En julio de 1936, el general Juan García Gómez Caminero ejercía la jefatura de la Inspección General del Ejercito. En razón de este cargo realizaba una gira por las distintas guarniciones de la VIII División Orgánica, acompañado por su jefe de Estado Mayor, el también general Rafael Rodríguez Ramirez y su auxiliar, el comandante Manuel Orbe Morales. Estando en Astorga, el día 17 recibieron alarmantes noticias sobre los movimientos de tropas en torno al Estrecho y decidieron trasladarse por carretera hasta León, al tiempo que ordenaban al general Salcedo que les enviase un avión desde La Coruña para acelerar su regreso a Madrid.
El día 18, ya en la capital leonesa, coincidieron con una columna de mineros asturianos, también en ruta hacia Madrid para defender la República (entre tres y cinco mil hombres, suficientes para detener el golpe en la ciudad). En una reunión con las autoridades militares sus dirigentes solicitaron ser armados, lo que Caminero acepta; pero el general Carlos Bosch y Bosch, comandante militar de la plaza, exige una orden por escrito desde el Cuartel General o el Ministerio de Gobernación. Cuando ésta por fin llega, vía telegrama, Bosch hace entrega – en los alrededores de Onzonilla – de un armamento tan deteriorado que el maestro armero se niega a firmar la relación – en su informe refiere la falta de percutores y el lamentable estado de conservación de fusiles y mosquetones. Caminero, que es testigo de estos hechos, no hace nada: empieza a pensar que el general Aranda, el gobernador militar de Asturias, ha dejado salir a la columna minera para quitársela de encima y que Bosch está ocultando su condición íntima de sublevado. Telefonea de nuevo a La Coruña para pedir que su avión esté disponible para las siete de la mañana del día siguiente – a lo que le responden con evasivas – y esa misma noche, junto con sus auxiliares, parte por carretera en dirección a Benavente, con la intención de entrar en Portugal bien por los pasos fronterizos de Sanabria - la primera opción, ya que mantenía cierta amistad con el gobernador de Bragança - o bien por Ciudad Rodrigo, en Salamanca.
El viaje se realizó sin mayor contratiempo hasta que alcanzaron la comarca sanabresa. Así lo narró el propio Gómez Caminero:
"Sin entrar en Puebla de Sanabria, donde el capitán de Carabineros se había puesto al frente de la Rebelión, llegamos a la frontera.
- Y pasaron al fin
- No. Al fin, no. Porque el suboficial, también sublevado, ni me guardó el respeto debido, ni me prestó el auxilio que le pedí, ni me dejó pasar, aunque le dije que el gobierno me llamaba a Madrid. En ese momento se presentó el director de la Aduana, que, tras decirnos que no dejaba pasar ni el coche ni a nosotros, y tratar groseramente a mi jefe de Estado Mayor, agregó que se iba a la Puebla de Sanabria para volver con el juez y policía a prendernos.
En vista de las dificultades para pasar la frontera, acordamos trasladarnos a la citada población salmantina. Camino de ella íbamos, cuando a la vuelta de un recodo de la carretera, salieron a nuestro paso veinticuatro individuos, armados de escopetas y pistolas, que dispararon contra nosotros causando numerosos agujeros al coche. Dímosles gritos para que nos escuchasen y lo logramos, tras de grandes esfuerzos. Pero no logramos convencerles de nuestra condición de militares servidores del Gobierno de la República. Nos habían tomado por generales rebeldes y, sin hacer caso de nuestros documentos, que creían falsos, nos llevaron a Requejo, donde los habitantes - unos ochocientos trabajadores leales a la República - pretendieron lincharnos creyéndonos traidores. Gracias a la oportuna intervención del presidente de los sindicatos, que nos condujo a una casa, pudimos librarnos de las iras del pueblo, que seguía teniéndonos por generales sublevados. (1)
A las tres y media de la mañana nos llevaron a Lubián, pueblo donde se repitió el espectáculo de Requejo. Entre Requejo y Lubián había un puesto de la Guardia Civil, compuesto de doce números, a la órdenes de un cabo, a quien le entregué, después de mostrarle los documentos acreditativos de nuestra personalidad, tres cartas dirigidas al ministro de la Gobernación, a Largo Caballero y al embajador de España en Portugal [Claudio Sánchez Albornoz]. De estas cartas sólo la última llegó a su destino. En Requejo había entregado también otra carta al cabo de la Guardia Civil, con el encargo de que la remitiese al ministro de la Gobernación. Pero, en lugar de hacerlo así, como me lo había prometido, la envió a los rebeldes.
