(viene de aquí)
Las noches de los sábados siempre fueron de gran movimiento en la Venta de la Touza Oscura; más cuando se avecinaba el invierno y arrieros y viajantes debían apresurarse en cruzar las Portillas antes de las nevadas más serias. Los sábados se juntaban con los vecinos del Valle, con no demasiada labor en el campo y siendo festivo al siguiente. Así que aquella noche, en la que corrían los jarros de vino y se alzaban risotadas por doquiera, a nadie sorprendió cuando se abrió la puerta y dejó entrar al último parroquiano. Pero, según avanzaba entre las mesas, las voces fueron bajando de tono y los más giraron la cabeza hacia él. Era un hombre enjuto, encogido, que mantenía la cabeza gacha y se cubría con un capote que algo ocultaba. Lo que llamó la atención fue el ruido de su pata de palo marcando los pasos en el solao: toc, toc, toc.
Llegó hasta el mostrador y pidió vino; luego, se giró hacia la concurrencia y dijo “Quizás alguno de ustedes quiera pagar esta jarra a cambio de un poco de danza” y abrió el capote para mostrar la gaita que debajo guardaba. “¡Es Gelín!” -dijo un paisano, y un viajante rompió a reír con estrépito: “¿Y nos quieres hacer bailar con eso? ¡Yo te doy dos duros de plata si la haces sonar siquiera!” Porque el instrumento era para verlo: roncón y punteiro hechos de astillas mal juntadas; las cajas, de espinos, el fole lleno de remiendos y los farrapos, desarrapadas telas de araña. “Hecho” -dijo Gelín, y se desembarazó del capote y se fue para el centro.
Y cuentan que el roncón dio una nota tan profunda como si saliera de los pozos del infierno y sobre ella Gelín marcó un intervalo de tres tonos enteros, y desde allí construyó una melodía que a todos descompuso el cuerpo. Tocaba febril, con los dientes apretados y gesto fiero, y, a la vuelta del cuarto compás, comenzó a marcar el ritmo golpeteando la pata en el suelo y ya nadie pudo parar quieto: todos salieron a bailar, sin mesura ni freno, una danza desconocida para ellos. Y así durante horas y horas, y Gelín reía con carcajadas destempladas y pedía más vino para mojar la payeta, sin dejar de tocar en ningún momento. Y hay quién dice que aquella noche en Touza Oscura hombres y mujeres revolvieron sus cuerpos sin saber quién era quién o qué; pero hay cosas que no deben contarse y los que en verdad allí estaban nunca lo hicieron.
La nueva pronto recorrió los cuatro costados del Valle: Gelín tocaba otra vez y lo hacía como nunca ningún gaitero lo hizo antes, que traía músicas y danzas jamás vistos y que a su embrujo nadie podía dejar de bailar. Su fama se extendió por Sanabria, La Carballeda, aún por la Baña y más allá de La Raya. Todos querían ver esa gaita de astillas, espinas y remiendos, escuchar tonadas que eran rodar y mecer, sensuales como un beso y violentas como un puñetazo en la cara. El gaitero cojo se convirtió en el alma de todas las fiestas: ganó dinero, bebió vino, anduvo con muchas mujeres. Dicen que desprendía una atracción oscura: que era pendenciero, malhablado y orgulloso, que sólo se le veía contento al tocar; pero, que aún así, no parecía una alegría sana sino la calma de un ansia. Nunca le convencieron de volver a tocar en una iglesia, como cuando acompañaba al Ti Prada: “Mi música es baile, no es rezo. Eso, para curas y santos” -explicaba- “No estoy para misas, hay que madrugar demasiado”. Arrastraba tras él una cohorte de vagos y juerguistas que le reían las gracias y a todo decían que sí, aunque él les tratara con desprecio.
