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27 jun 2010

El habla en Lubián y la Alta sanabria


"El rincón NO. de la provincia de Zamora, encajado entre las de León, al N., Orense, al O. y Portugal, al S., presenta unas características especiales que lo distinguen radicalmente del resto del territorio zamorano. Basta ojear ligeramente un mapa de la provincia de zamora para advertir al punto que dicho rincón constituye como un morro o saliente muy marcado en el conjunto de la línea lindera provincial. Quisieramos, desde los primeros renglones, señalar dos hechos decisivos que prueban que ni geográfica ni históricamente existe relación entre esta región y el resto de las tierras zamoranas.
Sea el primero la presencia allí del río Vibey [sic], el único que en toda la provincia no pertenece a la cuenca del Duero, sino a la del Miño, ya que se trata de un afluente del Sil, cuyos primeros kilómetros discurren dentro de las lindes provinciales zamoranas.
En cuanto al lado histórico y humano, señalemos que a partir de Padornelo, y hacia el O., comienza a hablarse no ya otra variedad dialectal, sino otra lengua: el gallego, constituyendo la doble barrera impuesta por los montes, de una parte, y por el habla, de otra, un hecho aislante de esta zona del resto de Sanabria (...)



Apuntemos como hecho significativo que un coche de línea establece el contacto diario entre Puebla de Sanabria y Verín (Orense), y que todos los pueblos situados al O. de la Portilla de La Canda miran en sus diarias relaciones hacia Galicia, limitando su trato con la Puebla, y nada digamos de la capital de la provincia, Zamora, a los trámites puramente ineludibles del papeleo burocrático oficial (...)



La situación de esta zona ha debido ser anómala desde antiguo. Baste para confirmar esta opinión el toponímico Trevinca, nombre del pico de 2.045 m. de altitud [sic. En realidad son casi 100 m. más], en cuya cima convergen hoy los límites de las provincias de León, Orense y Zamora, pero que es nombre antiguo y que indica que muchos siglos antes de la moderna división en provincias ya convergían en él los linderos de tres pueblos antiguos: Trevinca < TRIFINICA. (...)


Ya he señalado en otras ocasiones que al revés de la zona leonesa de Sanabria, en la que el dialecto se pierde a pasos agigantados, por tener sus habitantes un marcado complejo de inferioridad lingüistica al creer que hablan un mal castellano, y oírlo así de boca de maestros y funcionarios, no ocurre lo mismo en la zona zamorana de habla galaico-portuguesa, pues sus habitadores saben que no hablan mal, sino que lo hacen en otra lengua (...)"
Luis L. Cortés y Vázquez: El dialecto galaico-portugués hablado en Lubián (Zamora) Ed. Universidad de Salamanca, 1954.


Y os dejo con una leyenda recogida por el mismo autor en Lubián:

"Todas as mañás, según decían os vellos, saía a eso de nacer o sol, e baixaba onde a cachueira do pozo, e sentándose n unha pedra, púñase a pendarse, recolléndose depois a sua casa.
Cerca de este sitio, hay unha fonte, aonde dita moura iba pol-a agua, pra suas necesidades. A fonte chámase dos sete bocais"


(Traducción aproximada: "Todas las mañanas, según contaban los viejos, salía al nacer el sol y bajaba al salto de agua tras la poza y, sentándose en una piedra se ponía a peinarse. Cerca de este sitio hay una fuente donde la mora iba a buscar agua para sus necesidades. La fuente se llama de las siete bocas (caños)" Creo que se refiere al paraje ahora conocido como la Poza de la Moura, no lejos del Castro de las Muradelas.)


Enlace al libro en Google Books

Pd. El verano es para mí tiempo de especial jaleo. No es mi intención colgar el cartel de "Cerrado por Vacaciones" en ninguno de los blogs, pero sí es cierto que la actividad  -y las visitas a sus respectivos blogs- va a estar más amortiguada. Intentaré estar lo más al día posible y gracias por la comprensión.

