30 mar 2009
La Serpiente Multicolor
El paso de la Vuelta Ciclista por Sanabria ha supuesto, cuando menos, un empujón de ánimo para nuestro sector turístico, que, como tantos otros, lleva un tiempo sin recibir buenas nuevas. La Hospedería El Pico del Fraile tuvo el placer de albergar al equipo Fuji Servetto, ganador de la etapa de Peces. Gente super profesional y al mismo tiempo agradable, muy cercana, que dejaron encantados a todos los que pudieron conversar con ellos. Mucha suerte en vuestra temporada y ojalá volvais por nuestra tierra.
Pd. Qué bonito salió el Lago y Peces en la tele, las imágenes desde el helicoptero daban verdadero placer verlas.
28 mar 2009
Sanabria como tierra de criminales
En las últimas entradas, este blog se está yendo un poco por la tangente y parece tener un poco abandonado su objetivo original: la fotografía, los cuentos, historias y costumbres, descubrir, en fin, la comarca de Sanabria y Carballeda. Lo cierto es que el ambiente anda movidito con el tema del PORN y un día sí y otro también se convierte en conversación recurrente. La Junta, con los medios de prensa a su disposición, defiende su postura y quien no reside aquí está recibiendo una información sesgada de la polémica, quedándose los sanabreses con la imagen de retrogrados terroristas antiecológicos (chúpate esa). Hoy - caprichos de la alerta de noticias de Google - me entero de unas declaraciones al diario El Mundo de Don Alberto de Castro, delegado territorial de la Junta de Castilla y León en Zamora, refiriéndose a los incendios que están quemando nuestra provincia. Cito textualmente: "Son vecinos de los pueblos de Sanabria y Aliste, gente que conoce el monte mejor que nosotros, y que saben donde hay que prender para hacer el máximo daño". Vamos a entendernos, señor De Castro: Si un político en activo - usted, por ejemplo - dijese que los sevillanos andan matando muchachas y arrojándolas a los contenedores, posiblemente se ganaría una querella. Si yo dijese - que por supuesto no lo digo - que todos los políticos del PP o del PSOE son corruptos, seguro que me ganaría dos querellas. Si yo dijese - cosa que en absoluto es mi intención - que hoy por hoy quien más anda por los montes son los agentes mediambientales y las cuadrillas de control de incendios forestales y que, por lo tanto, a lo mejor los culpables están entre ellos tendría exactamente las mismas pruebas que usted en su criminalización de los vecinos de Sanabria y Aliste. Usted sabe, señor De Castro, que lo que se persigue con estas declaraciones es debilitar la postura de oposición al PORN y hacernos aparecer a los lugareños como salvajes sin escrúpulos. La tierra que está ardiendo es la nuestra. Es donde vivimos. Es la que queremos conservar. Por supuesto que puede haber descerebrados, como en cualquier sitio. Es labor de las autoridades investigar y descubrirlo, y, entonces, con pruebas firmes, que un juez aplique todo el peso de la ley. Pero hasta entonces, señor De Castro, háganos el favor de controlar sus calentamientos verbales.
Foto: El Monte del Tejedelo ardiendo, visto desde la iglesia de Santa Colomba
24 mar 2009
Lance Armstrong en las carreteras de Castilla y León
Resulta que este año la Vuelta Ciclista a Castilla y León viene a mi pueblo. A mi pueblo no, pero casi. Gran expectación mundial: - la eterna épica del deporte- el viejo y gran campeón, Lance Armstrong, se enfrenta al nuevo cachorro, al hambriento de gloria, aspirante al trono Alberto Contador. En el primer día, Lance se va al suelo y se rompe la clavícula. Estoy sentado delante de la tele y veo las imágenes de un puñado de ciclistas espatarrados en una carretera infame. ¡Leñe, si parece la misma carretera que tengo delante de mi casa! El viejo guerrero, vencedor de la enfermedad horrible y de siete Tours, uno de los ciclistas más grandes de la historia, ha acabado en la cuneta el primer día que se enfrenta a las carreteras de Castilla y León. Lo siento, no me quedo con los gestos de dolor de los caídos. Me pregunto qué estarán pensando los espectadores de New York, de Los Angeles, de Detroit, de Houston... también los de Paris, Bruselas, Amsterdam: ¿A qué país tercermundista ha ido a correr este hombre?. Pues sí amigos: por carreteras como ésta cada mañana un autobús lleva a nuestros hijos al colegio, las -escasas- ambulancias nuestros viejitos al hospital, nuestra gente acude a su trabajo, cuando lo tiene. Por algunas de ellas no puede pasar la máquina quitanieves porque luego no tiene espacio para dar la vuelta. En fin. No me extraña que Lance, en cuanto salió del hospital de Valladolid, aún con gesto de dolor y quizás un puntillo de pánico, declarase que se volvía a su tierra para ver si le operaban o le daban un caldito. Ojalé te recuperes pronto, Lance. Nosotros, lamentablemente, tendremos que esperar un poco más para tener carreteras de champions league.
Aquí, la noticia en BBC World. Aquí la carretera de marras y aquí, la sabiduría popular.
Aquí, la noticia en BBC World. Aquí la carretera de marras y aquí, la sabiduría popular.
23 mar 2009
Arde Sanabria
Por desgracia, nos convertimos hoy en blog de actualidad. La primavera no acaba de llegar y ya arde Sanabria. ¿Quién obtiene beneficio de esto?.Las fotos está sacadas a más de seis kilómetros del incendio. El Tejedelo está bastante más cerca. De momento se ha salvado. ¿Hasta cuándo?.
Ver noticia en La Opinión de Zamora.
Ver noticia en La Opinión de Zamora.
19 mar 2009
Un paseo por Sejas de Sanabria
Situado a un tiro de piedra de Mombuey, Sejas de Sanabria -que, pese a su nombre, está en la Carballeda- esconde algunos de los más bellos rincones de nuestra tierra. Su iglesia románica, las piedras labradas con mimo, el Rio Negro, la ermita de la Virgen de la Ribera, son algunos de los secretos escondidos que este pueblo custodia. Merece la pena conocerlo.
Ermita de La Virgen de la Ribera
14 mar 2009
Otero de Bodas y Don Gil
Cuenta la leyenda que en la corte de Enrique IV de Castilla (el padre de Juana la Beltraneja, para situarnos) vivió un caballero llamado Gil Otero de Biedma. Este Gil tuvo la mala suerte de deshonrar a la dama equivocada, que, tras la afrenta, le maldijo a no encontrar placer en el amor salvo con doncella y únicamente en la noche de bodas. Como el maleficio dio en cumplirse, el caballero inició una carrera por desposar a todas las doncellas de la comarca, acabando con sus vidas una tras otra. En la sierra de la Culebra existe aún un lugar conocido como Tozoloslobos, donde Gil arrojaba las pruebas de sus asesinatos y, además, alimentaba a los gallardos lobos de la región. No se cuenta bien porqué, pero un día al caballero le entró gran arrepentimiento y acabó colgándose de un árbol en este mismo paraje. Hay quien dice que su espíritu sigue vagando por la Culebra y solicitando a las mozas en matrimonio, y hay también quien dice que este Gil fue quien dio nombre al pueblo de Otero de Bodas.