Felisa no reconocía al hijo que había criado. Recordaba al niño sentado a los pies del Ti Prada, al que corría por la era en pos de su hermana entre risas infantiles, al mozo que se fue llorando cuando lo llevó el Ejercito... incluso al tullido que volvió de la guerra y no era capaz de conciliar el sueño. No. No era ese hombre que volvía al amanecer, agotado y borracho como un cántaro, aunque ocupase su jergón. No el que retiró la palabra a su hermana, después de una pelea que él provocó en la que casi le mata al marido. No, en fin, el que contestaba con blasfemias a sus dulces reproches. Felisa tenía roto el corazón y no le quedaban lágrimas. Sólo podía mirarle ir en la noche, con la maldita gaita de astillas bajo el brazo, y tumbarse en la cama con los ojos abiertos a la espera de que sano volviera.
Seis años, seis meses y seis días después de aquella lejana Víspera de Todos los Santos, Felisa se incorporó en su cama con un fuerte sobresalto.
Dicen que fue en el mismo momento que, en una taberna, a Gelín le mató un marido descontento.
(continuará)
Gelín ha muerto... Este relato me tiene atrapada! Qué dirá el diablo de todo esto?
ResponderEliminarFelicidades por el texto. Se deja paladear y es contundente. Besos
Ay Dios, primero destrozas la gaita y ahora te cargas a Gelín, jeje, fantástico, verdaramente fantástico y absolutamente sorprendente. Estoy deseando saber por dónde va a seguir la historia. Abrazos ;-)
ResponderEliminarSe me han puesto los pelos de punta oyendo sonar la gaita.¿Que nos falta?
ResponderEliminar¡Gracias, Alicia! Ya vamos llegando al final
ResponderEliminarUn abrazo
Carzum pero ya has visto que la gaita ha regresado! Un poco cambiada, eso sí.
ResponderEliminarAbrazos
Jjejeje. No me extraña, Tejón. El intervalo que toca Gelín es un tritono, una disonancia que en la Edad Media llamaban "Diabolus in Musica" que la Iglesia prohibió porque provocaba tal desazón que abría paso al demonio...
ResponderEliminarYa falta poco.
Un abrazo
Que desaga el pacto, debe haber alguna solución
ResponderEliminarNo puede morir!!
Felisa está sufriendo mucho y el sobresalto que tuvo, doy fe de que eso ocurre y es verdad.
Un abrazo Xibeliuss, sigo al fondo atenta
No se cuánto le habrá costado a mi amigo el del cannotier el alma de Gelín, pero hizo un mal negocio. El consiguió el alma del gaitero y el gaitero todas las nuestras...Si es que no se puede tratar con músicos, son todos unos liantes. Y los gaiteros, los peores;)
ResponderEliminarNo nos hagas esperar mucho, Xibeliuss, ten corazón. Abrazos.
:)
No sé, Arena, no sé...
ResponderEliminarUn contrato es un contrato. Veremos...
Un abrazo. ¿Cogiste palomitas?
Sí que son liantes, sí. Y capaces de todo para llamar la atención!
ResponderEliminarYa queda poco, Alma.
Un abrazo
Si es que no se puede hacer pactos con seres con cannotier la Noche de Todos los Santos...luego pasa lo que pasa... El detalle del tiempo del día que Gelín murió, seis años, seis meses, seis días (666, uf!), ha estado genial, simplemente con una cifra has descrito algún que otro rasgo fundamental del ser del cannotier, :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Marisa: en formatos pequeños no te queda más remedio que aumentar la información a base de "morcillas" de éstas, medio escondidas. Aunque puedan pasar desapercibidas crean ambiente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las facturas del maligno son siempre abultadas... ¿como terminará la cosa?
ResponderEliminarSi!!!
ResponderEliminarVa a tener que pasar el camarero otra vez, se me han acabado...y la historia sigue.
Abrazo!
UUuuyy, 666, el numero de la bestia. Seguro que no fue casual, monsieur.
ResponderEliminarEspero que iremos descubriendo qué es lo que se oculta tras ese numero.
Feliz tarde
Bisous
Parece que Gelín comenzó a realizar las mimas acciones que una estrella del rock...
ResponderEliminarMe pregunto quién será la persona que, en en la segunda entrega del relato, se encuentra con él. Y qué le habrá hecho para que su actitud cambien de manera tan radical.
