Al cabo de unos cuantos años, la edad y los pesares habían ido encogiendo a Felisa hasta convertirla en poco más que un montoncillo de huesos y pellejo, apenas lo justo para que no se desmoronaran sus ropas. Ella, que un día creyó que no le quedaban lágrimas, volvió a encontrarlas a la muerte de su hijo. Y dedicó la vida a su recuerdo y a rezar por su alma, pues de alguna manera comprendió que el cambio de Gelín fue a resultas de un pecado. Y ella, que nunca hizo mal a nadie, se culpó a sí misma: llegó a estar tan orgullosa de su guapo rapaz gaitero que seguro ofendió a Dios con su soberbia, un pecado capital que pagaba con la desgracia de su hijo. Y las horas se le iban rezando, pidiendo por la redención de Gelín y el desvío del castigo hacia ella misma, la pecadora al fin.
Y cuentan que una Nochebuena, al volver de la Misa del Gallo, atizaba las brasas del hogar antes de acostarse cuando sintió una presencia en el escaño. “No te asustes, Felisa, no traigo ningún mal” -escucho, pero no vio a nadie; quizás solo un punto donde la penumbra parecía temblar- “Soy el Ti Prada, tu vecino, y me ha sido dado venir a traerte un mensaje de Gelín: quiere que sepas que fue él, él y no tú, quien ofendió a Dios gravemente y bien que lo está pagando. Que sus sufrimientos son muchos, pero el peor de todos es ver los dolores que sufres sin culpa ni consuelo”
“Yo salí hace tiempo de donde él está, pero ya entonces sabía de su error y mostraba gran arrepentimiento. Eso, con tu injusto pesar y tus oraciones, han apiadado a los cielos y el mozo va a tener una oportunidad más”
“Has de encargar una misa, una de gran solemnidad, que cantarán cinco curas y el Cuerpo de Nuestro Señor expuesto en la custodia más rica que conseguir puedas. Y llevarás tres gaiteros a tocar junto al altar” “Pero yo no tengo dinero, ¿cómo lo voy a pagar?” “No te sofoques, mujer: con mucho del dinero que ganó, Gelín enterró un tesoro y ahora te digo dónde has de buscar”
_ o O o _
Felisa cerró la cancela del camposanto y entró en la iglesia aledaña. Las campanas llevaban rato llamando a los fieles y el templo estaba de bote en bote, pues no en vano se había corrido la voz que iba a ser la mayor fiesta del Corpus que jamás viera la aldea. Los niños estrenaban los trajes de pana que habían de durarles durante todo el año y los mayores rescataron para la ocasión capas y pañoletas primorosamente bordadas, con olor a naftalina y a manzana. Cada uno en su lugar de la iglesia, sin mezclarse hombres y mujeres, mas todos se pusieron de pie al unísono cuando los cinco sacerdotes salieron en fila de la sacristía. En el lugar de honor del altar relumbraba una hermosísima custodia de oro y piedras preciosas y en los bancos laterales, tres gaiteros templaban sus instrumentos.
Felisa, contra su costumbre, siguió la ceremonia un poco despistada, pues había algo que la inquietaba: un desazón, un no se qué. Había cumplido una por una las instrucciones que le dio el fantasma del Ti Prada: cavó en el escondrijo donde se ocultaba el tesoro, ofreció la nueva custodia, pagó la misa... pero dudaba si habría de hacer algo más, qué se esperaba de ella, si sucedería algo y cuándo sería... Y con este reconcome giraba la cabeza, miraba de un lado a otro y hasta su hija Carmen tuvo que darle un codazo porque se confundió de rezo.
Y cuentan que entonces, en el momento de la Consagración todo quedo en silencio. Los tres gaiteros se aprestaban para el toque de alzar cuando, por el pasillo del centro, amortiguado por las alfombras de honor, se oyó claramente un ruido que todos conocían bien: Toc, toc, toc.
