)
Fotos: Los otros vecinos de Sanabria y Carballeda

7 comentarios:

  1. Bella entrada y toda una sorpresa.

    Gracias, Xibeliuss, como siempre...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. un reportaje fotográfico cojonudo, es ccomo si hubiera ojeado una revista de naturaleza, me encantó

    ResponderEliminar
  3. Hermosa narracion y muy bellamente ilustrada, monsieur.

    Muchas gracias por visitarme tambien aqui.

    Bisous

    ResponderEliminar
  4. Estas imágenes son pura poesía. Que maravilla.

    Saludos

    ResponderEliminar
  5. Hermosisimo relato de como Francisco conocio la magia y el embrujo de la noche en el mas bello lugar del mundo.Buena recopilacion de los otros vecinos de Sanabria y Carballeda.

    ResponderEliminar
  6. No pude tener mejor despertar, gracias,amigo y un abrazo.

    ResponderEliminar

Siéntase libre de comentar si es su deseo.
Las aportaciones son siempre bienvenidas, en ningún caso obligatorias.
Gracias