En agosto de 2001, mi familia se reunió en el pueblo para las vacaciones de verano -ya no vivíamos todos juntos. Sin embargo, a mi padre le habían citado en un hospital de Madrid justo a mediados de mes. Decidimos hacer el viaje en el día para perder el menor tiempo posible de estar juntos.
En el coche charlamos de todo y de nada, como solíamos hacer. Música de fondo, probablemente Van Morrison -al que estaba enganchado entonces-, pero a un volumen tan tenue como para escucharnos con tranquilidad. Cuando no llevábamos más de cincuenta kilómetros, a la altura de la recta de Mombuey, un golpe de viento lateral casi nos sacó de la carretera. Nos quedamos unos minutos en silencio recuperándonos del susto.
-Me alegro de hacer este viaje contigo -dijo mi padre- Quién sabe cuándo podremos repetirlo.
Un “claro que sí, hombre, en cualquier momento” solventó la situación y seguimos charlando por encima de la música.
Estaba muy enfermo ya y los dos lo sabíamos.
Murió apenas cinco meses después.
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Una vez mi bisabuelo tuvo un percance con los mozos del pueblo vecino. Pasaba la noche al claro, vigilando el riego, cuando aparecieron en cuadrilla, le tiraron para la poza y luego la destriparon a conciencia. Eso le salvó, porque no sabía nadar. Peor fue la herida en su orgullo. Algún tiempo después, trabajando de nuevo en las cortinas del río, divisó a lo lejos a uno de sus agresores y se fue para él hecho una furia: “ ¡Ladrón! ¡Yo te mato! Espera que venga mi hijo y verás ¡Ventura! ¡Ventura! ¡Traete los guinchos !” El vecino estaba aterrorizado pensando en lo que aquellas dos bestias -el que le zarandeaba y el hijo que surgiría de la nada en cualquier momento- iban a hacer con él. Se deshacía en disculpas: “ Hombre, por Dios te lo pido, que tengo mujer e hijos, ten compasión” Parece ser que mi bisabuelo le dejó marchar sin darle siquiera un lambriazo.
Mi padre me contó esta historia miles de veces y, cada una de ellas, los dos acabábamos partidos de risa. El chiste era que Ventura, mi abuelo, en el momento del altercado tendría tres o cuatro años y seguramente estaría tan tranquilo en casa, enredando entre las faldas de su madre.
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Mi padre salió de Sanabria muy pronto, con no más de quince años -ni él lo sabía con seguridad. Era el segundo de los que llegaron a ser ocho hermanos, aunque entre los tres primeros y el resto había una cierta diferencia de edad. Partió para Sevilla a trabajar en un cortijo donde antes lo había hecho mi abuelo, y donde lo hacía también otro puñado de sanabreses de distintos pueblos. Pese a la dureza de aquellos años de posguerra no le fue mal del todo. Le encomendaron la tarea de transportar la leche desde el cortijo a la capital, lo que hacía con una calesa de caballos que le daba mucho empaque. Sin control paterno, con algún duro en el bolsillo, libertad en el trabajo... nunca me contó en detalle sus correrías sevillanas. Intercambiaba frecuentes cartas con la familia, sobre todo con el hermano mayor. Ambos estaban preocupados por la salud de la madre, que, pese a su débil constitución, encadenaba embarazos a una edad ya tardía. Mi padre le insistía a mi tío, aún en la casa familiar, que tratase de explicárselo a mi abuelo. O mi tío no lo supo explicar o mi abuelo no le hizo demasiado caso.
Poco antes de abandonar definitivamente Sevilla camino del servicio militar, mi padre recibió carta desde Sanabria: “ Querido hijo: nos alegramos que al recibo de la presente te encuentres bien, así como nosotros, gracias a Dios. Has de saber que el día cinco de mayo nos vino una tremenda helada que ha arruinado toda la cosecha y tres días después te ha nacido una hermana”.
La niña fue mi tía Maruja, la definitiva benjamina.
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Mi padre fue, entre sus hermanos, el que finalmente se quedó con la casa familiar. No era su intención, pero una serie de carambolas y el convencimiento por parte de todos de la imposibilidad de partirla acabaron por hacer que cambiase el resto de las suertes de la herencia por la casa. Con gran esfuerzo económico la arregló -estaba en muy mal estado- y en los últimos años pasó en ella todo el tiempo que pudo, nunca suficiente. Plantó árboles, labró un pequeño huerto. Disfrutaba llevando a sus nietos por el camino del río hasta la Poza del Sastre, aquella a la que habían arrojado al padre de su padre. Debió contar la historia otro millar de veces.