5 ene 2010

Moncabril

Revista “ Lago de Sanabria
Boletín Informativo de Hidroeléctrica Moncabril. Num.14, Enero 1955
Saludo a Barjacoba”. Artículo de A.Ugarte – Encargado de Obra



Es mi ánimo tranquilizar, si intranquilos se encontraran, a los habitantes de esta preciosa y pintoresca zona que cae inmediatamente en medio de nuestros saltos de Prada y Ribadelago. El Salto de San Sebastián de Pradorramisquedo.
Nada me extrañaría una reserva por parte de estos simpáticos vecinos nuestros, y que serán por obra y gracia de esta vecindad amigos y colaboradores, puesto que mi tierra, que es Bilbao, será una de las más afectadas por cambios y proyectos, explotaciones de nuevas industrias, apertura de nuevas vías, etc... tanto que en poquísimos años cambia completamente la fisonomía de lo que conocimos y que para nosotros fue tan querido.
(...) Moncabril -igual pudo ser otra empresa, pero nos ha tocado a nosotros esa suerte- pretende con su presencia dominar lo que de indomable tenga la riqueza que ha pasado inadvertida durante años, quizás precisamente por lo inasequible. Aprovechar los enormes beneficios que se venían perdiendo o que eran aprovechados en tan pequeña parte que no merece la pena señalarlos. Estos beneficios, una vez logrados, Moncabril los pone en manos de todos los españoles .
(...)Y yo recuerdo como, cada vez que veíamos al “ señor del aparato ” midiendo, le poníamos toda clase de obstáculos para que no nos quitara las tierras de las cuales todo lo esperábamos y ver llorar a los ancianos más por lo que de romántico representaba para ellos que por fructíferas.
Paradójicamente, los llantos se han transformado en risas.
¿A qué podían optar los más, tan alejados de los centros de aprendizaje? A pocas cosas. Ahora se nos abren distintos campos de expansión, donde podremos probar nuestras indudables aptitudes para el sinfín de profesiones que consigo lleva una obra de este tipo. Ejemplo gráfico lo tenemos en Ribadelago, donde en condiciones análogas a estos lugares los jóvenes se veían precisados a emigrar para poder vivir. ¿Que cuando terminen las obras ocurrirá lo mismo? Seguramente sí, pero en condiciones totalmente distintas, ya que llevarán por delante un oficio o una especialidad que les permitirá vivir ellos y los que dejan de una forma más amplia, sin contar los que absorbe la explotación de los nuevos centros de energía que se crearán en esta zona y sin contar a su vez -y esto es lo más angustioso- con que afortunadamente cada vez se necesitará menos el esfuerzo humano en el sentido físico y mucho más en el intelectual y técnico.




Hidroeléctrica Moncabril, S.A. consiguió en 1947 una concesión del Ministerio de Obras Públicas para la explotación hidrográfica de la cuenca alta del Tera. En 1950 se iniciaron las obras de un complejo sistema de embalses y canales: Puente Porto, Garandones, Playa, Cabril... y posteriormente se expandió hacia la cuenca del Bibey.


Fuente: Revista de Obras Públicas 1951, 99, tomo I (2833): 230-239


Como dice el autor del artículo, supuso el cambio completo de la fisonomía de la sierra y un gran número de puestos de trabajo -en condiciones en las que no entraremos.



El 9 de enero de 1959, las risas se transformaron de nuevo en llantos: la presa de Vega de Tera reventó al alcanzar por primera vez su máximo nivel y arrasó el pueblo de Ribadelago. 144 muertos. La catástrofe supuso el fin de la hidroeléctrica, absorbida por Unión Fenosa.
Conociendo este final resulta especialmente estremecedor el artículo transcrito.



Para ampliar información sobre la Catástrofe de Ribadelago:
- Entrada de la Wikipedia, aquí.
- Magnífico resumen de Logio en el 50 aniversario

19 jul 2009

Pías, Barjacoba, Villanueva: Alta Sanabria


Cuentan que, tiempo ha, un hojalatero novato en busca de nuevos mercados remontó el valle del Bibey hasta alcanzar un pueblo desconocido para él.
- Dígame, señora, el nombre de este lugar.
- Esto es Pías, no hay que dudar.
Continuó su camino el hojalatero y al llegar a otro grupo de casas, tras acabar sus comercios, volvió a preguntar:
- Dígame, señora ¿con qué nombre se conoce a este lugar?
- Esto es Pías, no hay que dudar.
El bisoño artesano rascó su cabezota, partió en camino de nuevo y llego una vez más hasta una plazuela en torno a la cual se agrupaban las casas. Con la mosca tras la oreja trabajó sus chamarilerías y aún antes de acabar, preguntó:
- Y entonces, señoras, ¿el nombre de este lugar es…?
- Esto es Pías, no hay que dudar.
- Pues buenas mujeres, nada les he de cobrar. Y ahora mismo ofrezco un duro de plata a quien me saque de este pueblo, más grande que la capital.