Lo que si es cierto es que Otero estuvo ya habitado en la Edad del Hierro, que existen menciones al paso de la corte visigoda y a las razias de Almanzor, al camino de Santiago y la tradición habla de la visita de un muy alto caballero de nuestro siglo de oro, que se acercó hasta aquí a conocer a su futura esposa, de origen portugués. A mi esta explicación del “de Bodas” se me hace más agradable que las correrías del tal Gil Otero de Biedma.
Si te acercas al pueblo el 31 de mayo lo encontrarás endomingado: es la Fiesta de las Mozas. Las mujeres se han esmerado como reposteras y, tras la misa y la procesión de la Virgen, un subastador tratará de sacar lo máximo posible por los dulces, las roscas y los bollos mimones que han preparado. Y luego, naturalmente, a bajar la comilona con unos cuantos bailes al son de la gaita y el tamboril.
Desde cualquier lugar del pueblo te será imposible no fijarte en el Muelo. Es el monte que domina toda la comarca, con la inconfundible forma de un montón de paja y que, debido a las floración del monte bajo ¡es de color morado! En su cima, aparte de unas vistas asombrosas, encontrarás una huella de la herradura del caballo de Santiago, que anduvo por aquí saltando de cerro en cerro – la siguiente está en las Peñas de la Fuente, el alto situado al sur. Hay otros que dicen que son marcas paganas de origen celta, que en concreto simbolizan un eclipse lunar, pero ya sabes que siempre es bueno tener varias versiones para elegir.
En las faldas de los montes hallarás abundantes colmenas, donde se recoge de manera artesanal la rica miel de brezo de la zona, castañares centenarios y busca también un viejo “potro”, artilugio de madera que se usaba para herrar las caballerías. Si es temporada, aprovecha para buscar setas o acechar la berrea del ciervo, que en la cercana Reserva de Caza continúa su inmemorial batalla con el lobo, señor de la sierra de la Culebra.
Las casas de Otero de Bodas mezclan la piedra y el adobe, al ser territorio fronterizo entre comarcas. La iglesia data de principios del siglo XVII y alberga una imagen en su altar mayor de Santiago Matamoros, como es común en pueblos del Camino. En tiempos existió también un monasterio cisterciense, vinculado a la orden de San Juan de Jerusalén, pero del que hoy apenas quedan huellas. En la iglesia del cercano Val de Santa Maria, en el inicio de la escalera que sube al campanario, verás grabada en piedra la encomienda de esta misma Orden.
Casi no voy a contarte más, pues prefiero que por ti mismo descubras lo que me dejo en el tintero. Y si eres moza, y de noche por los caminos un caballero te pide en matrimonio… pues cuidado con los lobos.
Ver mapa
Foto: El Muelo, antes de ponerse morado.
Para verlo morado
Para verlo morado
11 mar 2009
El Mal Amigo
Hoy, un nuevo cuento/leyenda. Tiene algo de copla de ciego y de... ¿Conan?
Escúchame, Oh, Príncipe, pues vengo de lejanas tierras y mi morral traigo lleno de bellas historias por contar. Has de saber que más allá de Zamora la noble existe un valle que llaman de Sanabria, dónde los montes contemplan su reflejo en el Lago y la raza de nuestros ancestros perdura en el tiempo. Yo, Señor, he recorrido sus caminos y he hablado con sus gentes, he comido su pan y he bebido su vino. He visto antiguas piedras que han sido castro, muralla y castillo; árboles nacidos cuando el mundo era joven, campos hollados por los ejércitos de cien guerras, iglesias ante las cuales reyes ignotos firmaron la paz que nunca cumplieron. Sus hombres y mujeres guardan la memoria de otras eras, legado que la Historia tantas veces deja en olvido. Ellos han recorrido el mundo y, sin embargo, siempre han vuelto y siempre han sido, ante todo, sanabreses. Tal es la fuerza de aquellas tierras.
Casi escondido tras un alto llamado del Castro, como a una hora de camino hacia poniente desde la explanada donde los lunes se reúne el mercado, aún hoy existe un poblado de cuatro casas desperdigadas. Siempre estuvo allí. Hombres primigenios, en su trashumancia interminable, hallaron una fuente dónde el agua manaba con fétido hedor, pero capaz de aliviar los males de la piel, de las tripas y quizás de las almas. Unos cuantos decidieron establecerse a su lado. Miles de años sin historia pasaron antes que supieran que el hedor era de azufre, que el azufre del cobre es compañero y que el origen de la fuente bien pudiera estar bajo tierra, en subiendo hacia la Peña Alta. Así fue como, con minas a cielo abierto, el pueblo se fue estirando en la loma suave de las colinas.
En el tiempo en que transcurre la historia que contar os quiero, mi Señor, pocos trabajaban ya en las agotadas vetas cupríferas. Rodrigo era uno de ellos. Tenía no más de veinte años, fama de trabajador y afable carácter. La primavera pasada había casado con una niña de nombre Constanza, la más bella de todos los contornos y también la más respetada. Eran sus ojos como la verde hierba de los prados empapada de rocío, sus labios cerezas en plenitud; sus mejillas blancas como la escarcha en la mañana y sus cabellos al viento rivalizar podrían con los rayos del sol en nuestro cielo. Pero además era discreta y amaba con pasión a su esposo Rodrigo. Después de la boda salieron de casa de sus padres y fueron a vivir en el lugar de Las Llameiras, que es la parte más al poniente del pueblo y que estaba, y está, tapizada de fuertes rocas. Dulce es, Oh, Príncipe, el matrimonio en sus primeros días. La casa era de Constanza el reino, las horas ocupadas en cuidar el huerto, las aves de corral y la cocina. Rodrigo picaba piedra desde el orto hasta el ocaso, persiguiendo la esquiva veta que la riqueza le diera. El cobre lo vendía a un artesano de Puebla que de buen grado pagaba el fruto de sus desvelos, pues duraba ya muchos años la explotación de las tierras y cada vez era más rara de encontrar la materia.
Quiso Dios o el Maligno, o tal vez los duendes fueran, que en aquel año Rodrigo hallara una grande veta de mineral puro en dónde empieza el camino que va a la Peña de Las Meigas. Como a los pocos días vio que no daba abasto a extraer la riqueza, hubo de buscar ayuda para aliviar su trabajo. Entonces llamó a Fadrique.