Y empezó a sonar un roncón que no era el de ninguno de los gaiteros del altar y a muchos se le erizaron los vellos al reconocer dos de los tres tonos enteros con los que Gelín empezaba sus bailes: pero el tercero no sonó. Cambió a un acorde muy dulce y la música contó la tristeza de Dios Padre ante el pecado de nuestros primeros padres, de cómo sufrió al expulsarlos del paraíso y de cómo se apiadó de los hombres y decidió enviar a su Hijo unigénito para redimir nuestros pecados y establecer una nueva Alianza de Perdón que no habría de romperse jamás. Y la melodía entonces cantó a la Gloria prometida y el regocijo que nos espera a la diestra de Dios y un coro de miles de ángeles mezcló sus voces con la gaita para alabar al Señor.
Y fue tan hermoso que ninguno de los allí presentes pudo contener el llanto y cuando el cura alzó el cuerpo de Cristo, cuando las últimas notas ya se apagaban, un rayo de luz atravesó la cúpula de la iglesia y llenó la Hostia de luz. El oficiante cayó de rodillas y dijo: “Está escrito: habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Hemos presenciado un sacrificio que ha sido del agrado del Padre. Hoy, un alma condenada ha escapado del infierno y vuela hacia la paz. Alabemos al Señor”
A la salida de misa, los vecinos formaron corros junto al cruceiro, asombrado por los prodigios que habían visto y pidiéndose explicaciones los unos a los otros. “¡Milagro, milagro!” -decían los más. De repente, Carmen advirtió la falta de Felisa. La buscó entre los distintos grupos, la buscó en el cementerio y, al no encontrarla, entró en la iglesia de nuevo.
Allí la vio, arrodillada junto a su banco, tan poca cosa que casi pasaba desapercibida. Tenía los ojos abiertos fijos en el altar y la cara como iluminada de una santa luz; pero ya no respiraba.
Había partido hacia el cielo para abrazar, una vez más, a su hijo Gelín, el gaitero cojo.
Si queréis escuchar un toque de alzar tocado por una gaita de fole, pulsad aquí. Es una interpretación de Alberto Jambrina a la gaita y Germán Bragado a los teclados de un toque del (verdadero) Julio Prada. Más información en la página "Gaita de Fole en Zamora"
imponente relato!
ResponderEliminarEs muy bello, Xibeliuss.
ResponderEliminarY Si hay un cielo, todos los gaiteros merecen estar en él, hasta los que lo hacen mal. También todas las Felisas que sólo hacen bien.
Un abrazo grande.
Impresionante leer esta última entrega y escuchar a la vez la gaita de fole, me ha emocionado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo Xibeliuss
Gracias, Amio.
ResponderEliminarTambién por el enlace de "Cathcart Towers" -jo, no lo escribí ni parecido.
Alma, pensaba que iba a ser un final demasiado bequeriano / maese-perez-el-organistiano para tu gusto, pero era el que necesitaba para cerrar este círculo de tradiciones.
ResponderEliminarYo pienso que si hay un cielo, no se compra a base de misas de cinco curas ni custodias de oro y brillantes.
Un abrazo
Gracias, Arena. La verdad que esa gaita suena de maravilla, da gusto escucharla.
ResponderEliminarUn abrazo
La muerte de un hijo es la peor de las experiencias vitales, ¡pobre Felisa!, que descanse en paz.
ResponderEliminarPrecioso cuento que bien merecería convertirse en leyenda de esas que solo narran los viejos del lugar en contadas ocasiones y a determinados forasteros.
ResponderEliminarUn abrazo.
PD: ¡Qué bien suena la gaita!
Además, Logio, tiene algo de anti natural: son los hijos los que deben enterrar a los padres, no al revés.
ResponderEliminarEnrique, al fin y al cabo, el cuento es un encadenamiento de varias leyendas de la comarca, desde la gaita con la que nadie puede dejar de bailar a los fantasmas que indican dónde se encuentran los tesoros, pasando, claro, por los pactos con el diablo y las redenciones de última hora.
ResponderEliminarUn abrazo
Querido amigo, te has puesto el listón muy alto, el cumulo de sensaciones que han rrecorrido mi cuerpo leyendo y escuchando esa gaita son dificiles de explicar.