Viene a cuenta el chascarrillo ya que el pueblo de Pías, aunque no tan grande como una capital, consta de tres barrios – o cuatro, según quién cuente – esparcidos en la escarpada ribera del Bibey, en la misma raya que nos une con la vecina Galicia. Y tres son también – esta vez cuente quien cuente – los pueblos que conforman el municipio: Villanueva de la Sierra, Barjacoba y, claro, el propio Pías.



Como en otras zonas fronterizas, los paisanos se empeñan en tender lazos que van más allá de las líneas trazadas en los mapas. Y en estos valles de la Alta Sanabria, donde la sierra Segundera se encara con los montes galaicos, el vecino orensano está a dos pasos y las comunicaciones con el otro lado de las Portillas no siempre son buenas. Y aquí se habla senabrés, que no es del todo gallego, pero se le parece mucho. Tampoco los rebaños entienden de fronteras administrativas, pero si les preguntáis por pastos os dirán que los de estos valles son muy buenos, señor. Es tierra húmeda y fértil, de ahí la tradición ganadera y también la vegetación exuberante: helechos, abedules, acebos y una de las manchas de robles mayores de Europa. Y abundantes fuentes, como las que enorgullecen a Villanueva, mezcla de pilón y abrevadero, donde las mujeres aún van a lavar las berzas del caldo sanabrés de toda la vida.




El paisaje es de media montaña, abrupto y suave a la vez. Sus caminos os depararán cuestas más exigentes que en la Baja Sanabria y la Carballeda, pero a cambio os ofrecerán vistas impresionantes de valles que juegan al escondite entre las cumbres, punteadas por embalses y aldeas de difícil filiación – entonces, la raya ¿por dónde va? Tierra de maquis en aquellos años, también de lobos, como nos recuerda el Curro de Barjacoba. Este hermoso pueblo, agrupado en el valle del arroyo del mismo nombre, sintió desde antaño la necesidad de protegerse de los malos espíritus de la montaña mediante sortilegios de madera: la Cruz de Marta. No explico más; debéis visitarlo, buscar las cruces y luego me contáis lo que se ve desde cada una de ellas.

Y es que el hojalatero del cuento tenía razón. Es difícil llegar a Pías, pero más aún abandonar el municipio sin que tu corazón, tus sentidos, os exijan un poco más, solo un poco más.

6 jul 2009

Maquis. Hombres en la sierra



Nacieron juntos en casas vecinas y juntos se criaron. Juntos jugaron y trabajaron el campo. Cuando llegó la guerra, juntos partieron al servicio de armas. Fueron tiempos difíciles y ellos, campesinos después de todo, vivieron muchas batallas. Aprendieron el uso de los rifles y a matar cuando es preciso; los primeros duelos pesan, luego se vuelve rutina. Pedro y Pablo, casi hermanos, eran muy diferentes entrambos: Pedro, serio y meticuloso, no sonreía jamás. Pablo, alegre y fanfarrón, no escondía la cara ni en los lances más audaces.



Un día de abril les dijeron que la contienda había terminado y ellos no estaban en el bando ganador. Envueltos en harapos volvieron al pueblo, al fin y al cabo ¿cuál fue su pecado?, solo cumplieron con la ley que les dieron. Lo cierto es que no había pan, la hacienda menguaba, escucharon historias que no les gustaron y vieron miradas que miedo les dieran. Una noche, en la cantina, invitaron a un forastero pelirrojo, Antonio su nombre, a compartir el jarro con ellos. Les dijo que en la Cabrera había visto gente como ellos, de los que perdieron. Que habían vuelto a la aldea y no pudieron seguir. Ahora estaban huidos, armados y continuaban la guerra tal vez no para ganar pero sí para poder vivir. Pedro y Pablo se miraron de soslayo. En menos de una semana se echaron a la sierra.



