(viene de aquí)
Durante días, Gelín rondó el gran arcón del cuarto de su madre. Lo acariciaba con dedos trémulos, se mordía los labios y acababa por salir de la casa sin hacer nada más. Felisa, sin ser vista, lo miraba hacer mientras retorcía las manos en gesto de dolor. Luego, al huir su hijo, suspiraba desde lo más profundo de las entrañas.
Hasta que llegó el momento en el que, cargado de valor, alzó la tapa y desdobló el lienzo. Allí aguardaba, en profundo sueño, la gaita, la mejor gaita que jamás construyó el Ti Prada para su alumno más querido. Gelín cerró el hato de nuevo, lo guardó bajó el brazo y salió con él como quien lleva un contrabando que hurtar a los guardias. Su madre lo supo, claro, y se retorció las manos con más fuerza. En sus ojos, esperanza.
Y cuentan que Gelín buscó unas peñas apartadas que en el pueblo había y que sacó la gaita y se colocó como tantas otras veces, tal como el Ti Prada le enseñó cuando niño era. Y dicen que muy despacio pegó los labios al soplete y movió los dedos sobre el punteiro, recordando el pulso de las viejas tonadas. Pero no pudo. Ni sus pulmones maltrechos tras las fiebres dieron aire suficiente para llenar el fole ni encontró en la madera los caminos de donde antes surgían las melodías. No pudo. Y del mismo dolor, de pura rabia, estrelló contra aquellas peñas, hasta hacerla añicos, la gaita de las maravillas.
No afirmo que lo que dicen sea cierto: tal lo escuché, así lo cuento. Gelín cayó en el desamparo más absoluto. Y se encerró en casa y no quería salir, pasaba las horas muertas en el escaño de la cocina, con los ojos muy abiertos y la mirada perdida en el fuego. Apenas hablaba, apenas comía. Y Felisa, que todo lo intentaba por hacerlo mover, presintió que esa negra desesperación acabaría con ellos dos.
Por eso un lunes, al volver del mercado, traía la risa en los ojos. Se sentó junto a su hijo y muy contenta le dijo: “No sabes que pasó hoy” “¿Qué fue, madre?” “Pues estaba con la Ti Tomasa, que ya habíamos terminado la compra, cuando se nos acercó un señorito muy elegante y me preguntó por ti, que teníais amigos comunes en África y se había enterado de tu pesar. Que te iba a ayudar: que tú sabes cómo llamarlo y que no dejes de hacerlo. La Ti Tomasa me contó después que es un señor muy rico y muy viajado, que se ha hecho una casa en La Carballeda donde la luz se enciende si pellizcas la pared, que tiene un ingenio para subir de una planta a otra sin escaleras y que para el jardín ha traído plantas de todo el mundo, también unos árboles que son tres veces más altos que la torre de Mombuey. ¿No es maravilloso? ¿Harás por verlo, verdad?” Y cuentan que el hijo miró largamente a la madre con esos ojos tan abiertos, tanto que Felisa pensó que no iba a responder. Que le temblaban los labios cuando al final dijo “¿Cómo no, madre? Seguro que es el único que me puede ayudar” Y que una lágrima, una sola, corrió por sus mejillas y su madre pensó que era de alivio.
Y cuentan, bajando la voz porque hay cosas que no conviene que todos oigan, que poco después era la víspera de Todos los Santos, que esa noche maga Gelín aguardó que su madre durmiera y salió, con mucho cuidado que su pata de palo no alborotara. Con gran trabajo llegó a un lugar que no he de decir dónde, sólo que antaño allí cruzaban sus caminos pastores y monjes, y, después de asegurarse de estar en soledad, realizó algunos rezos extraños, no los que nos manda la Doctrina, sino otros que un moro malhadado le enseñó en tierras paganas. Y esperó y no pasó nada, y él creyó haberse equivocado o ser todo superchería al fin y estuvo a punto de volverse a la cama, pero se dijo “Ya de estar...” y recitó de nuevo, silabeando con sumo tiento, la invocación sabida. Y, en ese momento, la luna se asomó entre las nubes.
Y alumbró a un caballero que pareció surgir de la noche en mitad del camino, vestido con traje de blancas rayas y un sombrero que llaman “cannotier”, también bastón de caña y fina empuñadura de plata. Que se llegó a su altura y le saludó con mucha ceremonia. “Perdón por el retraso: hay tanto que atender...” -le dijo- “Ya sabes cómo va esto: tú tienes algo que yo quiero, yo tengo lo que tú quieres. Hablemos”
(continuará)
Deliciosa 2ª parte, Xibeliuss. En estas líneas nos llevas y nos traes a tu voluntad. En la noche de Todos los Santos todo es posible: ya espero la 3ª parte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Xibeliuss, buenísima esta parte del relato! "donde la luz se enciende si pellizcas la pared", qué maravilla!
