Todos los años, fiel a su cita, el circo llega a las tierras de Sanabria Carballeda. Aparcan las caravanas, alzan la carpa, pegan algunos carteles. Luego, un coche con altavoces recorre los pueblos anunciando la buena nueva. Esa misma tarde, al salir del cole, los chavales se arremolinarán en torno a los corrales donde dormitan animales pocas veces vistos, conteniendo a duras penas una expectación creciente.
Siempre es el mismo circo, al menos desde que yo lo conozco. Una compañía familiar en la que, de año en año, ves como la niña que se movía pizpireta entre bambalinas es ahora asombrosa contorsionista y el antaño domador disimula el michelín bajo la levita. Los papeles se desdoblan y el payaso se parece mucho al que vende palomitas en el intermedio, y ambos, a su vez, al conductor del coche anuncio. La función queda tan lejos del Ringling Bross como del Cirque du Soleil, pero los artistas ponen todo su empeño y brillan, deslumbran bajo los focos. Para los niños sigue siendo, sin duda, el mayor espectáculo del mundo.
Ofrecen cuatro o cinco sesiones en los pueblos más importantes y al poco, tal como llegaron, sus caravanas se alejan por un camino sin fin en busca de nuevos lugares donde sembrar un poquito de su magia. Si el día es de calima, hay veces que la imagen parece trastocarse y las modernas roulottes se transforman en carretas pintadas con lunas y estrellas, como aquellas en las que saltimbanquis y titiriteros, sus antecesores directos, hollaron las sendas de los viejos reinos.
La chavalería tiene tema de conversación para varias semanas. Y casi todos los años hay alguno entre ellos que, durante un tiempo, se queda a la sombra de los robles con la mirada fija en el camino, soñando en cómo sería recorrer el mundo guiando una caravana de sueños.
Como he comentado en tu otro blog, tus fotos son simplemente, magníficas.
ResponderEliminarSaludos, Angus: esta entrada pedía algo diferente y me he lanzado a experimentar.
ResponderEliminarUna de las imágenes más oníricas que he visto nunca vino de la mano del circo, en Manzanal de Arriba. Hace dos o tres años, una tarde tediosa de verano conducíamos sin rumbo. En la era que hay a la entrada de este pueblo vimos una diminutísima carpa roja de circo rodeada de cuatro o cinco roulots. Nos acercamos. En la carpa no debían caben más de 40 personas apretadas. Tras las roulots se extendía un mundo de animales exóticos: camellos, algo parecido a una llama... Racimos de conejitos blancos... todos atados a pequeñas estacas clavadas en el suelo. Solitarios. Ni resto de domadores o bailarinas. Nadie. De pronto, un enorme caballo blanco irrumpe de la nada. Estaba libre y trotaba con furia hacia nosotras, relinchando. Nos quedamos paralizadas ante semejante escena. De pronto el caballo paró en seco, aulló al aire y se tumbó majestuoso. Nos fuimos de allí con la sensación de que todo, más o menos, debía ser un sueño.
ResponderEliminarFelicidades por las fotos. Son tan maravillosas como siempre. O más.
Un abrazo
¡Vaya escena, alicia! La estoy viendo según la leo. Si la coge David Lynch, se monta un "Corazón Salvaje" en Manzanal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acabo de llegar a casa y llevo en mis manos un par de invitaciones para el circo que acaba de instalarse en mi ciudad, Torredembarra. Me pongo a leer tus entradas y resulta que hablas del circo. Una casualidad maravillosa, trae gratos recuerdos y me impulsa a volver a tiempos pasados, al viejo circo que tanto me hizo emocionar, llorar, reír...
ResponderEliminarGracias, amigo mío.
Un beso enorme.
¡Conexiones cósmicas! Ya sabes, Carolina: ponte las gafas de visión infantil y a disfrutar! Es la mejor manera. Sin cursilerías: olvidarse de los prejuicios, de buscar el truco y dejarse llevar por la magia.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Xibelius, le has dado un tratamiento a las fotos muy curioso y original y de paso me has recordado que también por Briviesca viene cada año el mismo circo que hace jira por la zona.
ResponderEliminarUn abrazo
el lio de Abi
No te falta cierta razón ...si no fuera que al dromedario se ls cuentan las costillas, el leon es raro verlo despierto, el ñu tienes mas pelos que el hijo un parado y tigre pasaria por alfonbra si no fuera por que bosteza con frecuencia. Lasker
ResponderEliminarPues a disfrutarlo entonces!
ResponderEliminarUn abrazo, Abi
Lasker, Lasker... posiblemente sea así, pero
ResponderEliminar¿Tú has visto la cara de los niños más pequeños en las gradas?
Saludos.
No sé, pero el mundo del circo tiene algo que siempre atrae. La idea de libertad, de recorrer mundo, de fantasía provocada en los ojos de los niños. Los payasos tristes, el domador de fieras, el presentador bigotudo, los equilibristas de miembros de chicle...
ResponderEliminarEn fin tantas cosas...
Un beso
Me alegra que en pleno siglo XXI todavía haya caravanas recorriendo los pueblos, como antaño hacían los cines o los teatros (además del circo, claro). Por un día convierten un pequeño pueblo en el centro del mundo. Magníficas fotos!!! Un abrazo.
ResponderEliminar¡Este circo es así, con todos los tópicos! Coincido con la idea romántica, de libertad. Aunque la realidad suele ser más prosaica, como bien nos ha recordado Lasker.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen
¡Sí, antes también se hacían giras de cine y de teatro! Por aquí anduvo Alejandro Casona, en el tiempo de las misiones pedagógicas, trayendo el teatro a los pueblos. En donde, por otra parte, había una gran tradición. La mayoría lo han perdido (Ej. Sta. Colomba) pero hay otros como Trefacio que resisten heroicos.
ResponderEliminarUn abrazo, Viriatus. Me gusta ver a la"La Casota" en marcha
Leerte y ver las imágenes es como retroceder en el tiempo. Cuanta nostalgia me has despertado.
ResponderEliminarUn abrazo
jjejeje Cuando llegue el circo a tu ciudad, ya sabes.
ResponderEliminarAunque en las grandes urbes es otra cosa, yo creo.
Un abrazo, Babbilonia
En la época en la que vivi en La Puebla, recuerdo que nos llevaron a todos los niños de la residencia a un circo instalado en los pinares dcerca del campo de futbol.Supongo que serán estos... Lo tengo grabado, eran otros tiempos y estas cosas hacian mucha ilusión para un grupo de rapaces que estabamos toda la semana fuera de nuestros hogares. Ahora los niños tienen sus consolas, internet...pero los niños siguien siendo niños o asi deberia ser...
ResponderEliminarLos crios, por lo menos los más pequeños, siguen asistiendo fascinados. Ahora el tiempo corre más deprisa, el encanto dura menos tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo, Javi.
Llegan, comparten su alegría y se marchan. Ojalá nunca desaparezcan.
ResponderEliminarBienvenido al blog, Francisco.
ResponderEliminarPienso que mientras sigamos siendo capaces de ver el circo con ojos de niño, permanecerá.
Solo que cada vez cuesta más sorprender a los niños.