Se unieron al grupo de Abelardo, donde encontraron viejos compañeros de milicia. En poco tiempo, Pedro se convirtió en la mano derecha del comandante: cauto como alimaña del monte, audaz como el que más. Y más que audaz, temerario era Pablo. Lanzaba operaciones que todos creían suicidas, ocupó pueblos enteros y buscaba encararse con los guardias, pero siempre volvía triunfante como un diablo burlón. No llevaba bien la vida en la sierra y muchas noches bajaba a las tabernas, peligroso y fanfarrón, con mujeres de moral dudosa y vino de Los Valles a tutiplé. Hubo peleas, historias de cuernos y esto, claro, trajo aún más peligro al grupo de la sierra y le costó a Pablo fuertes broncas con Abelardo, algunas pistola en mano. Pero era por cierto un buen soldado, y por ello escapó de castigos que otros sí hubiesen pagado.
No ha trascendido por qué asunto, pero una noche Pablo, sin órdenes de nadie y a espaldas del mando, montó una operación en el Mercado del Puente. En tres días arrasó el pueblo: tiroteos, fuego, robos, saqueo. Torturó al padre cura –dicen que le hizo comerse una corbata con tenedor y cuchillo y luego arrastrarse por un agujero que en la pared abrió a tiros- y a uno de los comerciantes más conocidos descerrajó un balazo en la frente sin más miramiento. Toda la gente de la comarca se sintió horrorizada y la partida de escapados perdió el apoyo que en los pueblos podía tener.


-Mátalo –le dijo Abelardo a Pedro- Está loco y acabará con nosotros.
Se sintió romper por dentro. Como militar entendió a la perfección la orden. Como Pedro, Pablo era su hermano, más que sangre de su sangre, el compañero de la trinchera, el amigo del corazón. El dilema le traía por la calle de la amargura y hasta por una vez el comandante le miró con recelo.
-¿Y entonces…?
-Ya está. Sólo busco el momento,
No tardó en llegar. Eran las fiestas del Corazón de Jesús en un pueblo cuyo nombre me guardo. Pablo anunció que aquella noche no podrían contar con él; para su sorpresa, Pedro dijo que bajaría a su lado. Fue un camino agradable: dos amigos, que durante mucho tiempo no tuvieron ocasión de charlar, encontraron el momento de hablar de sus cosas, sus casas, sus recuerdos. Como si el árbol de la amistad, tal vez un poco agostado por la vida de la sierra y los nuevos compañeros, reviviese tras una lluvia de primavera.
En llegando al pueblo, ante la puerta de la iglesia y su cementerio, descubrieron una pala abandonada quién sabe por qué. Pedro sacó la pistola.
-Cógela, Pablo. Vas a cavar una fosa.
Creyó que era una chanza, pero la negra ánima del arma le conminó a iniciar la tarea. Pedro le explicó porqué la ejecución.
-Y a partir de ahora estás muerto –sonó un disparo en el aire de la noche- Lárgate. Abandona la región, sal del país mejor. A todos los efectos, tú te has quedado en esta sepultura. No hemos de volver a vernos. Busca tus amiguitas en otros prados.
Tal vez Pablo quiso decir algo, abrazar a su amigo. Arrojó la pala, le miró con su media sonrisa triste y salió huyendo. Pedro se quedó, viendo cómo marchaba. Luego se escupió en las palmas y cubrió la fosa que Pablo había cavado. Las lágrimas corrían por su cara como si en realidad estuviese enterrando a su hermano.



Pasó algún tiempo. La vida de los huidos se hizo cada vez más dura: la guardia civil y el ejército los cazaban como alimañas, no recibían apoyo exterior y hasta los dirigentes políticos pensaban que la hora de las armas quizás ya había pasado. Los hombres de la montaña, algunos ya conscientes que su guerra solo tenía un final, afilaban los colmillos y sus acciones eran cada vez más sanguinarias, como de fieras que se encuentran acorraladas.
Así cuando el grupo de Abelardo recibió noticia de un cura recién llegado a la región, mujeriego y borrachín y que con sus denuncias había perjudicado a algún compañero, montaron una operación casi al descuido, entre traslado y traslado. Siendo pocos como ya eran, Pedro fue elegido para la misión.
Aquel domingo entró en la iglesia como un feligrés más. Fue ver al sacerdote y crujir los puños dentro del gabán. Aguantó el evangelio, el credo y el padrenuestro. Y llegada la comunión hizo fila con el resto y encarado ante Pablo, pues él era y no otro el cura nuevo, tiró de pistola y vació el cargador.
Pablo no había soportado la vida lejos de su tierra y de su gente. En cuanto pudo volvió. Suplantó la personalidad de un bisoño capellán y trató de pasar desapercibido. Pese a los disfraces, su ser salió pronto a la superficie y no pudo evitar ni las mujeres ni el vino. Su amigo le reconoció en cuanto le puso la vista encima. Murió con la sonrisa en los labios, tal como había vivido. “Estaba muerto desde el día que cavé mi fosa” –quizás fue su último pensamiento. Más que la herida, le dolió ver a caer al lado a su monaguillo Andrés, alcanzado por una bala perdida, con los ojos abiertos de par en par llenos de sueños perdidos. El Cristo de palo clavado en el altar, entre el grito y la sorpresa, agonizaba otra vez ante una historia mil veces vivida.
Pedro caminó hacia el atrio entre el griterío de los fieles. Una vez allí se giró, enfrentó la iglesia y cambió con toda calma el cargador de su alma.
-Ese hombre –dijo- tiene su tumba excavada tres pasos a la izquierda del ciprés del cementerio. La hizo con sus manos, justo es que la ocupe. Conmigo haced lo que queráis.
Y acto seguido se voló la cabeza de un disparo.



