Contaban los viejos que Gelín, ya de niño, era guapo como un ángel y que nació con una gaita en las manos. No debió ser así, claro: lo cierto es que se crió en casa vecina a la del Ti Prada y desde muy rapaz su mayor afición era sentarse a los pies del gaitero y escuchar embelesado sus tonadas. Y el viejo le cogió tanto cariño que no sólo le inició en sus saberes, sino que con la mejor de entre todas las maderas de urz que tenía curando y el mejor curtido de los pellejos le construyó una gaita de prodigioso sonido, tanto que dicen era maravilla oírlos, el viejo y el crío que apenas levantaba unos palmos del suelo, tocando en los sagraos los días de fiesta en cualquier pueblo de nuestra tierra.
Como es ley los años fueron pasando y Gelín se convirtió en un guapo mozo, orgullo de Felisa, su viuda madre y aún de todo el valle. Dicen que no se afeitaba todavía cuando el Ti Prada reconoció que ya nada más podía enseñarle y le animó a volar en solitario, tan lejos como las alas de su saber pudieran llevarle. Pero el mozo no le hizo caso en esto y siguió tocando junto a su maestro hasta que le llamaron para el Servicio. Eran los tiempos en los que los moros del Riff andaban muy revueltos y a él lo llevaron para Melilla.
La vida a veces discurre plácida como los remansos de un río entre las cortinas y, otras, se precipita en torrenteras sin descanso. Los primeros años de Gelín habían sido muy felices, pese a las estrecheces de un pueblo pobre y de una familia sin padre. El tenía su música, el cariño del Ti Prada y el amor desmedido por su madre y su hermana Carmen. Cuando se vio en África sintió que era un arbolillo al que han arrancado de sus raíces y para el que ya nunca nada podría ser como había sido. Y cuentan que buscó consuelo en los cafés de los moros y que se aficionó a cierta hierba que ellos cultivan y que ayuda al olvido. Y, por lo que ya se verá, también encontró compañías de las que mejor hubiera huido
Pero la situación de los españoles allí se fue complicando: los rebeldes, cada vez mas envalentonados y azuzados por el maldito Abd el-Krim, entraron en Melilla a sangre y fuego y los soldados tuvieron que luchar por sus vidas. Su batallón entró en combate en el Monte Gurugú y fue una horrible masacre donde los hombres caían como moscas, entre gritos de dolor y órdenes de asalto a degüello y sin cuartel. Gelín conoció el miedo y la muerte. Allí dejó cuanto de inocencia le quedaba. Consiguió salir vivo, no entero.
Le evacuaron con un disparo en la pierna. El hospital de campaña era una auténtica carnicería donde los médicos, sin medios y sin tiempo, trataban de salvar a cualquier precio cuantas vidas fuera posible. Gelín fue uno de los cientos de amputados en aquel día nefasto.
Unos meses después regresó al pueblo. Su cuñado -Carmen se había casado ya- lo fue a buscar al coche de línea y lo llevó a casa montado en una burra. Cuando partió era un mozo guapo y sano, siempre con una sonrisa para todos. Volvía con una pierna de palo, flaco como las arañas por unas fiebres no del todo curadas y un gesto amargo que no podía borrar del rostro. Felisa, su madre, sólo lo abrazó y lloró, lloró aún más que cuando estaba lejos.
No, nunca podría ser como había sido. Gelín, en su regreso, sufrió tres dolores que acabaron por confundir su alma por completo. El primero, aunque ya tenía noticia por cartas, fue ver a su hermana casada y haciendo su vida lejos del hogar, cuando en sus sueños infantiles los tres habían de permanecer juntos para siempre.
El segundo fue encontrar cerrada la casa del viejo gaitero. El Ti Prada murió poco antes de poder ver cómo volvía su más querido discípulo. Quizás fue mejor así.
Y el tercer dolor fue el más profundo de los tres.
(Continuará)
Jooooder! ya nos dejasre engachaos otra vez.