ResponderEliminarGracias
Un final tierno y luminoso que no me esperaba, monsieur. Sus relatos tienden mas a la oscuridad, pero veo que realmente es muy polifacetico.
ResponderEliminarUn gran relato, monsieur.
Feliz domingo
Bisous
Exquisito Xibeliuss. Con todos los elementos básicos del cuento-leyenda: fantasmas, tesoros,apariciones, música de ultratumba... Al acabar de leerlo me ha recordado la leyenda de Bécquer "Maese Pérez el organista". Me ha gustado muchísimo, el desarrollo de la acción, el ambiente que has pintado, y esa gaita de Jambrina...lleva a un climax final insuperable.
ResponderEliminarPor cierto, me encanta lo de "atizaba las brasas antes de acostarse"...cuentos de invierno al calor de la lumbre. Perfecto.
Enhorabuena.
Un abrazo.
Gracias a tí, Tejón. Ni que decir tiene que trataré de mantener el listón.
ResponderEliminarUn abrazo
Merci, Madame. Creo que es el final que el relato necesitaba, aunque yo le veo zonas de claroscuro.
ResponderEliminarFeliz tarde de domingo.
Broche de oro para el relato,coincido con Tejon,¡a ver como superas esto!,aunque bien pensado seguro que no te sera dificil.Enorme,de verdad.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Marisa: sí, el final ha quedado muy Becquer / Maese Pérez... pero es donde llevaba de todas todas el círculo de leyendas y tradiciones que incluye el cuento. Me alegro que te guste, Marisa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, fosi. Jjejeje... por lo menos es el cuento más largo que el blog ha publicado (hasta ahora): intentaré mantener el nivel
ResponderEliminarBUENO, ME RINDO A TUS PIES...
ResponderEliminarEL OIR LA GAITA ME HA TRANSPORTADO A OTRA ÉPOCA, Y EL RELATO INSUPERABLE "AUNQUE SE QUE LO SUPERARAS".
LAS MADRES! SI ES QUE LAS MADRES ESTAN HECHAS DE OTRA MATERIA.
UN PLACER Y DE LOS GRANDES ESTAR AQUI.
Uff, Xibelius, francamente bueno, se me han puesto los pelos de punta, sobre todo, al escuchar el sonido de la gaita. Magnífico relato, oye, con todos los que tienes ya, por qué no te planteas publicar un libro de relatos cortos??? Estaría genial. Abrazos, ;-)
ResponderEliminarSí, Reme: las madres están hechas de oro puro.
ResponderEliminarUn abrazo
Ay, Carzum, el otro día sí que los estuve ordenando un poco y, bueno, ya van cogiendo volumen, pero todavía queda un poco raquítico. No sé, a ver que se me ocurre.
ResponderEliminarAbrazos
Ha merecido la pena esta larga espera para conocer el final de la historia. Además con fuegos artificiales, pues es una gozada escuchar esa dulce melodía con la gaita, y tan a cuento con el relato.
ResponderEliminarEnhorabuena, te habrá costado hilvanar tantas historias y leyendas... Creo que la disfrutaré más si las releo en unos días de un trago, como el vino que se bebía Gelín mientras tocaba.
Un abrazo.
Gracias, Transi.
ResponderEliminarUn abrazo desde Sanabria Carballeda
Bueno pues después de todo un final feliz... y con moraleja... una gran historia la que nos has traído en estas 4 entrada... enhorabuena...
ResponderEliminarFeliz, feliz... bueno, para los parámetros de estas leyendas no acaba mal, y la moraleja no puede faltar.
ResponderEliminarGracias y saludos, José Luis
Una narración que pone los pelos de punta, al estilo del mismísimo Bécquer. Creo que si el gran poeta romántico hubiese querido narrar alguna leyenda de Sanabria, el resultado ho n¡hubiese sido muy diferente.
ResponderEliminarHace poco me comentaron que hay un libro de ralatos del gran Alejandro Dumas padre y uno de ellos aparece una historia de amor y fantasmas ambientada en el Béjar de los duques. Tu relato me ha recordado mucho a éste.
Un saludo
Increible, Xibeliuss.
