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25 abr 2009

Retorno a Otero de Bodas




Estimada Milady:
Sólo unas apresuradas líneas, pues como sabéis, he de tomar la posta hacia Portugal y embarcar con premura. Mas deseo que recibáis este correo cuanto antes, ya que no he dejado sin cumplir el encargo que me hicisteis. Visité Otero de Bodas para verificar ciertas informaciones que os hicieron llegar y no, no os mintieron, mi señora. El monte que llaman El Muelo es en esta época de vivo color morado, pero no por cosa de alquimia, sino por un mar de brezo que rompe en sus laderas hacia la cumbre de roca viva cual acantilado. Allí encontré lo que dicen Huella del Caballo de Santiago, aunque yo pienso que no es más que una marca territorial de la Edad Media (1). Y también vi, sí, el extraño artilugio llamado Potro que usan los lugareños para herrar animales, aunque a mí, ante su forma, se me ocurrieron otras cuantas utilidades para quebrar la voluntad de nuestros enemigos…
No tuve noticia, por el contrario, del fantasma del tal Don Gil: se ve que al ser yo varón no me consideró digno de proposiciones matrimoniales. Es su problema.
He de partir ya. Me han llegado noticias que el enemigo, pese a nuestros desvelos, avanza sin cesar hacia Inglaterra. Si todo lo demás falla, yo he de estar allí para recibirles.
Siempre a vuestro servicio.
Rochefort.


(1) N. del T. Humm, otra versión más, aunque esta no me convence demasiado.

14 mar 2009

Otero de Bodas y Don Gil


Cuenta la leyenda que en la corte de Enrique IV de Castilla (el padre de Juana la Beltraneja, para situarnos) vivió un caballero llamado Gil Otero de Biedma. Este Gil tuvo la mala suerte de deshonrar a la dama equivocada, que, tras la afrenta, le maldijo a no encontrar placer en el amor salvo con doncella y únicamente en la noche de bodas. Como el maleficio dio en cumplirse, el caballero inició una carrera por desposar a todas las doncellas de la comarca, acabando con sus vidas una tras otra. En la sierra de la Culebra existe aún un lugar conocido como Tozoloslobos, donde Gil arrojaba las pruebas de sus asesinatos y, además, alimentaba a los gallardos lobos de la región. No se cuenta bien porqué, pero un día al caballero le entró gran arrepentimiento y acabó colgándose de un árbol en este mismo paraje. Hay quien dice que su espíritu sigue vagando por la Culebra y solicitando a las mozas en matrimonio, y hay también quien dice que este Gil fue quien dio nombre al pueblo de Otero de Bodas.
Lo que si es cierto es que Otero estuvo ya habitado en la Edad del Hierro, que existen menciones al paso de la corte visigoda y a las razias de Almanzor, al camino de Santiago y la tradición habla de la visita de un muy alto caballero de nuestro siglo de oro, que se acercó hasta aquí a conocer a su futura esposa, de origen portugués. A mi esta explicación del “de Bodas” se me hace más agradable que las correrías del tal Gil Otero de Biedma.

Si te acercas al pueblo el 31 de mayo lo encontrarás endomingado: es la Fiesta de las Mozas. Las mujeres se han esmerado como reposteras y, tras la misa y la procesión de la Virgen, un subastador tratará de sacar lo máximo posible por los dulces, las roscas y los bollos mimones que han preparado. Y luego, naturalmente, a bajar la comilona con unos cuantos bailes al son de la gaita y el tamboril.

Desde cualquier lugar del pueblo te será imposible no fijarte en el Muelo. Es el monte que domina toda la comarca, con la inconfundible forma de un montón de paja y que, debido a las floración del monte bajo ¡es de color morado! En su cima, aparte de unas vistas asombrosas, encontrarás una huella de la herradura del caballo de Santiago, que anduvo por aquí saltando de cerro en cerro – la siguiente está en las Peñas de la Fuente, el alto situado al sur. Hay otros que dicen que son marcas paganas de origen celta, que en concreto simbolizan un eclipse lunar, pero ya sabes que siempre es bueno tener varias versiones para elegir.

En las faldas de los montes hallarás abundantes colmenas, donde se recoge de manera artesanal la rica miel de brezo de la zona, castañares centenarios y busca también un viejo “potro”, artilugio de madera que se usaba para herrar las caballerías. Si es temporada, aprovecha para buscar setas o acechar la berrea del ciervo, que en la cercana Reserva de Caza continúa su inmemorial batalla con el lobo, señor de la sierra de la Culebra.

Las casas de Otero de Bodas mezclan la piedra y el adobe, al ser territorio fronterizo entre comarcas. La iglesia data de principios del siglo XVII y alberga una imagen en su altar mayor de Santiago Matamoros, como es común en pueblos del Camino. En tiempos existió también un monasterio cisterciense, vinculado a la orden de San Juan de Jerusalén, pero del que hoy apenas quedan huellas. En la iglesia del cercano Val de Santa Maria, en el inicio de la escalera que sube al campanario, verás grabada en piedra la encomienda de esta misma Orden.

Casi no voy a contarte más, pues prefiero que por ti mismo descubras lo que me dejo en el tintero. Y si eres moza, y de noche por los caminos un caballero te pide en matrimonio… pues cuidado con los lobos.

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Foto: El Muelo, antes de ponerse morado.
Para verlo morado