Algunos de los que me narraron esta historia, Señor, dicen que Fadrique era hijo de pastores del Mediodía que todos los años con su rebaño emigraban a los pastos de la Sanabria; que muchas veces se hospedaron en casa de los padres de Rodrigo y que entre ambos había una amistad antigua. Otros cuentan que era bien sanabrés, y además de la misma familia, primos hermanos que crecieron juntos en casas vecinas. Pero todos afirman que era un mal bicho que se encaprichó de Constanza en cuanto la vio. Pronto Fadrique se acostumbró a buscar la espalda de su amigo para espiar a sus anchas a la bella casada, mas nunca le dijo ni esto ni le mostró su afición, pues era ladino traicionero y sabía que su oportunidad era el secreto. Cuando Constanza bajaba al huerto, con una cesta de mimbre apoyada en la cadera y una canción en los labios; cuando había de doblar su talle para echar grano en el conejero; cuando a la fuente bajaba para llenar el cántaro de agua, siempre, sin ella saberlo, la mirada febril del rastrero estaba en su cuerpo. Fabrique no comía, no dormía, no era persona: en su mente tenía clavada la ilusión de encontrar sola a la bella en un campo de amapolas y forzar su voluntad. Mas como os digo, Señor, era hipócrita y sus ideas supo mantener en oculto; así la vida en la casa de Las Llameiras discurrió en falsa felicidad.
En un día aciago, quizás en noviembre, Rodrigo y Fabrique bajaban de la sierra una carga de leña para el invierno por llegar. En la cuesta de la Centena una de las ruedas encalló entre las piedras, la teinada se venció y el carro acabó volcando al romperse los estadullos de aquel lado. Rodrigo, que corrió al sentir el trallazo para intentar equilibrar el peso, se encontró con el cuerpo aprisionado por la fuerte carga y boqueando ansiosamente en busca de aliento. Fadrique, rápido como el rayo, llegó junto a él y a golpes de azada retiró los troncos más gruesos, quitando luego a mano los ramajes secos. "Rodrigo"- decía -"Aguanta un poco que raudo nos vamos a la casa del herrero". Y se lo cargó a la espalda y por el camino de la iglesia lo llevó a casa de Agustín Patolas, que a más de herrero tenía fama en el pueblo de rezador. El Patolas reconoció al herido, lo tendió en un lecho de paja y dijo: "Esto puede ser muy malo, más te vale descansar. Voy rezar el Santo Responso y eso te ayudará." Rodrigo se mostró inquieto y aún hizo por levantarse: "No puedo dejar a mi Constanza esperando ante el hogar sin saber si soy vivo o muerto o herido de gravedad." "Si es eso lo que te angustia"- dijo entonces Fadrique -"ya puedes descansar, que yo ahora mismo ando el camino y se lo voy a contar." Rodrigo, más tranquilo, recostose sobre la paja. "Fadrique, eres un buen hombre a la hora de cumplir"- le díjo- "Mi Constanza es tan joven que sola le da miedo dormir."
Fadrique sintió que su momento era llegado y subió el camino de Las Llameiras con mil demonios tras de sí. Llegó ante la puerta y llamó de dos golpes, y en cuanto Constanza abrió compuso el gesto como buen traidor. "No te asustes, bella niña,"- dijo- "mas tu hombre se ha mancado. En la cuesta La Centena le cayó encima la leña y lo he dejado en Ca Patolas sin respirar por la boca. Coge raudo la chaqueta, hacia allí debemos ir. Yo no quiero asustarte pero él puede morir." Constanza dió media vuelta en el tiempo de un suspiro y antes de dejar la sala el malvado le saltó encima. Rodaron por el suelo del pasillo a la habitación, pues ella defendía con saña la honra que Dios le dio. Después de muchos golpes y afanes, Fadrique consumó su ofensa sobre el lecho marital; los ángeles del Altísimo no debían de mirar. "¿Cómo has podido hacer esto a la mujer de tu amigo?"- preguntó entonces Constanza- "La venganza de los cielos ahora acabará contigo." Ante los ojos de Fadrique fue como si un velo cayese y pudo ver con claridad la magnitud de su afrenta. Desesperose y lloró y de rodillas ante la bella le suplicó su perdón, mas ella, santa indignada, dijo: "Dios y mi marido te castigarán por tu acción." Fadrique, muy acobardado, agarrola por las gorjas pidiéndole que callase y la arrastró por toda la casa para no oír más su voz. En llegando ante el hogar vio que ya no respiraba y se escapó calle abajo sin borrar ninguna huella.
A la mañana siguiente Fadrique fue a casa de Agustín Patolas, nada en su faz decía la maldad de su corazón. "¿Cómo está mi buen Rodrigo?"- preguntó- "¿Ha podido respirar?." "Tengo una buena noticia, seguro te va a alegrar"- contestó el rezador- "No hace ni cinco minutos que él subió para su lar." El traidor se ha demacrado y corre montaña arriba hacia la cabaña que fue de sus padres donde algunas cosas aún tenía. Está preparando un hatillo para muy lejos marchar cuando un ruido en la puerta le dice que es tarde ya. Rodrigo entra empuñando una grande horca y sin mediar palabra a los vacíos se la alcanza. Luego saca su navaja, la de dos palmos y un medio, y por debajo del cinturón inicia tal corte que Fadrique piensa que se está muriendo. Lo que Rodrigo le ha cortado se lo mete por la boca, lo que antes gusto le dio ahora por poco le ahoga.
Lo sacó para la calle con un rejo atado al pescuezo, y lo paseó ante la gente Pedriña abajo para que todos supieran el cuento. En casa del enterrador pidió una azada y con sus propias manos cavó una fosa cerca de la fuente del Mogo y allí lo sepultó cuando no había expulsado el último aliento. Dice la historia que mientras lo cubría de tierra Rodrigo no cesaba de gritar: "Maldito sea el día en que un hombre va a perder a la mujer que quería y al amigo de la niñez."
Hoy, mi Príncipe, ya no quedan minas en el pueblo. La casa de Las Llameiras hace siglos que cayó y la fuente del Mogo es apenas una poza en un lado del camino donde no se ven restos de ninguna sepultura. Sin embargo, Señor, en las duras noches del invierno hay veces que el viento entre los árboles susurra la antigua maldición y los viejos del pueblo la escuchan y se inclinan con respeto. Pobre, pobre Rodrigo el cobrero; pobre Constanza y maldito el traicionero.
