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8 oct 2011

De la fe


Los dos hombres se acodaron en la baranda de piedra. A su frente, después de bajar una doble escalinata, se extendía un jardín donde el arquitecto quiso recrear una naturaleza ordenada y, por lo tanto, artificial. Jóvenes parejas se arrullaban entre los matorrales. Las madres vigilaban los juegos de sus cachorros. Caía la tarde sobre los barrios de más allá del río.

- Tengo fe - dijo uno de los hombres - en que algún día cualquiera de estas ovejas levantará la cabeza entre el rebaño y dirá "¡basta!". Que se acabó. Que los perros no van a poder mantenerlas sumisas para siempre. Que los pastos para todos están en otra dirección y hay quién conoce el camino. Que los nuevos tiempos ya están aquí.

El otro apagó los restos de un cigarrillo contra el tacón de su zapato y guardó la colilla.

- Y habrás cambiado un salvador por otro, Carlos. Esa oveja tuya, la que levante la frente, se convertirá en pastor. Con sentimientos de pastor, con preocupaciones de pastor. Considerará que ella es la elegida para comunicar al resto de las ovejas - pobrecillas - cuál es el pasto verde. Y deberá equiparse bien para su tarea, una tarea tan importante que sin ella el rebaño no podría sobrevivir. Y mantendrá los perros, claro; también los secretos: no siempre todos pueden entender lo que es necesario hacer.

Abajo en el jardín un padre reunió sus zagales a voces. Los adolescentes se besaban con un punto más de urgencia.

- Yo también tengo sueños, Carlos - continuó - Creo en algo que nunca se ha visto. Eso es tener fe, ¿no?. Pues entonces, tengo fe en que algún día tus ovejas tomarán consciencia de ser manada y no rebaño. Que lo que puedan hacer será juntas, que se mueven tan rápido como la más lenta entre las suyas. Que la mentira nunca beneficia, que los negocios no son engaños. Que si hay para todas ¿por qué acumular? Y si no lo hay ¿no será mejor buscar entre todas?
- Nunca entendiste el mundo real.
- No.
- León, si comparas nuestros sueños verás que no son muy diferentes. Tú piensas que mi método es erróneo. Yo pienso que el tuyo es imposible. ¿Qué podemos hacer?
- ¿Y si nos olvidamos de la fe... y nos ponemos a andar? Los pasos correctos, los naturales. Desde el presente. Los actos de cada uno cambian el mundo. Y millones de granos de arena forman una duna que nadie puede contener.

Una corneta llamó al cambio de guardia en palacio.

- Vámonos, León. Conozco una bodega aquí cerca donde sirven un vino dulce que sana todo el mal sabor de boca. Mira... muchos han tenido, y tienen, fe en que tras la muerte alcancemos un mundo mejor. El miedo a que eso no suceda, a la expulsión de ese edén, ha permitido a unos cuantos manejar el rebaño a su antojo. A veces mejor y a veces peor, pero no hablamos de eso ahora. Tú y yo pensamos que éste es el mundo, ésta es la vida que tiene que ser mejor: tenemos fe en que es posible lograrlo. La fe nos ayuda a mejorar.
- Entonces piensas que es imposible avanzar sin muletas.
- ¿Sin muletas...? Ah, sí, creo que no se puede avanzar sin ayudas.
- Tomemos ese vino cuanto antes, Carlos. Porque yo podría contestar que el mundo mejor es primero una consecuencia y no un objetivo; entraríamos entonces a definir qué entendemos cada uno por mundo mejor, consecuencia y objetivo... Y te aseguro que no terminaríamos nunca.

Y ésta es mi contribución a la convocatoria para hablar de La Fe en la blogsfera, lanzada por Pensamientos JFS  y blog.artecar24.com  El diálogo forma parte de un """ relato ejemplarizante""" (sí, con muchas comillas) de esos del cajón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez abandonado, silencioso y cubierto de otros papelajos varios...  Tal vez hoy no lo escribiría; pero, a pesar de ello, sigo asumiendo lo que cuenta y creo que encaja en la convocatoria, por lo que intentado adaptarlo un poco y compartirlo con todos ustedes. Espero su benevolencia con este - que fue - joven aprendiz de escribidor... y aprendiz sigue siendo.