ResponderEliminarprecioso Xibeliuss.
Un abrazo y a esperar, pero que sea pronto aunque tardes.
...Vale, esperaré ansiosa otra vez al lado de El tejón.
ResponderEliminarUn abrazo
Xibeliuss...
ResponderEliminarTe diré algo querido amigo: has conseguido ponerme los ojos vidriosos (no exagero) por el avatar vital de Gelín. Esa niñez e infancia felices, ese anciano y esa hermosa gaita formando un trio inseparable, y ese regreso no siendo ya ni sombra de lo que fué. ¡Maldigo a las guerras¡
Un fuerte abrazo
Qué gran dolor es ver torcerse una vida que se prometía sana. Hay experiencias demoledoras y sin duda la guerra es la primera. Me quedo apenada. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarLo sabia! Era mucho esperar que usted nos contara los tres. El tercero, el mas profundo, tenía que ser el tema del siguiente capitulo.
ResponderEliminarUsted siempre nos deja intrigados!
Me gusta el relato, monsieur. Me gusta mucho.
Buenas noches
Bisous
Te agradezco la delicadeza del (I) al lado del título, así ya voy preparada para que el cuento se corte justo en lo mejor. Tramposo sí, pero considerado ;)
ResponderEliminarMe han dolido los dos dolores conocidos de Gelín, me angustia mucho el tercero y me gustó muchísimo el Ti Prada. Me sentaré a esperar con los otros.
Un abrazo Xibeliuss
Ya que hablas del Ti Prada...igual te interesa
ResponderEliminarLas guerras son vendavales que se llevan todo por delante, dejando tras de sí únicamente rastrojos envueltos en el dolor de lo que fue o pudo haber sido.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato, Xibeliuss, el ritmo narrativo es simplemente perfecto, y el argumento cortado en el momento justo e ideal.
Mi más sincera enhorabuena. La intriga que has creado hace que ya esté esperando la siguiente entrega.
Un beso.
Malditas guerras... que esta historia que comienza de forma tan bonita, termine de este modo (de momento).
ResponderEliminarComo siempre, me gusta tu relato y me quedo esperando el desenlace, me temo lo peor.
Un abrazo Xibeliuss.
jeje, muy bueno Xibelius, de verdad que tienes una maestría espectacular para captar la atención del público. Todo el relato es fantástico y esperaré ansiosa la segunda parte, pero he de decirte que a mí en cuanto empezaste la historia, hablando de la infancia de Gelín y de su gusto por un instrumento tradicional como la gaita, ya me tenías ganada... Abrazos ;-)
ResponderEliminarParece que Gelín vuelve no solo con heridas en el cuerpo sino también en el alma. Espero que la música siempre lo acompañe y, de algún modo, limpie su tristeza.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Jjejejeje, Tejón: no tardará.
ResponderEliminarUn abrazo
Al fondo hay sitio, Arena! Ahora pasa el camarero con las palomitas:)
ResponderEliminarUn abrazo
Felix, he de confesar que yo mismo me he emocionado escribiendo esta historia. Todavía queda.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, Isabel: hay vidas que parecen ir correctamente y, por un equívoco en un cruce de caminos, se acaban yendo al garete.
ResponderEliminarUn abrazo
Madame, que me diga Ud. esto, que ayer mismo nos dejó a Luis y a Minnete volviendo del bosque a las tantas y sin saber por qué!
ResponderEliminarMe alegro de que le haya gustado.
Saludos
Ha Ha Ha (leasé como risa malvada, Alma)
ResponderEliminarEn breve.
Un abrazo
Muy interesante, Logio.
ResponderEliminarTu sabes más de esto, pero el apellido Prada, que creo de origen gallego, tiene una fuerte presencia en la comarca.
Muchas gracias, Marisa. Me alegra especialmente que menciones el ritmo, porque es una de las cosas que más me preocupa a la hora de escribir.
ResponderEliminarUn abrazo
Moldon, yo tampoco espero nada bueno, me temo.