Escúchame, Oh, Príncipe, pues vengo de lejanas tierras y mi morral traigo lleno de bellas historias por contar. Has de saber que más allá de Zamora la noble existe un valle que llaman de Sanabria, dónde los montes contemplan su reflejo en el Lago y la raza de nuestros ancestros perdura en el tiempo. Yo, Señor, he recorrido sus caminos y he hablado con sus gentes, he comido su pan y he bebido su vino. He visto antiguas piedras que han sido castro, muralla y castillo; árboles nacidos cuando el mundo era joven, campos hollados por los ejércitos de cien guerras, iglesias ante las cuales reyes ignotos firmaron la paz que nunca cumplieron. Sus hombres y mujeres guardan la memoria de otras eras, legado que la Historia tantas veces deja en olvido. Ellos han recorrido el mundo y, sin embargo, siempre han vuelto y siempre han sido, ante todo, sanabreses. Tal es la fuerza de aquellas tierras.
Casi escondido tras un alto llamado del Castro, como a una hora de camino hacia poniente desde la explanada donde los lunes se reúne el mercado, aún hoy existe un poblado de cuatro casas desperdigadas. Siempre estuvo allí. Hombres primigenios, en su trashumancia interminable, hallaron una fuente dónde el agua manaba con fétido hedor, pero capaz de aliviar los males de la piel, de las tripas y quizás de las almas. Unos cuantos decidieron establecerse a su lado. Miles de años sin historia pasaron antes que supieran que el hedor era de azufre, que el azufre del cobre es compañero y que el origen de la fuente bien pudiera estar bajo tierra, en subiendo hacia la Peña Alta. Así fue como, con minas a cielo abierto, el pueblo se fue estirando en la loma suave de las colinas.
En el tiempo en que transcurre la historia que contar os quiero, mi Señor, pocos trabajaban ya en las agotadas vetas cupríferas. Rodrigo era uno de ellos. Tenía no más de veinte años, fama de trabajador y afable carácter. La primavera pasada había casado con una niña de nombre Constanza, la más bella de todos los contornos y también la más respetada. Eran sus ojos como la verde hierba de los prados empapada de rocío, sus labios cerezas en plenitud; sus mejillas blancas como la escarcha en la mañana y sus cabellos al viento rivalizar podrían con los rayos del sol en nuestro cielo. Pero además era discreta y amaba con pasión a su esposo Rodrigo. Después de la boda salieron de casa de sus padres y fueron a vivir en el lugar de Las Llameiras, que es la parte más al poniente del pueblo y que estaba, y está, tapizada de fuertes rocas. Dulce es, Oh, Príncipe, el matrimonio en sus primeros días. La casa era de Constanza el reino, las horas ocupadas en cuidar el huerto, las aves de corral y la cocina. Rodrigo picaba piedra desde el orto hasta el ocaso, persiguiendo la esquiva veta que la riqueza le diera. El cobre lo vendía a un artesano de Puebla que de buen grado pagaba el fruto de sus desvelos, pues duraba ya muchos años la explotación de las tierras y cada vez era más rara de encontrar la materia.
Quiso Dios o el Maligno, o tal vez los duendes fueran, que en aquel año Rodrigo hallara una grande veta de mineral puro en dónde empieza el camino que va a la Peña de Las Meigas. Como a los pocos días vio que no daba abasto a extraer la riqueza, hubo de buscar ayuda para aliviar su trabajo. Entonces llamó a Fadrique.
Algunos de los que me narraron esta historia, Señor, dicen que Fadrique era hijo de pastores del Mediodía que todos los años con su rebaño emigraban a los pastos de la Sanabria; que muchas veces se hospedaron en casa de los padres de Rodrigo y que entre ambos había una amistad antigua. Otros cuentan que era bien sanabrés, y además de la misma familia, primos hermanos que crecieron juntos en casas vecinas. Pero todos afirman que era un mal bicho que se encaprichó de Constanza en cuanto la vio. Pronto Fadrique se acostumbró a buscar la espalda de su amigo para espiar a sus anchas a la bella casada, mas nunca le dijo ni esto ni le mostró su afición, pues era ladino traicionero y sabía que su oportunidad era el secreto. Cuando Constanza bajaba al huerto, con una cesta de mimbre apoyada en la cadera y una canción en los labios; cuando había de doblar su talle para echar grano en el conejero; cuando a la fuente bajaba para llenar el cántaro de agua, siempre, sin ella saberlo, la mirada febril del rastrero estaba en su cuerpo. Fabrique no comía, no dormía, no era persona: en su mente tenía clavada la ilusión de encontrar sola a la bella en un campo de amapolas y forzar su voluntad. Mas como os digo, Señor, era hipócrita y sus ideas supo mantener en oculto; así la vida en la casa de Las Llameiras discurrió en falsa felicidad.
En un día aciago, quizás en noviembre, Rodrigo y Fabrique bajaban de la sierra una carga de leña para el invierno por llegar. En la cuesta de la Centena una de las ruedas encalló entre las piedras, la teinada se venció y el carro acabó volcando al romperse los estadullos de aquel lado. Rodrigo, que corrió al sentir el trallazo para intentar equilibrar el peso, se encontró con el cuerpo aprisionado por la fuerte carga y boqueando ansiosamente en busca de aliento. Fadrique, rápido como el rayo, llegó junto a él y a golpes de azada retiró los troncos más gruesos, quitando luego a mano los ramajes secos. "Rodrigo"- decía -"Aguanta un poco que raudo nos vamos a la casa del herrero". Y se lo cargó a la espalda y por el camino de la iglesia lo llevó a casa de Agustín Patolas, que a más de herrero tenía fama en el pueblo de rezador. El Patolas reconoció al herido, lo tendió en un lecho de paja y dijo: "Esto puede ser muy malo, más te vale descansar. Voy rezar el Santo Responso y eso te ayudará." Rodrigo se mostró inquieto y aún hizo por levantarse: "No puedo dejar a mi Constanza esperando ante el hogar sin saber si soy vivo o muerto o herido de gravedad." "Si es eso lo que te angustia"- dijo entonces Fadrique -"ya puedes descansar, que yo ahora mismo ando el camino y se lo voy a contar." Rodrigo, más tranquilo, recostose sobre la paja. "Fadrique, eres un buen hombre a la hora de cumplir"- le díjo- "Mi Constanza es tan joven que sola le da miedo dormir."