El momento en el que mi padre decidió aceptar en herencia la vieja casa -algo, repito, que no se le pasaba por la cabeza- es el cruce de caminos que me ha traído a vivir en esta tierra.
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Mi hijo no llegó a conocer a su abuelo, pero me pregunta mucho por él. Yo le cuento éstas y todas las historias que consigo recordar.
Es bueno que sepa de dónde viene.
Es genial el mantener estas historias familiares, de pequeños cuando nos las cuentan nos llegan a resultar pesadas por repetitivas, pero pasados los años y sobre todo cuando empiezan a faltarte los protagonistas de las mismas es cuando realmente les llegas a dar importancia.
ResponderEliminarSí, son historias sin mayor transcendencia...que forman el patrimonio de una familia. Y es cierto que en su momento no las valoramos en su justa medida.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis
Xibeliuss...
ResponderEliminarHaces muy bien en recordarle a tu hijo sus raíces, de donde viene, porque sin ellos no seriamos nadie, ni siquiera existiriamos. No estoy de acuerdo contigo en que son historias sin mayor transcendecia, todo lo contario, denotan en ti un amor por tu familia enorme. Tienes razón amigo, las personas se valoran más cuando las perdemos...
Un fuerte abrazo, y gracias por tu voto, amigo.
Gracias por tu comentario, Felix. Me refiero a transcendencia a nivel general. Cuando buscas en la Historia con mayúsculas te da la sensación que, salvo hechos muy determinados, estos pueblos pasaron siglos y siglos sin que sucediese nada. Y sin embargo están llenos de las historias de la gente humilde que los habitó.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo que es bueno. Yo tambien voy atesorando cada recuerdo y cada pequeña pieza de informacion que voy consiguiendo de mis mayores, buceando en el pasado.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia lo de la carta con la mala noticia y la buena en la misma frase. Primero la mala sobre la perdida de la cosecha y a continuacion la buena del nacimiento, para terminar con buen animo la carta.
Feliz comienzo de semana, monsieur
Bisous
Buena noticia... mi padre no conocía siquiera el embarazo, así que no sé cómo se lo tomaría en aquel momento. Luego se reía mucho recordando y conservó la carta largo tiempo.
ResponderEliminarFéliz lunes, Madame
A mi padre se lo llevó el Alzheimer y cada día le añoro más, es bueno hacerlo aunque por un instante nos invada la tristeza. Me ha emocionado tu entrada Xibeliuss.
ResponderEliminarUn abrazo.
Preciosa historia, yo le hubiera hecho probar el garrote, sin duda.
ResponderEliminarTambién a mi me pasa, tejón. Yo en general lo recuerdo con alegría, orgulloso de su herencia.
ResponderEliminarUn abrazo
En el fondo mi bisabuelo era un buenazo. Creo que si llega a ser mi bisabuela les hubiese sacado las tripas a bocados jejejeje
ResponderEliminarUn saludo, Logio
Estos son los hilos con los que se teje la Historia. Ese legado de memoria es un tesoro que seguro que tu hijo te agradecerá. Yo nunca olvido los relatos de mi abuelo, un auténtico pozo de vivencias, junto a la lumbre tantas y tantas noches. Me ha encantado saber un poco más de tus raíces. Qué vivos estos retales!
ResponderEliminarXibeliuss, me gustaría poder mandarte un par de textos pero no puedo acceder al link de tu correo electrónico. ¿Podrías dármelo para lanzar estas botellas con mensaje dentro? Un abrazo
ResponderEliminarjejejeje Soy un poco pudoroso para publicar estas cosas en internet, pero al final me he lanzado.
ResponderEliminar¿No te funciona el link del correo? Es xibeliuss@yahoo.es.
Un abrazo, alicia
Este ejercicio de escribir anécdotas contadas por personas que se nos fueron deberíamos hacerlo todos, incluída yo misma. Quizás es fácil recordarlas y contarlas a personas de nuestro propio entorno, pero me doy cuenta de dos cosas.
ResponderEliminarLa primera es que el día que yo no esté o que pierda la memoria, estas historias familiares, nuestras raíces, se perderán.