Pedro y Pablo no existieron. Sí Abelardo y su grupo, al que se cree originario de Puebla y que actuaron en Sanabria Carballeda, la Cabrera Baja y también en Viana do Bolo, La Gudiña, Villavieja y la Mezquita hasta finales de los 40, en ocasiones apoyados por otras partidas guerrilleras de Asturias, Galicia y León. Realizaron operaciones como la toma de de los pueblos de Santa Colomba o Trefacio y emboscadas a fuerzas desplazadas de la Guardia Civil. Al parecer fueron evacuados a través de la frontera portuguesa, al menos los mandos de filiación comunista. La ocupación del Mercado del Puente está contada tal como me la narró mi padre. El pelirrojo de la cantina que anima a los protagonistas a unirse a la partida podría tratarse de Antonio B. El Rojo, el leonés de la Cabrera que retrató Ramiro Pinilla en su novela del mismo nombre. Y a Rubén Blades le he robado una escena, que conste.

Fotos: 1. Puebla
2.Porto
3,6,7.Mercado del Puente
4.Camino de Santa Colomba
5.Barjacoba
8.Cementerio de Trefacio
9.Monte de Pías.

1 jul 2009

Curro dos lobos en Barjacoba



El curro es una ancestral trampa destinada a proteger los ganados del lobo, el antagonista del hombre de la sierra. Consiste en un cercado de piedras de mediana altura rematado por grandes lajas inclinadas hacia el interior. En el centro se ataba un cebo vivo –una oveja o una cabra- que con sus balidos atraía al depredador. Cuando el lobo entraba en el cercado le era imposible salir (viendo las fotos lo entenderéis perfectamente) y allí rematado sin piedad por los vecinos. Barjacoba, de gran tradición ganadera, sostuvo durante siglos una guerra sin cuartel contra el lobo: trampas, mastines mantenidos con grandes dificultades, vigilancia continua y cuentos en las cocinas para alertar del peligro a chicos y grandes. Hoy quedan pocos lobos y también poco ganado, pero construcciones como el Curro sirven para mantener el recuerdo de la vida tal como fue.



Para llegar a conocerlo, el paseo se inicia a poco de entrar en el pueblo, llegando desde Pías. Hormigonado al principio, enseguida asoma el antiguo camino de piedras por donde los carros cargados bajaban de la sierra llenando el valle con el canto de sus ejes –y de paso marcando en la roca sus huellas para la posteridad. Los paneles colocados por el grupo de acción local os informarán de la vida en el valle, de la flora y fauna y curiosidades como la Cruz de la Marta, conjunto de cruces de madera situadas en los altos para proteger al pueblo de las tormentas y el pedrisco.

Poco antes de alcanzar el curro podéis divisar el embalse de Pías, visto desde aquí apenas del tamaño de un charquito, y las redondeadas formas de la montaña gallega. Las vistas, sin duda, son espectaculares. Una flecha os indica que el camino continúa hacia el noreste, entre monte bajo primero –estamos por encima de los 1.350 metros- y luego robles y pastizal. Aquí es necesario ir un poco atento, porque el camino abierto de antes se torna en estrecha senda en lugares puntuales. Tras encontrar una de las cruces de la Cruz de la Marta, entraréis en el pueblo por el apartado barrio del Pedazo, por donde callejeando y admirando la arquitectura tradicional de la zona volveréis al punto de partida.

Es hora de recapitular: ¿Os habéis sentido observados durante el camino? ¿En algún momento se os ha erizado el pelo de la nuca? ¿Quizás os ha parecido ver unos ojos amarillentos entre el matorral, que han desaparecido antes del segundo vistazo? Estaríais de suerte, un Señor del Monte habría supervisado vuestra senda.