Fadrique sintió que su momento era llegado y subió el camino de Las Llameiras con mil demonios tras de sí. Llegó ante la puerta y llamó de dos golpes, y en cuanto Constanza abrió compuso el gesto como buen traidor. "No te asustes, bella niña,"- dijo- "mas tu hombre se ha mancado. En la cuesta La Centena le cayó encima la leña y lo he dejado en Ca Patolas sin respirar por la boca. Coge raudo la chaqueta, hacia allí debemos ir. Yo no quiero asustarte pero él puede morir." Constanza dió media vuelta en el tiempo de un suspiro y antes de dejar la sala el malvado le saltó encima. Rodaron por el suelo del pasillo a la habitación, pues ella defendía con saña la honra que Dios le dio. Después de muchos golpes y afanes, Fadrique consumó su ofensa sobre el lecho marital; los ángeles del Altísimo no debían de mirar. "¿Cómo has podido hacer esto a la mujer de tu amigo?"- preguntó entonces Constanza- "La venganza de los cielos ahora acabará contigo." Ante los ojos de Fadrique fue como si un velo cayese y pudo ver con claridad la magnitud de su afrenta. Desesperose y lloró y de rodillas ante la bella le suplicó su perdón, mas ella, santa indignada, dijo: "Dios y mi marido te castigarán por tu acción." Fadrique, muy acobardado, agarrola por las gorjas pidiéndole que callase y la arrastró por toda la casa para no oír más su voz. En llegando ante el hogar vio que ya no respiraba y se escapó calle abajo sin borrar ninguna huella.
A la mañana siguiente Fadrique fue a casa de Agustín Patolas, nada en su faz decía la maldad de su corazón. "¿Cómo está mi buen Rodrigo?"- preguntó- "¿Ha podido respirar?." "Tengo una buena noticia, seguro te va a alegrar"- contestó el rezador- "No hace ni cinco minutos que él subió para su lar." El traidor se ha demacrado y corre montaña arriba hacia la cabaña que fue de sus padres donde algunas cosas aún tenía. Está preparando un hatillo para muy lejos marchar cuando un ruido en la puerta le dice que es tarde ya. Rodrigo entra empuñando una grande horca y sin mediar palabra a los vacíos se la alcanza. Luego saca su navaja, la de dos palmos y un medio, y por debajo del cinturón inicia tal corte que Fadrique piensa que se está muriendo. Lo que Rodrigo le ha cortado se lo mete por la boca, lo que antes gusto le dio ahora por poco le ahoga.
Lo sacó para la calle con un rejo atado al pescuezo, y lo paseó ante la gente Pedriña abajo para que todos supieran el cuento. En casa del enterrador pidió una azada y con sus propias manos cavó una fosa cerca de la fuente del Mogo y allí lo sepultó cuando no había expulsado el último aliento. Dice la historia que mientras lo cubría de tierra Rodrigo no cesaba de gritar: "Maldito sea el día en que un hombre va a perder a la mujer que quería y al amigo de la niñez."
Hoy, mi Príncipe, ya no quedan minas en el pueblo. La casa de Las Llameiras hace siglos que cayó y la fuente del Mogo es apenas una poza en un lado del camino donde no se ven restos de ninguna sepultura. Sin embargo, Señor, en las duras noches del invierno hay veces que el viento entre los árboles susurra la antigua maldición y los viejos del pueblo la escuchan y se inclinan con respeto. Pobre, pobre Rodrigo el cobrero; pobre Constanza y maldito el traicionero.
Toño Rodríguez
Foto: Escultura Antropomórfica, Cobreros
10 mar 2009
El PORN de Sanabria
Anda la Junta de Castilla y León afanada estos días con la tramitación del Plan de Ordenación de Recursos Naturales (el PORN de marras) del Parque Natural del Lago de Sanabria y alrededores. Como mucho de lo que hace la Junta en Sanabria y Carballeda, huele a chapucilla y arreglo de medio pelo. Tras años de retraso, han dedicado el último ejercicio a redactar un borrador del Plan que ahora están presentando a los ayuntamientos, vecinos y afectados en general. Este trámite no lo hacen por vocación: la ley lo exige de manera imperativa, ya que si no, les puede pasar como en Castro de Alcañices, que el Supremo les ha volcado el chiringuito (a la Junta) y les ha tocado pagar hasta las costas. Este PORN, para bien o para mal, cuando sea aprobado marcará de manera indeleble el futuro de Sanabria. Dado que afecta desde a la normativa urbanística de los Ayuntamientos como a los usos y la vida diaria de los vecinos, su importancia es comparable al de una Constitución Comarcal: las leyes que se dicten a partir de ahora habrán de estar supeditadas al Plan. La gente de la web www.ellagodesanabria.com han realizado el esfuerzo de concentrar en un solo sitio toda la información del tema: el borrador, el inventario de recursos, el estudio socioeconómico, la legislación aplicable, artículos en prensa, comunicados de las asociaciones... todo lo necesario para saber lo que estamos tratando. Creo que, lo mínimo que se nos puede exigir en estos casos es informarnos, estar al tanto y basar nuestra opinión sobre datos reales y no sobre habladurías o publicidades, con lo que el trabajo de esta web me parece magnífico. ¿Y mi opinión es...? Pues personalmente no me convence por tres razones principales:
- No garantiza la conservación del medio natural, como tampoco lo ha hecho hasta ahora: se les extinguen especies (el ciervo volador), no son capaces de controlar incendios que arrasan hasta el 50% del territorio...
- Ahoga las escasas posibilidades de la comarca de salir del subdesarrollo, ya que cierra las puertas a las energías renovables y fomenta un turismo de sol y playa insostenible e inviable (Lago de Sanabria, Mar de Castilla decía una publicidad de los años 70)
- Vulnera gravemente los derechos de uso de los propietarios, particulares y comunales, sin presentar a cambio un Plan de Desarrollo e Inversiones para la comarca. La memoria económica que ha de dotar de presupuesto a todo el Plan, a día de hoy, está en blanco.
Esto no va a quedar así
Foto: El Lago, desde el camino de Bouzas
9 mar 2009
Año de Nieves...
año de bienes? ¿Y la Crisis qué opina?. Este año, la nieve llegó a Sanabria mediado el otoño y todavía no estamos muy seguros de que se haya ido. Os dejo una pequeña galería de las nevadas de este año en Cobreros ¡que salió en la tele y todo, hombre!.
Tampoco para hacer excursiones
Árboles Caídos
Los Chopos se pintan en blanco
No es buen día para trabajar en el campo
Tampoco para hacer excursiones
El hielo hace extrañas figuras en la mañana
A veces el trabajo se acumula...
8 mar 2009
Ferreras de Arriba, en los límites de la Carballeda
El día 26 de diciembre, el Diablo sale de ronda por las calles de Ferreras. También el Galán, la Madama y la Filandorra. El Galán y la Madama son personas de bien, que visten de fiesta y tocan las castañuelas con alegría por el nacimiento de Jesús. El Diablo, qué te voy a decir, es el mal que anda por el mundo buscando a quién atrapar y la Filandorra es la Humanidad sometida por el pecado. Se aparece como una mujer desgreñada, con la cintura rodeada por siete cencerros como los siete pecados capitales y un látigo con el que atiza a todo lo que se menea.
