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29 oct 2013

Un asunto de amor


Ésta que ustedes ven es la iglesia parroquial de Puebla de Sanabria, Nuestra Señora del Azogue. Sus orígenes se remontan al siglo XII: imaginen la cantidad de ceremonias que han cobijado sus antiguas piedras. Hoy, entre tantas, centraremos nuestra atención en una boda de mediados del S.XIX.


En lo alto de la torre las campanas repican en honor del nuevo matrimonio. Los invitados, gente de copete, se ven entremezclados con los paisanos de la Villa y sus alrededores, que abarrotan la plaza en espera de la granada que ha de ofrecer el padrino. Por fin, bajo los soportales de la iglesia, hacen su aparición los novios, ya marido y mujer ante los ojos de Dios y de los hombres. Ella es una niña de apenas quince años cumplidos, vestida de un blanco tan inmaculado como la palidez que pinta sus mejillas; él, un gallardo oficial que la dobla en edad, parece sentirse perdido ante los vítores de la multitud.


Pero ¡Hola! ¿Qué alboroto es éste? Por el extremo contrario de la plaza, venido de la calle que sube desde la puerta vieja, un carruaje sin señas se abre paso a punta de látigo entre las protestas del gentío. Ha llegado ante los recién casados, se abre una de las puertas y ¡la novia salta dentro! Los caballos inician una carrera suicida por la Costanilla abajo. El padrino, también militar, desenfunda su sable de gala y corre tras los raptores, pero a los pocos metros su avanzada edad le hace rodar sobre los adoquines. Todo ha sucedido en un suspiro y los asistentes se preguntan unos a otros, incapaces de reaccionar. El marido ha contemplado la escena en absoluta inmovilidad: como si supiese de una catástrofe anunciada y, aún así, no pudiera plantarle cara.



Ésta de la fotografía es, hoy, la Posada Real La Pascasia; en las fechas que nos ocupan era una casa de hospedaje en la que estableció su residencia un joven y ambicioso ingeniero riojano, destinado desde poco tiempo atrás en la Jefatura de Obras Públicas de Zamora y con el encargo de dirigir las obras de la carretera Villacastín-Vigo. Aquí en Puebla se enamoró a primera vista – y fue correspondido – de la señorita Ángela Vidal Herrero; mas Pedro, el padre, un militar carlistón muy chapado a la antigua, no aprobó esos amores y preparó a toda prisa el matrimonio de Ángela con uno de sus subordinados, Nicolás Abad, hombre acostumbrado a cumplir órdenes sin rechistar. Ni la hija ni el ingeniero, que además tenía aspiraciones de revolucionario, podían permitir semejante componenda y entre los dos organizaron el espectacular rapto.

Ángela Vidal (Hemeroteca La Opinión)

En 1854 la pareja se trasladó a Madrid. El revolucionario había sido elegido diputado en las Cortes Constituyentes y ése fue el inicio de una carrera política que le acabó llevando, nada menos, a la presidencia del Consejo de Ministros. Cuentan las lenguas viperinas que una de sus primeras medidas como gobernante fue ordenar los destinos más lejanos – e incómodos – para Pedro Vidal y Nicolás Abad, pues la venganza es un plato que se debe comer frío.


Nuestra pareja de raptores ya nunca se separó: incluso en 1885, un mes después de la muerte de Nicolás, pudieron contraer matrimonio cuando ambos rondaban los 60 años. Ángela falleció en 1897. Él, aquel ingeniero reconvertido en una de las más importantes figuras políticas del S.XIX, envejecido y enfermo terminó sus días la noche de Reyes de 1903. Se llamaba – algunos entre ustedes ya lo habrán adivinado -  Práxedes Mateo Sagasta.

Sagasta, caricatura de la época

La historia me la transmitió un viejo sanabrés de la emigración, orgulloso de sus raíces. Pero tiene un problema: en su mayor parte no es cierta. Sagasta se la contó a su biógrafo Natalio Rivas, localizando la boda en la iglesia de Santiago del Burgo, en Zamora capital, y el momento del rapto en pleno banquete nupcial. Tampoco era cierto

Investigadores actuales como Miguel Ángel Mateos o Alberto José Llamas han logrado plasmar un retrato fidedigno de esta inusual relación. Nicolás Abad y Ángela Vidal se casaron en la capilla castrense del Batallón provincial de Salamanca el 4 de marzo de 1844 – cuatro años antes de la llegada de Sagasta a Zamora. Sí es cierto que la novia tenía quince años y que fue una boda organizada a toda prisa; posiblemente por un desliz prematrimonial... o la mera sospecha del mismo. Esta precipitación impidió a Nicolás solicitar el preceptivo permiso y fue castigado con destinos lejanos. El matrimonio no llegó a convivir y, según el testamento de Ángela, tampoco a consumarse. Pero la Iglesia nunca decretó su anulación y así se han hallado documentos notariales en los que ella requiere a su marido oficial competencias para administrar sus bienes privativos.

Santiago del Burgo

Pedro Vidal, el carlistón del cuento, era en realidad un acaudalado criollo que había decidido regresar a la tierra de sus antepasados. Simpatizante del Círculo Progresista de la capital, también hizo sus pinitos en política y ocupó el cargo de Teniente de Alcalde bajo el mandato de Ramón Luelmo. Sí es verídico el rechazo a la relación de nuestros protagonistas, pero no por motivos ideológicos sino morales: él siempre consideró válido el matrimonio con Nicolás y su ruptura un escándalo social. Murió antes de la elección de Sagasta como diputado. Durante su vida política, éste escogió a varios miembros de la familia Vidal para puestos de responsabilidad.