Espero que en la siguiente entrega se pueda aclarar esta duda.
Me está encantando el relato. Enhorabuena.
Un saludo!
Mas emocion e intriga imposible.
ResponderEliminarNo hubo mucho gasto arreglando la gaita,eh?,jajaja.Haces que le empiece a coger el gusto a las esperas,cada entrega es mas sorprendente que la anterior.
Saludos.
Pues no has dejado con la intriga de saber que le pasó al gaitero.
ResponderEliminarMuy buenas las imágenes que reconstruyes en nuestras mentes a través de tu prosa fresca y directa. Fíjate que me encontraba yo bailando en la taberna al son del gaitero...
Por cierto, por aquí se dice borracho como una cuba, en vez de como un cántaro o cántara.
Saludos
- ¿Que vas a tocar, Fulano?
ResponderEliminar- ¡O que salga do fondo do fole!
(Recuerdo de infancia)
Buen fin de semana.
Pues ahora quien de verdad me da lastima en la historia es Felisa, pobre madre, me quedo con la frase "el que contestaba con blasfemias a sus dulces reproches" cuanto padecimiento le da este hijo.
ResponderEliminarSigo esperando un buen final como en los cuentos pero.... no llego a verlo bien.
Un abrazo Xibeliuss
Ay Dios mío! QUE MUERE Gelín? Y ahora qué nos queda, su espíritu entre sonidos de gaitas y vidas tristes, o algo más...?
ResponderEliminarAbrazos.
Este señorito siempre cobra sus deudas, José Luis. Y si puede sisar, también.
ResponderEliminarSaludos
Bien, Arena, bien. Ahora va para allá con canapés ;)
ResponderEliminarAbrazos
No, Madame, no sería casual. Este personaje es muy dado al formalismo y al boato.
ResponderEliminarFeliz Sábado
¡Sí, Pablo! Al fin y al cabo, la música que toca Gelín es como "rodar y mecer"... jejeje
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Carmen, me alegra que te guste.
ResponderEliminar"Borracho como una cuba" también se utiliza aquí predominantemente, pero a algunos mayores se les escucha el "como un cántaro"
Un abrazo
Jjejeje Logio: eso es exactamente lo que tocan la mayoría de los gaiteros!
ResponderEliminarFeliz fin de semana también
Moldon: sí, Felisa es el personaje que más sufre en esta historia... y la que menos culpa tiene.
ResponderEliminarUn abrazo
Jjejejej Carolina: veremos, veremos...
ResponderEliminarYa no queda nada.
Un abrazo
¡Fosi! Discúlpame, que me he liado en el orden de las contestaciones. La gaita, ya ves: hecha unos zorros, jejeje, pero cómo suena!
ResponderEliminarPUES VAYA!!!
ResponderEliminarVARIOS DIAS SIN VENIR, Y VENGO EN EL PEOR!!!
EL DIA DEL FUNERAL........
SEGURO QUE HOY EN SU ENTIERRO SE ESCUCHARÁ A LO
LEJOS UNA GAITA.
UN BESOOOOOOOOOOOOOOOOO
hmmmm todo un "Crossroads" sanabrés...
ResponderEliminarespero desenlace impaciente
uffff.. menuda aventura, engancha. Tiene de todo... misterio, sabiduría popular, magia, muerte, celos... jejejeje.... Sanabria pura, vamos.
ResponderEliminarQue gran cambio el efectuado en Gelín.
ResponderEliminar¿Es cierto que ha muerto?.
Un abrazo
Reme, una gaita seguro que se escucha. Cuanto de lejos ya no te digo, jejeje
ResponderEliminarUn abrazo
Aciertas, Amio: Un auténtico Crossroads... con sabores locales. Ya está el desenlace
ResponderEliminarPues espera el final, Desbrozador: todavía nos quedan dos o tres clásicos de Sanabria Carballeda por tocar
ResponderEliminarVerdial, me temo que sí que ha muerto, sí.
ResponderEliminarUn abrazo