La Filandorra también es una Mascarada de origen medieval que se celebra en Ferreras de Arriba tras la misa del día después de Navidad, cuyo objeto, como decían de la tele de antes, es el de formar y entretener y nos permite asomarnos a la historia de este pueblo.
Puedes iniciar tu visita a Ferreras por el Centro de Interpretación de la Vida Pastoril. Está situado en las laderas de Peña Lleira, muy cercano a la ermita del Cristo de las Aguas. Esta ermita, por cierto, es de reciente construcción y se levantó gracias al empeño de uno de los vecinos ferratos, pero ofrece unas preciosas vistas de la Sierra de la Culebra. El Centro es un conjunto de corralones de piedra y cuelmo (tejados de paja) que alberga exposiciones sobre los aperos y formas de vida tradicionales de la comarca.
Los corralones son corrales circulares de piedra utilizados para resguardar las ovejas del frío, y sobre todo del lobo. Encontrarás unos cuantos ejemplos diseminados por el pueblo. Es indudable que su forma constructiva proviene de los castros prerromanos, que también salpican la comarca: la Ciudad, Peña Valdemera, la Lleira, el Castillón… aunque su estado de conservación sólo los hace accesibles a los especialistas. Tampoco están muy a la vista los restos romanos, aunque ellos dieron nombre al pueblo con sus explotaciones mineras.
El rió Castrón, que nace de un manantial poco más arriba, atraviesa el pueblo y alimenta una serie de molinos que no debes dejar de visitar. En Ferreras has de calzarte las botas y salir a pisar las rutas, sendas y caminos de la Sierra de la Culebra. Es territorio de lobos, jabalíes, corzos, rapaces y ciervos, que mediado el otoño inundan el bosque con su espectacular berrea. Si no tienes la suerte de cruzarte con alguno de estos tímidos caballeros –aunque es difícil- siempre puedes recrearte con la variedad de colores del valle: robles, castaños –muchos centenarios, en las inmediaciones del pueblo-, monte bajo, roquedal y tierras de cultivo. Naturalmente, en temporada no debes olvidar la cesta y la navaja para “cazar” las muchas variedades de setas que se dan en la comarca.
Pertenece también al ayuntamiento de Ferreras de Arriba la pedanía de Villanueva de Valrojo, atravesada por la Vía Augusta XVII, con sus casonas de piedra labrada, sus historias de contrabando y su vinculación a Villardeciervos… pero el tema merece otro articulito aparte. Hasta entonces.
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Foto: Reloj del Ayuntamiento de Ferreras de Arriba
6 mar 2009
El Responso de San Antonio
Esta oración era patrimonio privado de las respon-
sadoras, y se utilizaba para encontrar tanto utensilios como animales perdidos.
sadoras, y se utilizaba para encontrar tanto utensilios como animales perdidos.
Si buscas milagro mira
muerte horror desterrados
miseria demonio unidos
leprosos, enfermos, sanos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos
díganlo los Paduanos.
El mar sosiega su ira
redímanse encarcelados,
miembros y bienes perdidos,
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados
cuéntenlo los socorridos
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redímanse encarcelados,
miembros y bienes perdidos,
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redímanse encarcelados
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira
los pobres van remediados
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
Ruega a Cristo por nosotros
Antonio Divino Santo
para que digamos así
de tus promesas seamos.
Oración.
Soberano eterno, Dios atiende la súplica botica del bienaventurado San Antonio tu confesor alegre, tu iglesia, para que siempre seamos llevados a la gloria de la resurrección, donde reinas con Dios padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo, por los siglos infinito sea alabado, amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Tradicional. Foto: Imagen en la Iglesia de Molezuelas de la Carballeda.
muerte horror desterrados
miseria demonio unidos
leprosos, enfermos, sanos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos
díganlo los Paduanos.
El mar sosiega su ira
redímanse encarcelados,
miembros y bienes perdidos,
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados
cuéntenlo los socorridos
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redímanse encarcelados,
miembros y bienes perdidos,
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redímanse encarcelados
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira
los pobres van remediados
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
Ruega a Cristo por nosotros
Antonio Divino Santo
para que digamos así
de tus promesas seamos.
Oración.
Soberano eterno, Dios atiende la súplica botica del bienaventurado San Antonio tu confesor alegre, tu iglesia, para que siempre seamos llevados a la gloria de la resurrección, donde reinas con Dios padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo, por los siglos infinito sea alabado, amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Tradicional. Foto: Imagen en la Iglesia de Molezuelas de la Carballeda.
5 mar 2009
La Campana de Santo Tirso en Limianos
Foto de mi amiga Patri. Detalle de la campana de la Iglesia de Santo Tirso en Limianos.
Foto: Patricia Lobato
Foto: Patricia Lobato
La Peña de las Brujas.
Ahora, una pequeña leyenda:
Cuentan las historias que la casa de los Artemios siempre tuvo entre los vecinos del pueblo una fama un tanto así como de especial. Y no es que fueran malos, mi Señor; bien al contrario eran duros en el trabajo, alegres en la fiesta, compañeros en las penas y amigos de sus amigos contra viento y marea. Pero nunca se dejaron ver ni siquiera cerca de la Iglesia y acabaron con la paciencia de más de un párroco de aquellos que intentaron inculcarles los rudimentos de la fé católica. De padres a hijos se trasmitieron el antiguo saber de las plantas que curan, de las jaculatorias que ayudan a encontrar el ganado perdido, de las ofrendas que hay que realizar para tener buena cosecha; de la forma y manera de dar gracias a la tierra por sus frutos. Eran, quizás, los últimos de una raza que no aceptó intermediarios entre el hombre y las fuerzas de la natura.
Y así, Oh, Príncipe, si alguno del resto de los habitantes del pueblo hubiese estado vigilando la casa en aquella noche, no se hubiera extrañado en demasía al ver a Arsenio, hijo de Artemio, levantarse del lecho donde la mujer aún duerme y pasar a la habitación contigua a despertar a uno en concreto entre su prole. Pues era, Señor, la noche del solsticio de invierno, la bendita fecha en la que la Luz vence en batalla al Oscuro e inicia la reconquista del mundo dando el calor necesario para que las semillas quiebren la tierra con sus brotes hacia el estallido final de la primavera. Y, como os cuento, Arsenio lleva a su hijo a la cocina y se postra ante él. "Silvano"- le dice, pues tal es su nombre- "Silvano, mi hijo amado, de no hacer ruido has de tener cuidado. Tú eres el séptimo de entre los míos y hace ya un tiempo que no eres un crío. Hoy es el día que tanto he esperado y es muy necesario que estés a mi lado." El rapaz mira a su padre con los ojos preñados de sueño y, sin ser muy consciente, se envuelve en la manta que él le ofrece. Y así abrigados, sin luz ni candil, parten los dos en la noche que el invierno llama a la puerta para entrar.
