El alba apenas coloreaba los últimos retazos de la noche cuando Nuño, con los ojos aún legañosos, metió un negro y duro trozo de pan en el zurrón y bajó hacia el Rigueiro . Era el segundo día de vela , cuando a su casa tocaba pastorear los rebaños del pueblo.
Jimena se dejó caer del escaño e inmediatamente añadió unos porros al llar . Necesitaba unas buenas ascuas, porque la noche anterior había puesto habones en remojo y tendrían que cocer durante varias horas. Gracias a Dios, el pasado año no había sido malo y todavía quedaban bastantes reservas en el arca.
Sancho preparó, despacio y con mimo, cada uno de los aparejos necesarios para uncir la pareja. Por fin había llegado el día en el que el último carro de yerba quedaría recogido y era tiempo de pensar ya en el pan. Las espigas estaban bien cargadas y todo auguraba una buena cosecha. Ojalá no viniese tormenta y arruinase todo.
El padre Tirso se hincó de rodillas ante María Santísima y le rogó, una vez más, que apartase de su mente aquellas lascivas imágenes de la viuda Mariyica en camisa, pues de otra manera no sería capaz de seguir ejerciendo su magisterio. Y puede que su feligresía, bien es cierto, fuese un poco rústica, pero aquella no era suficiente razón para privarla del auxilio de la fe verdadera.
Alvar, a caballo en las cercanías del Alto del Castro , se quedó mirando su enguantada mano derecha. Cuando la levantase, el imbécil de Pero prendería una tea de humo oscuro: la señal. El grupo apostado en el camino de San Miguel de Lomba, el que venía desde el valle de San Román y sus mismos jinetes encenderían las antorchas y cabalgarían hacia el centro de Cobreros sembrando el fuego y la destrucción a su paso. La mies estaba madura y prendería como el infierno. Por un momento recordó su mocedad como labrador en un pueblo no muy diferente.
Eran ordenes del Conde.
Bajó la visera del yelmo sobre sus ojos y, lentamente, alzó la diestra.
Los últimos años del reinado de Enrique IV constituyen uno de los periodos más convulsos de la Historia de España. Contra él se alzó su hermano Alfonso, que enseguida consiguió atraer a la alta nobleza hacia su partido. Dada la debilidad de su posición, Enrique busca el apoyo del clero, los fijosdalgo empobrecidos y, en general, las clases populares, que, a su vez, estaban hartos de los nobles “ que fasían e consentían muchos robos e maleficios en la tierra e en los caminos e en todos los lugares”.
La situación general de caos acaba estallando en 1467 con la Revuelta Irmandiña, principalmente localizada en Galicia pero con ramificaciones por todo el territorio. Fue la hora “ en que los gorriones corrieron tras los falcones”. Cuenta A.Palencia, cronista del reinado de Enrique IV: “ en corto tiempo los gallegos no sólo arrancaron de las selvas a los facinerosos y los arrastraron al patíbulo, sino que se apoderaron de fortalezas tenidas por inexpugnables”.
Así, con el apoyo explícito del rey, entre ciento treinta y ciento setenta fortalezas -castillos, torres, plazas fuertes- son derruidas y los nobles deben huir para salvar la vida, o incluso esconderse en sus propias tierras bajo disfraz. Sobre los resultados hay discrepancias entre los historiadores: lo que algunos ven como una comuna jipi -si se me permite la expresión- otros definen como tiempos de violencia desatada y justicia sumarísima.
En cualquier caso, dura poco. En 1468 fallece D. Alfonso y Enrique IV acaba por aceptar como sucesora a Isabel (La Católica) “ por el bien e paz e sosiego de estos regnos”. Pronto los señores inician el retorno. Pimentel entra desde Portugal y ataca Santiago, cosechando victoria tras victoria en su viaje hacia el centro de la región. La resistencia irmandiña, privada del sustento real, no puede hacer frente a los superiores ejércitos combinados de la Nobleza.
Se recupera rápidamente el status quo inicial e incluso se reconstruyen sobre la mitad de las fortalezas destruidas, mediante penas y prestaciones personales. “ I de puta, villanos, qué os hacían las mis fortalezas que estaban hechas, e si vos e los otros de mis vasallos no me las derrocásedes no os las mandara facer” (Palabras del Conde de Lemos durante la reconstrucción del Castillo de Ponferrada, en el que sufrió duro asedio durante la Revuelta). Otras, como el Alcazar de Allariz, permanecerán en ruinas.
Hay historiadores que afirman que la represión no fue especialmente sangrienta, salvo en casos puntuales. Lo cierto es que los cabecillas revolucionarios son ejecutados o huyen de Galicia. Posiblemente sea en estos últimos momentos cuando Rodrigo Alfonso Pimentel, IV Conde de Benavente, ya destacado por su “ gran destrozo y matanza en los de la Hermandad”, sabedor que en el pueblo de Cobreros se habían refugiado algunos huidos, decide un escarmiento ejemplar: “ Dizen que quando la hermandad vieja, quando la tierra se levantó de boz de la dicha hermandad, por lugar de más çercano de la fraga y montes, todos se acogían allí para se defender. Y que por aquella cabsa el señor conde mandó poner fuego al lugar, y que todo se quemó y que quedaron perdidos”. Y un vecino de Puebla testifica unos años después, en el pleito por el que los descendientes de las víctimas piden algún tipo de satisfacción:“ Al tiempo que su señoría fue a Sanabria abrá obra de quarenta años poco más o menos, el tiempo de las ermandades su señoría por atemorizar a jente que estava sobre Sanabria mandó quemar el lugar de Cobreros (…)”
No tengo noticia sobre el resultado del pleito, pero al menos Cobreros sigue en pie.