ResponderEliminarUn abrazo
Tenía yo ganas también de hacer un cuento sobre gaitas o gaiteros. Me ha costado, pero aquí lo tenemos.
ResponderEliminarUn abrazo, Carzum
Veremos, veremos, alicia...
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bueno, xibeliuss... jejejejej.. tú si que sabes dejarnos intrigados con tus historias...
ResponderEliminarPor cierto, he podido conocer la existencia de una receta curiosa "Lentejas con crema de setas y foie de pato"... seguro que están buenísimas...jejej, aunque desconozco si el que sale preparándolas eres tú....
Voy a aprovechar tb el comentario para promocionar un concurso literario ya veterano en la comarca, a ver si alguien se anima. Un saludo y gracias.
http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/concursos-literarios/2566-xxix-premio-hispanoamericano-de-poesia-en-lengua-castellana-diego-losada
la guerra destroza la vida de todos los que toca... y esta historia que empieza muy triste esperemos que termine con algo de alegría...
ResponderEliminarDesbrozador, seguro que es el mismo sitio donde yo me he reído mucho con las aventuras de ciertos "aprendices"!
ResponderEliminarDicho queda: 29 ediciones ya del "Diego de Losada": Una gran labor, sacada a base de esfuerzo y ganas de hacer cosas.
Je: hay una pequeña errata. El plato correcto es "Crema de lentejas con setas y foie de pato"
Un saludo
Ay, José Luis, no sé si nos dará alguna alegria, no sé. Yo conocí a un superviviente del Gurugú. Nunca lo olvidó del todo.
ResponderEliminarLa guerra e lo que tiene, que te transforma totalmente. En este caso el pobre Gelín vino totalmente cambiado...
ResponderEliminarEsperemos que en la próxima entrada vuelva a recuperar la alegría y nos toque la gaita. Qué gran instrumento....
Un saludo!
Espectacular comienzo, que no augura un buen final. Qué dolor será ese que corroe el alma de Gelín? La pérdida de la inocencia, la pérdida de algo esencial en esto de ser hombre...
ResponderEliminarUn abrazo
Como moza de un gaiteiro me ha gustado leer esta historia, pero me he quedado intrigada como el resto por saber cual será ese tercer dolor...Por favor, no tardes en publicar la segunda parte.
ResponderEliminarUn saludo, te sigo leyendo en el silencio, siempre es un placer pasar a leerte. Bicos
Tremenda la historia, pero como ya estamos acostumbrados a las entregas...pues a esperar.
ResponderEliminarBueno,en lo que espero lo voy a volver a leer.
Saludos.
Malditas guerras que todo lo destruyen a su paso: la inocencia, el gusto por la música, la visión diaria de lo hermoso. Pero seguro que al gaitero de tu tierra el sonido de la gaita le sonaba todos los días en el cerebor, aunque sonasen tiros y estuviese comiendo polvo. Al anochecer él seguía viendo bosques y montañas, el lago y la puesta de sol entre hayas y robles.
ResponderEliminarBesitos
Pablo: ;-) No adelantemos acontecimientos...
ResponderEliminarSaludos
Mª Antonia, pienso que en condiciones normales siempre guardamos algo de inocencia en nuestro interior. Pero situaciones extremas -guerra, catástrofes- la borran sin dejar rastro
ResponderEliminarUn abrazo
Mery, qué gusto leerte por aquí! Me alegra que sigas al otro lado, aunque sea en silencio.
ResponderEliminarUn abrazo!
Saludos, fosi. La idea es que vaya rápido, no quiero haceros esperar mucho
ResponderEliminarAy, Carmen, así debería ser. Pero no sé, no sé :)
ResponderEliminarUn abrazo
Lo describes muy bien y he sentido tal y como él debió sentirse Africa. Tal vez para él el disparo fuera una liberación.
ResponderEliminarUn abrazo
Uy, Verdial: me temo que no :)
ResponderEliminarSigue, sigue: ya verás.
Un abrazo