Y no es noche de andar por los caminos, ya que desde media tarde se enseñorea del valle de Sanabria una tormenta de inusitada fuerza para estas alturas del año. Los relámpagos rompen en la oscuridad pintando el paisaje con tonos de espectro, los techados de las casas vibran ante el redoble del trueno amenazando ruina, las copas de los árboles besan el suelo domeñadas por el irascible céfiro norteño: no se ha visto tal tempestad desde que el Altísimo puso en orden el Caos. Silvano, arrebujado en la manta, sigue a su padre con una madeja de pensamientos batallando por hacerse sitio en su cabeza. Hay momentos en los que, a pesar que sólo marcha unos pasos tras él, se cree perdido en medio de la lluvia. Entonces corre hasta que tropieza con sus talones y el padre lo aparta de un empellón distraído. "Padre: ¿dónde vamos?"- ha preguntado varias veces, mas siempre sin respuesta. "Padre, tengo miedo"- y no recibe consuelo. Pero el niño tiene buen temple y aprieta los dientes y sigue caminando; aunque las lágrimas en su cara le cieguen, aunque no reconozca el carácter de su padre en el guía que delante lleva. Poco después comienza a recitar para sus adentros la historia de la princesa que se convirtió en sierpe, su favorita entre todas las que el abuelo cuenta, y olvida el miedo cuando se cree aquel guerrero de una era lejana que supo resolver el entuerto.
Padre e hijo avanzan inclinándose contra el viento. Han salido de la aldea y tomado el camino de Benavente, mas a las pocas leguas tuercen a su siniestra. Aquello es terreno llano y la lluvia les golpea inmisericorde. Las mantas, encharcadas hace rato, pesan como pecados en el alma. Arsenio nunca duda, nunca se detiene: lleva grabado su destino en el fondo de las entrañas. Algo más adelante encuentran un pueblo que no atraviesan por la calle principal, sino que rodean para tomar la senda que parte junto a su cementerio. Los perros, sin embargo, han sentido su presencia y un coro de aullidos se abre paso entre el fragor de la tormenta. Hay vecinos que al oírlos notan estremecer su cuerpo bajo las sábanas, pues esos aullidos son siempre anuncio de segura desgracia. Arsenio y Silvano bajan por el carreirón cubierto de robles que lleva hasta el río de la Mundeira. Antes de llegar a su orilla, antes también del molino, se alza una pequeña ermita de Nuestra Señora. Ante Ella el padre detiene al hijo con un gesto. De su zurrón saca siete cuarzos blancos que deposita en el barro siguiendo una extraña geometría. Inclina su frente sobre las piedras durante unos instantes y después escupe en su centro. Luego las recoge, las limpia con cuidado una por una y las devuelve al zurrón. Cruzan el río sobre el pontejo de troncos.
¡Oh, Príncipe, como tiembla ahora Silvano el pequeño!. Subiendo el suave repecho que lleva hasta las aguas cheironas ha visto que no caminan solos en la noche oscura. Una cohorte de sapos y salamandras, de raposas y urracas, de bichas y de insectos, sigue sus pasos desde que el padre realizase el arcaico hechizo. Y a la luz del último relámpago descubre que fuera del linde del camino otra fantasmal escolta va atravesando en silencio paredes y barbechos. Silvano atisba a sus acompañantes y siente erizarse el vello de su espalda al descubrir a aquellos hombres caminando por su pie cuando es bien seguro que llevan largo tiempo muertos. Ve caballeros con yelmo y espada y labradores que la tierra sembraron; guerreros de fiero aspecto que avanzan desnudos y siervos sin dueño ni amo; jóvenes con toga y pastores de antaño y monjes con hábito y también artesanos. Todos avanzan con la mirada perdida más allá de las tinieblas, en desfile majestuoso de un tiempo olvidado, sin que los sólidos sean ya obstáculo para su andar y con el porte de quien conoce su misión y sabe que va a cumplirse. Y el último entre todos ellos es un anciano de rasgos simiescos que renquea noblemente cubierto de pieles. Y ese hombre mira a Silvano y Silvano le mira a él y en ese momento el niño conoce dónde están las raíces de la casa de su padre.
Y Arsenio descubre su cabeza a la lluvia, con el espinazo erguido y un fuego de decisión en las niñas de los ojos. Hoy él es dom pater familias de los Artemios y tiene por celebrar un rito antiguo como el mundo, acompañado por los suyos y por su fuerza pasada; hombres como él que en la noche en la que entra el invierno también salieron de sus hogares a afrontar la tormenta. Y así, al llegar al siguiente pueblo no se desvía y lo atraviesa por su centro encabezando el desfile con gesto de orgullo. Aquí los perros no se atreven a ladrar y huyen a su paso entre gemidos lastimeros. Silvano, sin embargo, está aterrorizado. Es muy consciente de los poderosos arcanos que están moviéndose en la noche pero no sabe cual es su papel en la ceremonia. Mira de reojo el cortejo, vigila la espalda de su padre, masculla infantiles maldiciones entre dientes cuando se hunde en el barro. Qué no diera por despertar de repente entre sus hermanos y descubrir que todo ha sido un mal sueño. La fila de alimañas tras ellos alcanza ya al menos treinta varas.
Y tres lobos, mi Señor, les esperan en el cruce ante la Peña que llaman de las Brujas, pues es éste su destino. La Peña es una mole en forma de naranja con la mitad partida, quedando la cara superior plana como la palma de la mano y los bajos curvos equilibrados por pequeños geijos; un círculo de robles y castaños separa el conjunto de los campos de labor. Para que os hagáis idea decir os puedo que su tamaño es superior al de dos buenos medeiros uno junto del otro. Arsenio llégase ante los lobos e inclina la cabeza en señal de respeto. Con ellos sube a la Peña llevando al niño tras él. "Silvano, mi hijo amado"- dice - "Ven, haremos un fuego. Has de buscar leña de fuera del sendero. No temas nada, yo te lo ordeno." Una vez más el rapaz ha de tragar sus lágrimas y se mezcla con la cohorte para formar la teinada. Los sapos y las salamanquesas le indican saltando entre sus pies los lugares en donde buscar; los viejos fantasmas, sin dirigirle la vista, aguardan silenciosos en torno al círculo de árboles el comienzo del rito. Silvano sube de nuevo a la Peña con su carga de hojarasca y ramas y ve que su padre ha formado con los cuarzos del zurrón dos circunferencias concéntricas. Sobre el musgo del interior, Arsenio, que murmura sin cesar letanías en lenguaje olvidado, traza una estrella invertida y cinco runas junto a cada una de sus puntas. Después pone leña sobre la filigrana y le mete lumbre. Soplando consigue en pocos segundos erigir una columna de fuego y humo sobre el valle. Mantiene en una de sus manos el cuchillo con el que ha dibujado los símbolos y con la otra agarra la cabeza de su hijo y la inclina ante el fuego. Silvano tiembla como los juncos de la orilla del río pues de golpe recuerda la historia que un día le contaron sus amigos sobre un tal Jacob y no cree que ningún ángel vaya a bajar del cielo a salvarle a él. No acierta a decidir cual puede ser la mejor manera de huir de su enloquecido padre. En este momento la tormenta se apacigua por ensalmo y la luna asoma su faz entre las nubes.