La segunda es que quizás sea fácill ponerlas por escrito una vez que nos lo propongamos, pero no lo es tanto darlas a conocer a gente fuera del ámbito familiar, porque se consideran historias íntimas.
Tú has salvado muy bien este último escollo y las compartes con nosotros.
Muchas gracias
Un besazo
El pudor está ahí, Carmen. No creo que pudiese publicar o colgar otras historias verdaderamente privadas. Pero también está el orgullo por el legado recibido.
ResponderEliminarTodas las familias tienen historias pequeñas como éstas. Creo que es un deber conservarlas.
Un abrazo
¡¡¡¡¡Eeeeeehhhhh, amigo y seguidor, Xibeliuss.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario, en, y, al mío.
Impresionante esta entrada tuya.
Nunca había visto un blog tan personal, y sincero, “por sus actos les conoceréis” dice creo, un refrán.
Gracias por sincerar, amigo.
Siento lo de tu VIEJO, te dejo-como a casi todos nos ocurre-muchos buenos recuerdos, además de la casa de los abuelos.
Gusto tenerte por aquí, amigo.
Ya hablaremos más despacio. Un muy FUERTE ABRAZO, cantabro.
Hermosa familia la que tienes, y que mejor que rendirle homenaje contando su historia a las nuevas generaciones. Yo conservo muchos recuerdos de la guerra y posguerra contados por mi abuela, y aún hoy, cuando ya hace años que murió, me la imagino con el horror en la cara al ver fusilar a su tío, o con su cesta de comida yendo a la mina, a la prisión, a llevar aliento y ánimos a los suyos, los míos.
ResponderEliminarY nosotros debemos seguir contando su historia, que es la nuestra.
Muchos besos!
Hola Xibelius, no nos damos cuenta de la importancia que tiene hasta que entramos en edad y lo vemos desde distinta "altura".
ResponderEliminarSiempre es bueno saber de donde venimos que a donde vamos ya es otra historia.
Un abrazo
el lio de Abi
Hola, makistakis.
ResponderEliminarMi padre me dejó principalmente un legado de recuerdos; la vieja casa es otra historia.
Saludos y nos vemos
Yo lo veo como una responsabilidad, Carolina, la labor de transmitir historias que no aparecerán en otro sitio.
ResponderEliminarUn abrazo.
jejjeje: a dónde vamos cualquiera te lo cuenta, Abi, no hay más que ver las noticias ;-)
ResponderEliminarYo, que siempre había vivido esto como receptor, con los años me he transformado en emisor. ¡es ley de vida!
Un abrazo, Abi.
yo miro a mi padre y en el veo el paso del tiempo en mi, que es algo parecido a lo que me pasa cuando al que miro es a mi hijo.. Me parecio grato ver y leer esto. Supongo que de eso se trata cuando lees o miras fotos: mirarte a ti mismo desde la perspectiva de otros ojos...
ResponderEliminarsaludos
Tengo que felicitarte por tan entrañable historia y por tener la gentileza de compartirla con nosotros.
ResponderEliminarNo sé si te pasará igual, pero para mí, el conocer detalles de la vida de cada uno de los que componemos este enjambre me hace sentir más unida, más cómplice.
Y puedes estar orgulloso de tu familia, como decimos por aquí abajo (que tu padre conocería bien), "guena gente".
Ay cuanto me he reído con el "temeroso" Ventura.
Un abrazo
Hermosas palabras, cuentosbrujos. Muchas gracias.
ResponderEliminar¡Sí! Es muy curioso lo del enjambre: no nos conocemos, pero nos sentimos cercanos ¡al menos a mí me pasa!
ResponderEliminarGuena gente, sin duda.
Un abrazo, verdial
Nadie te ha dicho que hablas como tu padre?
ResponderEliminarConoci bien la casa vieja, aunque ahora ya casi no la recuerdo.saludos, Lasker
jejejejej He escuchado tantas veces estas historias que los giros se me han quedado grabados.
ResponderEliminarAhora, Lasker, me has dejado con la intriga sobre tu identidad secreta ;-)
no florecerá el árbol si no tiene raíces.
ResponderEliminarme ha gustado mucho. mucho.
Posiblemente hoy, si me dieras a elegir entre las entradas que más me han emocionado, sin duda, sería esta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Xibeliuss
No, sin raíces no será árbol; sólo matorral o hierbajo.