Cuando llegamos a Lubián, y en atención a la actitud del pueblo, los dirigentes, convencidos ya de que éramos generales republicanos, nos llevaron a una casa situada a cuatro kilómetros del pueblo, en la que estuvimos dos días custodiados por una guardia permanente, y durante los cuales esperamos la llegada de un avión que había de aterrizar en un campo próximo a Lubián. Pero en este plazo de las cuarenta y ocho horas había sido descubierto nuestro refugio y quienes nos lo había proporcionado nos trasladaron de nuevo a Lubián, instalándonos en casa del médico [Manuel Fábrega Coello], donde fuimos tratados con toda clase de consideraciones [...]Los facciosos, conocedores por la carta [que había entregado al cabo de Requejo y éste había pasado a los rebeldes] de nuestra situación, enviaron una mañana un aparato de la base de León, que arrojó sobre nosotros seis bombas, ninguna de las cuales cayó sobre la casa. Otra: tropas rebeldes, procedentes de Orense, ocuparon el aeródromo donde esperábamos el avión, el pueblo de Gudiña y el inmediato de Villavieja. En vista de esto, y de que en los sindicatos se comenzaba a acusar a los dirigentes de protegernos - seguían creyéndonos rebeldes - éstos me propusieron, como única salida el paso de la frontera con ellos. [...] A las tres de la tarde salimos de Lubián y, después de recorrer cuarenta kilómetros a pie, entramos en terreno portugués a las cuatro de la mañana del día siguiente."Entrevista publicada en ABC, 3 de Agosto de 1936
Los militares fueron detenidos en Moimenta, de allí trasladados primero a Vinhais y luego a Bragança, donde contaron con el apoyo del coronel Teixeira – el amigo de Caminero – y pudieron ponerse en contacto con los representantes diplomáticos españoles. Finalmente fueron autorizados a viajar hasta Lisboa para encontrarse con el diputado pacense De Miguel, que les acompañó en su retorno a Madrid.
La figura de Juan García Gómez Caminero ha sido cuestionada por diversos autores, sobre todo por los más comprensivos con el Alzamiento. Nacido en 1871, fue uno de los primeros oficiales ascendidos al generalato con la llegada de la República, miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) y posiblemente vinculado a la masonería, antes de los hechos referidos intentó sin éxito que los oficiales más propensos al golpismo fueran apartados de los puestos de mando. Tras su regreso a Madrid se incorporó de inmediato - por baja de un compañero - al Tribunal que condenó a muerte al General Joaquín Fanjul. A principios de 1937 pasó a la reserva por haber cumplido la edad reglamentaria, falleciendo en los últimos días del citado año. Ignacio Estévez – gobernador civil de Orense en 1936 - estaba convencido de que la incapacidad de Caminero para controlar la situación en León fue decisiva en aquellos primeros días de guerra, ya que facilitó a los sublevados los accesos a Castilla por El Bierzo y Sanabria, dejaban aislado el frente de Asturias al norte de la provincia y, no así el sur y el oeste leonés, que permitió el paso de tropas de Galicia hacia Castilla para unirse a banderas de la Falange vallisoletana y las JONS de Onésimo Redondo en el Alto del León.
Unos cuantos años de todo esto, Caminero ya tuvo un controvertido papel durante la quema de conventos en Málaga, en los días de la proclamación de la República:
“Existen dudas razonables sobre la actitud y acciones del, por entonces, recientemente nombrado por el gobierno republicano, general José Gómez Caminero, gobernador militar de Málaga, que incluso pudo ser condescendiente para con las masas incendiarias de iglesias. El citado gobernador militar no sólo no reprimió a las masas anticlericales, anarquistas y a los radicales de izquierda pirómanos, sino que mandó retirar las fuerzas de la Guardia Civil durante los disturbios, y envió un telegrama a Azaña con el siguiente contenido: "Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará". Dicho gobernador militar fue destituido a los pocos días, para al poco tiempo ser ascendido a General de División y posteriormente nombrado General Inspector del Ejército”
Ahora bien: ¿Y qué fue de Manuel Fábrega Coello, el médico de Lubián, y del grupo de sindicalistas que auxilió al general en su huída?
Pues tendremos que verlo en una próxima entrada, porque ya se me ha agotado el espacio :)
Notas:
(1) Los trabajadores que construían los túneles del ferrocarril Zamora – Orense, en posesión de abundante dinamita y – más o menos – organizados en sindicatos, constituyeron el único núcleo de resistencia digno de tal nombre en la provincia durante los primeros días del alzamiento. En poco más de una semana fueron neutralizados por las tropas del Regimiento Toledo enviadas desde la capital, además de la presión efectuada por las procedentes de Ourense – las que, por cierto, exhibieron en Verín como trofeo de guerra el coche de Caminero cosido a balazos.
Fuentes:
DE AYER A HOY, RAFAGAS LEONESAS Joaquín Nieves
LA ODISEA DEL GENERAL GÓMEZ CAMINERO Francisco Pilo Ortiz
A MI MANERA (3). LA GUERRA CIVIL EN MÁLAGA Tomás Morales
Cando o xeneral Caminero, de paso por Brumoso, salvou a vida e recuperou o olfacto Javier López Rodríguez (Autor de la novela "Amigo Medo", que recoge este episodio)
Entre las fuentes citadas existen importantes diferencias en los detalles de esta aventura. He preferido ceñirme a las palabras de Caminero, aún siendo consciente de las posibles inexactitudes y omisiones del general – más o menos intencionadas.
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El General Caminero, a su llegada a Madrid (Agosto, 1936) Hemeroteca ABC |