Bibliografía: “La Rebelión Irmandiña de 1467”. Eduardo Pardo de Guevara, 2008
“Y mandó quemar el lugar de Cobreros...” Manuel Mostaza. El Noroeste, XII/2009
obierzoceibe.blogspot.com, octubre 2009
Con mi especial agradecimiento a J.Manuel Saavedra.
Fotos: Castillo de los Condes de Benavente, Puebla de Sanabria
Que magnifico relato!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo que en muchos casos, debido seguramente a su condición de "gorriones contra halcones", se habla demasiado romanticamente de los Irmandiños callando en muchos casos el "ojo por ojo" reinante.
Xibeliuss, que es 1ª y la 5ª foto?
ResponderEliminarUn abrazo
¿Puedes creer que siempre que paso por ahí voy con prisa?. A ver si un día subo.
ResponderEliminar¿Os imagináis las venganzas que habría contra los gorriones por parte de los "Falcones" a los que le habían quemado el nido?
Y además, durante los dos años que gobernaron el reino de Galicia (1467-1469) lo hicieron con más cordura que como lo venían haciendo los Lemos, Pimentel y tantos otros nobles en sus respectivos territorios. Aunque su revuelta era de esperar que no durara mucho, tras su derrota en 1469 nada volvió a ser igual en Galicia. La edad media terminó tras la aventura irmandiña.
ResponderEliminarMi pueblo era territorio de realengo en los años de Enrique IV, es decir, estaba fuera del control de los condes de Benavente (tan cercanos), por eso se creó una "hermandad" a la manera de las gallegas, que plantó cara al Conde vecino.
Insisto que esa revuelta irmandiña fue un poco el producto de los nuevos tiempos que venían.
Saludos.
Varo.
Saludos.
Varo.
(y perdón por el rollo)
Si hubiesen tenido más tiempo, es posible que la rebelión hubiese podido asentarse, pero...
ResponderEliminarSaludos, Amio
La primera es una tronera del castillo y la quinta, un collar para los mastines, parte del museo que ahora alberga el castillo.
ResponderEliminarUn abrazo, Arena.
Merece la pena, Logio. Para algún día.
ResponderEliminarEstoy convencido que la represión de los halcones tuvo que ser durísima. Mi madre me contaba que de niña no le asustaban con el coco, sino con el Conde de Lemos.
Saludos.
¿Cual royo, Varo?
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo: estos años fueron, sin duda, el final de la época medieval.
Saludos.
Sí que eran tiempos revueltos, monsieur, en que los nobles eran bandoleros, y no solo en Galicia.
ResponderEliminarMenos mal que duró poco la situacion, porque menuda ruina.
En cualquier caso resulta una epoca apasionante. Me ha gustado mucho esta entrada, monsieur.
Buenas noches
Bisous
Merci, Madame.
ResponderEliminarCobreros es el pueblo de mi familia, el sitio donde vivo. También es una entrada especial para mi.
Buenas noches.
Bello relato, Xibeliuss. Y hermosas y evocadoras fotografías del castillo. Viéndolo hoy, convertido en sobrio museo lleno de visitantes, cuesta remontarse a aquellos tiempos en los que la sangre y las llamas eran moneda común en un tiempo de revueltas. Aunque tú has captado ese instante previo como si te hubieses transportado en el tiempo..
ResponderEliminarEs cierto, alicia, cuesta hoy imaginarse el castillo de otra manera. Que, como otros, ha pasado por muchos usos: granero, depósito de agua... y carcel, de infausto recuerdo en la comarca.
ResponderEliminarUn abrazo
Poco dura la alegría en la casa del pobre... Enrique IV me parece a mi que fue más incapaz de lo que yo pensaba... usar al pueblo y luego abandonarlo nuevamente a los caprichos de sus antiguos enemigos...
ResponderEliminarUf, no sé si incapaz. Eran tiempos muy duros, el final de una época y no tuvo la fortaleza ni los apoyos necesarios para sacarlos adelante. Isabel lo supo manejar mejor. En cuanto a lo de usar al pueblo y luego abandonarlo: uno de tantos
ResponderEliminarSaludos, José Luis.
Precioso relato, me gustó muchísimo, y como siempre, hermosas fotografías.
ResponderEliminarYo me siento parte de los Falcones (no por nada en particular, sino por mi "apodo").
En fin, que lo importante es que vives en unas tierras llenas de mucha historia.
Muchos besos!
Jjejeje En ese sentido, te puedo asegurar que también hubo grandes halcones en el bando de laa Hermandad.
ResponderEliminarUn abrazo, Carolina
Xibeliuss no sabia lo que era una tronera, ahora ya si, yo no veia eso en la foto, veia un artilugio colgado de la pared, en ocasiones veo cosas raras jaja.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Ahora que lo has dicho, yo también lo veo!
ResponderEliminarAbrazos
Las fotografías son hermosas, pero igual que ha parecido sumamente hermoso el texto. El padre Tirso, Los Gorriones, Los Halcones,El conde Lemos, y lo sangriento de la represión, aunque como dices solo fueran puntuales, me adentraron en un mundo pasado que me cautiva.
ResponderEliminarTu buena prosa hicieron que viviera los hechos casi en primera persona.
Un abrazo
Gracias, Verdial. Viniendo de alguien que escribe tan bien como tú, es un comentario muy de agradecer.
ResponderEliminarUn abrazo.