ResponderEliminarSaludos, Amio
Arena, me alegro de verte por aquí. Se te echaba de menos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pues si yo hubiese sido tu bisabuelo, te aseguro que ese vecino se hubiese llevado un buen lambriazo, entre otras cosas, por el agua que supongo que le hicieron tragar sin él quererlo.
ResponderEliminarMe ha gustado esta parte de tu vida y tus recuerdos, un abrazo Xibeliuss.
Un abrazo, Moldon. Siempre es un placer leerte por aquí
ResponderEliminarDespués de haber leído tus relatos y ver ese vínculo fuerte que te une a tu padre (sí, lo decimos en presente, te une) se comprende ese orgullo que sientes al transmitir ese legado de vida que te ha dejado y que tú estás pasando con el testigo que entregas a tu hijo.
ResponderEliminarUno es lo que es por esa herencia genética y atávica que nos unen a nuestros padres y a esa tierra que les vió nacer a ellos y que siempre será la que nos acoge como hijos de una propia estirpe.
No solo nos ha encantado, es que en tus palabras se adivina esa devoción paterno filial que nos conmueve.
Un abrazo para tí y otro especial para tu padre, por un trabajo bien hecho.
Así lo siento yo también.
ResponderEliminarUn abrazo, Logan, Lory
Son historias necesarias.
ResponderEliminarUn abrazo
Un abrazo, Mª Antonia
ResponderEliminarUn hombre o mujer, que no conoce sus raíces o se interesa por ellas, sea de la manera que sea, no progresará nunca; tenga la edad que tenga.
ResponderEliminarMuy interesante "Orígenes".
Saludos.
Bienvenida a este rincón, LNJ.
ResponderEliminarhe visitado tu blog y me ha gustado mucho. Con tu permiso, te visitaré a menudo.
Saludos.
Bonitos recuerdos,me ha gustado pasarme por aqui,creo que lo voy a hacer mas a menudo.
ResponderEliminarUn saludo.
Bienvenido, fosi. Pásate tanto como gustes.
ResponderEliminarQue bueno que aunque no lo conozca, de sta forma, le estas llevando a tu hijo, la figura de su abuelo. con el tiempo te aseguro hablara de el como si lo hubiera conocido y todo gracias a tus relatos.
ResponderEliminaren cuanto a la participacion en cuanto a fotos y leyendas me queda pendiente, hasta tanto terminen de destripar el disco rigido y ver que logran rescatar.... tengo copias de seguridad pero no confio mucho en ellas.
Ahora si aceptas una invitacion tambien virtual.....
Cuando tú puedas, Alyxandria ¡Uf, problemas en el disco! Yo tampoco me fiaría mucho de mis copias de seguridad.
ResponderEliminarUn abrazo y seguimos viéndonos.
Gracias Xibeliuss, por recordar estas cosas, has hecho que afloren las lagrimas al leerlo... esa "buena noticia" del nacimiento, cumplio el dia 2 de mayo 65 años.
ResponderEliminarbesos
Sastres somos y Sastres serán nuestros hijos. Es nuestra sangre. Un beso muy grande para la cumpleañera y toda la familia.
ResponderEliminar¡Así que fue el día 2? Parece que mi padre no recordaba muy bien las fechas.
Yo como siempre a destiempo… será que voy picoteando de aquí para allá. Lo cierto es que me gusta tu introducción y… en cierta medida me siento identificado. Mi padre también me contaba cosas de mis ancestros. Mi bisabuelo por parte paterna procedía de San Miguel de Sanabria, era maestro y le destinaron a Porto, allí conoció a mi abuela. Y me cuentan que a mi abuelo lo criaron en san Miguel por razones que no vienen a cuento, pero ya de rapaz decidieron llevarlo para Porto, por la sierra y atado a la cola de un caballo,parece ser porque siempre a medio camino se le escapaba. Bueno no se porque cuento esto, supongo que porque me siento identificado con tu relato y creo que tengo demasiada empatía a veces, cosa que me hace en un arrebato contar algo, a destiempo, fuera de lugar y falto de … en fin un saludo y te seguiré leyendo…
ResponderEliminar¡Gracias a ti por traer este recuerdo, Tanxilde!
ResponderEliminarSon las historias con las que están hechas nuestras tierras, creo que es dificil no sentir empatía. Hace poco compré el libro "Memorias de un viejo carrilano sanabrés", una autobiografía de uno de los gaiteros de Pedrazales. Son vivencias y paisajes que todas nuestras familias han compartido.
Abrazos