"¡Madre!- grita entonces Arsenio- Madre, ante ti me presento con el séptimo de mis hijos, es uno de los nuestros. Madre, sólo a ti te ofrezco lo mejor que en casa tengo." Y alza el cuchillo y con él hiere a su hijo en la mano siniestra y luego la suya propia y deja caer la sangre de los dos por sobre la pira. Y entre las llamas de la hoguera una voz susurra el nombre de Silvano y la columna de fuego toma forma de mujer. El rapaz, Oh, Príncipe, siente que su espíritu se hace fuerte y abandona las ataduras de la carne y es capaz de volar y ser uno con cada uno de sus antepasados. Y ya no es Arsenio, ni Silvano, ni tampoco el viejo de las pieles; es la casa de los Artemios que una vez más se presenta a renovar el pacto firmado en los albores del tiempo. Y de entre todos ellos se alza un sólo aura que sobre las llamas se une con la diosa madre y copula con ella. Y Silvano es engendrado en fuego y de él nace, y es amante y es el fruto de los amores, y es de nuevo él, y también su padre y todos sus ancestros y aún los hijos y los nietos que en los años venideros acudirán a la Peña de las Brujas en el solsticio de invierno.
Pero Jiménez de la Cuesta era, mi Señor, un monje dominico que en su juventud viajó por toda Europa e incluso llegó a conocer los últimos momentos de la Cruzada Albigense. Fue entonces cuando desarrolló un fortísimo odio contra la herejía y decidió dedicar su vida a combatirla, y con la ayuda de Dios, hacer respetar en el mundo todo los dogmas dictados por la Santa Ciudad de Roma. En el tiempo de nuestra historia era ya octogenario y tenía sobre sus espaldas cientos y cientos de purificaciones, mas el fuego de su fió redentora no había disminuido ni un ápice. En un Capítulo celebrado en Astorga oyó hablar de cierta familia sanabresa que vivía de espaldas a la doctrina y aún rechazaba sus verdades. Con su grande experiencia enseguida conoció la posibilidad de hallar un nido de herejes, así que mandó a uno de sus agentes a recabar información de forma solapada. Éste le contó la fama de los Artemios, sus prácticas y sus lugares, y Pero sintió renacer en su sangre la excitación de la caza. Consiguió del Señor Obispo una compañía de treinta infantes al mando de un capitán y viajó a Sanabria sin llamar la atención poco antes de uno de los días sagrados para las antiguas religiones.
Así, mi Señor, la noche del solsticio de invierno Pero Jiménez de la Cuesta lanzó sus soldados contra los Artemios en la Peña de las Brujas. El mismo capitán entró a caballo en el centro de la hoguera y de un sólo mandoble cortó las cabezas del padre y del hijo, que cayeron rodando por uno de los bordes de la Peña, mientras sus infantes pasaban por la espada a los bichos que asistieron al ritual. Enarbolando la Santa Cruz, poseído por la ira de Dios, el monje de negro hábito roció el lugar con agua bendita y desbarató a patadas los restos de la hoguera. Una bruma de incierto origen se fue expandiendo por el lugar. Uno a uno, los fantasmas se disolvieron en ella dejando escapar un lamento de congoja profunda que algo o alguien respondió desde el corazón mismo de la Peña. Los soldados, que a voces recitaban las estaciones del Santo Rosario para ahuyentar el pánico, prendieron fuego al bosque de robles y castaños, a los cadáveres de lobos y raposas y aún al escaso y húmedo pasto que raleaba en los campos de labranza de los alrededores. Volvieron en ceniza a la tierra que tanto amaron los cuerpos de los Artemios.
Hasta la mañana siguiente no fueron capaces de apagar el incendio. El monje Pero Jiménez y el capitán de la compañía sentáronse al sol junto a la Peña, pues el tiempo era frío aunque el día levantó claro. Estaban en discusión sobre la conveniencia o no de arrasar el pueblo de los Artemios y del reparto del botín en caso de hacerlo cuando entonces, Oh, Príncipe, del cielo sin nubes ni vestigios de ellas cayó un horroroso relámpago. Antes que el trueno sonase, la Peña, que recibió la descarga de pleno, venciose hacia naciente y allí con su peso aplastó a los dos, al monje y al capitán, sin que ninguno de los soldados pudiera darles socorro. Sobre la cara superior de la roca quedó grabada una cruz que la divide en cuatro partes y que todavía hoy sirve de recordatorio de la venganza de los antiguos dioses. Otros dicen que no es cruz sino símbolo de los cuatro elementos que forman el mundo y que, a golpe de escoplo, no ha mucho que un exorcista ocultó las cinco runas que Arsenio había trazado sobre el musgo y que también el rayo quiso dejar grabadas en la piedra, una en cada cuarta y otra en su centro. Mas vos sabéis, mi Señor, que los herejes son muchos y difícil es eliminar su nefasta influencia pese a la ingente labor de los ministros de nuestra religión, todavía más en las regiones en las que el hombre sigue viviendo en la inocencia.
Y está escrito en las crónicas que durante siete veces siete años hubo gran hambruna en el valle de Sanabria, pues llovía en el tiempo de recoger el trigo y helaba cuando asomaba la flor, y los campos ya no eran fértiles y los ganados menguaron. Y los Santos Varones de la Iglesia sacaban las imágenes para acabar con la sequía y al mes siguiente rogando por frenar la inundación. Y no está escrito, mi Señor, mas las viejas lo cuentan, que aquella era maldita no acabó hasta que un grupo de mozas no hizo costumbre de todos los años, en el primer plenilunio de la primavera, ir a bailar en torno a la Peña de las Brujas, siguiendo los pasos enseñados por una anciana que vino del norte y se apiadó de estas tierras. Y las fiestas del final de la cosecha se hicieron todas en honor de Nuestra Madre María; pero esto, oh, Príncipe, forma parte de otra historia que ha de esperar su momento.
Toño Rodríguez
Foto: Inscripción en la Iglesia de Sejas de Sanabria
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Saludos a todos y empezamos.
Foto: Pórtico de Castaños en la entrada de Cobreros.
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