ResponderEliminarUn relato magnífico en que, al final, Gelín se da cuenta en el más allá del dolor que le produjo a su madre y pretende resarcirlo.
No me puedo imaginar la emoción con la que disfrutarían de ese abrazo en el cielo...
Un saludo!
Carmen, si que ha quedado becqueriano el final, sí. Pero sigo pensando que es el único que encaja.
ResponderEliminarCreo haber leído el cuento de Dumas, pero no recuerdo el titulo, buscaré por ahí.
Un abrazo
Ya sabes, Pablo: estas leyendas tienen unas reglas muy marcadas que tienes que seguir si quieres darle aspecto de "verdad". Me alegro de que te haya gustado.
ResponderEliminarSaludos
La historia más hermosa que he leído en mucho tiempo, cómo me ha emocionado!
ResponderEliminarGracias por traerla hasta nosotros. Y ahora voy a escuchar la gaita...
Abrazos.
Un abrazo, Carolina. Con todo lo que lees es un gran halago!
ResponderEliminarPues es totalmente cierto, créeme.
ResponderEliminarAh! qué bonito el toque de alzar!!
Aún tengo la piel de gallina. Para mí, ha resultado tan hermoso como el toque de gralla que acompaña a la carga de los castellers (castillos humanos, seguro los conoces, si no, un día hablaré sobre ello), emocionante y bello.
Besos.
Sí que conozco los castellers ¡Fabuloso! Mira, ahí tienes una gran entrada.
ResponderEliminarAbrazos.
Qué emocionante Xibeliuss, y qué bien suena esta gaita a la medianoche en mi casa! (El sonido de una gaita perdiéndose en el aire es algo que me estremece)
ResponderEliminarFelicidades por el relato... nos has tenido en vilo hasta el último instante!
Besos
Buena historia Xibeliuss, ha merecido la pena esperar capitulo tras capitulo hasta llegar a este desenlace, un poco triste, pero bueno, tal como iban las cosas, me parece que el mejor.
ResponderEliminarEspero que pronto nos regales otro relato y alguna foto. Gracias Xibeliuss, un abrazo.
Nos hemos cruzado, alicia! La gaita es un instrumento peculiar, capaz de lo más dulce y de lo más guerrero. Por estas tierras, tú lo sabes bien, su música acompaña para todo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Moldon: esa es por lo menos, la intención: seguir con fotos, relatos, curiosidades... todo lo que sirva para enseñar esta tierra tantas veces olvidada.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo he leído de un tirón, las cuatro partes (releí la primera) y me ha impresionado. Bien escrito. Los adjetivos, los justos y una historia impresionante bien narrada. Mi enhorabuena, Xibeliuss, con un toque de envidia no de la sana, de la otra, la única que hace que pienses: vaya, hombre. Ahora ya no se puede contar esto mejor.
ResponderEliminarUn abrazo (este sin pizca de envidia, si no de placer por leer tus textos)
Me recordo los cuentos de mi niñez en boca de mi abuelita, ella no escribia, pero narraba bonito como escribes tu.
ResponderEliminarun largo abrazo y gracias♥
Mª Antonia: ya sabes, yo cada vez que lo leo le encuentro algún detalle que cambiar, no creo que ésta quede como versión definitiva, pero... muchas gracias por tus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Afrodita: es lo que buscaba, ese sabor antiguo de los cuentos de nuestros abuelos.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy agradecido por un relato tan bonito
ResponderEliminarAdemás me ha gustado ver las fotos de mi amigo Andrés tocando
ResponderEliminarManu, gracias a tí por la visita y tus palabras. Las fotos de Andrés son muy recientes: hace apenas quince días, fiesta del Corazón de Jesús en Cobreros.
ResponderEliminarSaludos
Ay que final tan triste pero tan bello, no sabes como me he emosionado.
ResponderEliminarEsos ojos abiertos pero sin ver... pero seguro que dí que veía desde otra dimensión.
Un abrazo
Yo creo que sí, Verdial. Incluso diría que para ella no fue un final triste, fue peor lo que pasó antes de llegar a él.
ResponderEliminarUn abrazo