ResponderEliminarMe dejas en ascuas. No esperaba este giro en la narración... Espero con ansia la tercera.
Abrazos sin pacto
Xibeliuss...he sentido serenidad, mucha, y puede que el final no es lo que espero. Sigo al fondo, atenta.
ResponderEliminarUna abrazo
Ay, Marisa: todavía quedan un par de giros más en esta leyenda, por lo menos.
ResponderEliminarSí, en Vispera de Todos los Santos todo es posible: caen las barreras entre los mundos y pueden comunicarse entre ellos.
Un abrazo
Alicia, yo creo que tú debes conocer esa casa y ese jardín en la Carballeda...
ResponderEliminarUn abrazo
Arena, creo que el final todavía no está muy claro... veremos, veremos
ResponderEliminarUn abrazo
Esto se pone cada vez más interesante, amigo Xibeliuss.
ResponderEliminarEs una pena que Gelín destrozase la gaita, era toda su vida...
Espero impaciente la siguiente parte.
Un saludo!
uy!!! pactos con el Diablo... mala deriva para Gelín... veremos como sigue la cosa
ResponderEliminarDios :)
ResponderEliminarMira mi amigo el de la foto del castillo, ahora estoy segura de que también estará allí cuando yo vaya. Tengo muchas ganas de entrar en esa casa "donde la luz se enciende si pellizcas la pared", Xibeliuss .
(Nunca creí que tuvieras valor para dstrozar una gaita ;)
Abrazos
Sorprendente escena en la que usted nos deja, monsieur. Y en una noche como esa! Ya me da algo de miedo lo que pueda suceder.
ResponderEliminarFeliz jueves
Bisous
¡Y además una gaita única como esa, Pablo! Las depresiones son muy malas...
ResponderEliminarSaludos!
Mala deriva, José Luis. No puede traer nada bueno.
ResponderEliminarSaludos
jeje, coincido con Alma, no te veía yo destrozando la gaita, pero bueno, lo cierto es que se justifica plenamente con el relato. Enganchadísima estoy, a ver cómo acaba, acabará Gelín cayendo en la tentación del "lado oscuro" o no será tal...jeje.
ResponderEliminarEs posible que esté unos días absolutamente missing real y cibernéticamente, pero si no aparezco por aquí, ya me reengancho cuando vuelva. jeje. Abrazos ;-)
Alma, seguro que sí, que está esperando tu visita (jejejeje) Por otra parte, ya sabes que los interruptores han evolucionado un poco.
ResponderEliminarY la gaita...
Un abrazo
Madame, es para temer, sí. No son noches para andar por (cruces de) caminos.
ResponderEliminarFeliz día, Madame
Abrazos, Carzum. Aquí seguira el relato, esperando tu vuelta.
ResponderEliminarY la gaita...
Ufff! qué historia tan maravillosa!, tengo la carne de gallina...la continuación, ya por favor!
ResponderEliminarAbrazos.
Otro al que no le gusta que se rompiera la gaita.El relato va muy bien, a seguir esperando.
ResponderEliminarTengo los ojos llenos de lagrimas y el corazn expectante....
ResponderEliminarun largo abrazo ♥
Ya mismo, Carolina, que ésta va rápido...
ResponderEliminarUn abrazo
Tejón, que la gaita...
ResponderEliminarBueno, ya sigue :)
Un abrazo
Un abrazo, Afrodita: todavía habrá más sucesos
ResponderEliminarNo esperaba para nada este giro de la historia,tremendo.Ya puedes arreglar lo de la gaita...jajaja.Esperando quedo.
ResponderEliminarSaludos.
traía la risa en los ojos...
ResponderEliminarMe gustan los ojos que ríen.
A ver la tercera.
Xibellius...
ResponderEliminar¡Tremenda forma de narrar¡ Ya se me va yendo el desasosiego que tenía en el capítulo uno y voy viendo esperanza para este chico. Seguro que todo le irá mejor ¿verdad? espero que sí, por su bien y por el tuyo,jeje.
Un fuerte abrazo
Fosi, es que la gaita...
ResponderEliminarYa vamos viendo :)
Saludos
Sí, Logio: es una gozada encontrarte con unos ojos que ríen (puede que pocos, pero los hay)
ResponderEliminarAy, Felix:
ResponderEliminarYo no me fiaría mucho de un tipo vestido de petimetre al que me encuentro en un cruce de caminos la Víspera de Todos los Santos...
Un abrazo
Xibeliuss...
ResponderEliminarmmmm, pues tienes razón, no había caido, veremos, veremos...
Me sobrecoje la víspera de Todos los Santos.
ResponderEliminarVoy rápida a leer la tercera parte.
Besos
Es una noche extraña, Verdial: todo puede ocurrir
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