Y después del cúmulo de medias verdades y mitos desmantelados ¿Por qué traer la historia a un blog como Desde Sanabria? Pues, aparte de la especial vinculación de Sagasta con toda la provincia zamorana, uno de sus viveros de votos y donde quizás aprendió a desarrollar la técnica de, ejem, las negociaciones pre electorales; del tiempo que realmente pasó en Sanabria y Carballeda tanto en el estudio de los diferentes proyectos como en la dirección de la Villacastín-Vigo; de que, y esto parece contrastado, la antigua Pascasia mantuvo hasta su cierre una habitación conocida como “la del ministro”, la que fue su favorita para alojarse; aparte, decíamos, la culpa de esta entrada la tiene un niño nacido en la Puebla el 28 de marzo de 1851. Su madre fue, naturalmente, Ángela Vidal y dio a luz en una casa propiedad de la familia. El niño recibió el bautismo dos días después en Santo Tirso, la iglesia parroquial de Cervantes, y su padrino fue un vecino de dicha aldea: José Prada.


La pila bautismal continúa a la derecha del altar de San Tirso

Una vez pasado el riesgo de una muerte prematura, Sagasta lo reconoció como su primogénito mediante escritura notarial:
 “[...] que a consecuencia del trato y las relaciones amorosas que ha mantenido con una señorita que no cree oportuno decir su nombre y apellido, tuvo un niño […] y con el objeto de que en todos los tiempos sea tenido por hijo suyo y no se le perjudique en sus derechos […] otorga que el referido niño, llamado José, es hijo suyo, lo reconoce y lo declara como tal”.
Sagasta y su hijo José (Hemeroteca La Opinión)

Fuentes: "Sagasta y Zamora", Alberto José Llamas IEZ Florián de Ocampo, 2009
"Por el amor de un liberal", Marisol López La Opinión de Zamora

23 ene 2013

Manuel Fábrega, Médico de Lubián


Durante más de treinta años Manuel Fábrega Coello, nacido en Ourense en 1875, ejerció como médico en el Concello de Lubián. Allí se casó con Antonia, natural y vecina de la localidad, en los primeros años del siglo. Nunca tuvieron hijos, pero todavía son recordados en el pueblo: se cuenta que cuando visitaba a enfermos de familias de escasos recursos, además de no cobrar, solía llevar él mismo algunos alimentos que consideraba necesarios para el enfermo - un trozo de queso, o de jamón...  Mantuvo una cierta actividad política como miembro de la Asociación Republicana Radical desde 1932, por lo que participó en la campaña de las elecciones de febrero de 1936 a favor del Frente Popular. Su primo Luís Fábrega, también de ideología radical, ocupó distintos cargos en la provincia vecina: alcalde de la capital, presidente de la diputación y diputado en las Cortes Constituyentes. Tras el golpe de estado de julio, cuando las tropas sublevadas controlaron As Portelas, el médico fue detenido y enviado a la prisión de Zamora.


En 1936, el capitán Ángel Espías Bermúdez estaba destinado en Zamora, donde ejercía de oficial al mando de la 3ª Compañía de la Comandancia de Carabineros. Fue designado abogado defensor en el primer Consejo de Guerra celebrado en la capital tras el Alzamiento militar y después solicitado como tal por muchos de los represaliados en aquellos días. Entre ellos, Manuel Fábrega. El capitán lo dejó reflejado en sus Memorias:


"En una de las causas, fue encartado Don Manuel Fabregat [sic], anciano médico del pueblo de Lubián y con él Reinaldo Cortés, de profesión obrero. Al primero se le acusaba de haber albergado en su casa al General Caminero, que desde Calabor por donde iba a pasar a Portugal, fue llevado por obreros de dicho pueblo y por allí atravesó la frontera y se internó en la vecina nación [como vimos en anterior entrada]. La actuación de Reinaldo fue estar en Lubián hasta que el General se ausentó. El médico albergó a Caminero en su domicilio a petición de su sobrino Ovidio [sic]. Por lo humilde del pueblo no había hospedaje adecuado para el General y accedió a la petición. El sobrino pertenecía a a la Junta del Sindicato, que en realidad mandaba en Lubián y lo exigía. El obrero Reinaldo se encontraba en Requejo en su casa, varios compañeros le hicieron levantar y le obligaron a acompañar al General hasta su paso a Portugal, después regresó a su domicilio. 


Para no actuar con las masas obreras se escondió en el túnel número cuatro, donde permaneció hasta la llegada de las fuerzas del Regimiento de Infantería Toledo, a las que se presentó y ayudó a trasladar la dinamita que había en las obras del ferrocarril. El Consejo de Guerra calificó los hechos incursos en el delito de rebelión militar e impuso al médico Don Manuel Fabregat la pena de muerte y a Reinaldo Cortés la de reclusión perpetua. A los pocos días las sentencias fueron confirmadas. Al entrar en capilla el reo Sr. Fabregat, le fue leída la sentencia delante del defensor y conocida la pena, dijo:

Me alegro me hayan impuesto la pena de muerte y no la de reclusión perpetua, dada mi edad no podría abrigar la esperanza de libertad. Lamento se me condene por rojo. No se lo qué es eso. Mis ideas son y fueron siempre de orden y de derechas. Ahora sólo quiero que avisen a un sacerdote, deseo confesarme.


El fusilamiento, con cinco reos más pertenecientes a otra causa, se llevó a efecto en las tapias del cementerio. El piquete de ejecución estaba formado por falangistas, en la primera descarga hecha a pocos pasos de distancia de los reos, no hicieron blanco en el cuerpo del médico. A la detonación encogió los hombros y quedó de pie. La segunda descarga le arrebató la vida. Reinaldo Cortés tuvo una reclusión perpetua efímera, a las pocas semanas siguió la misma suerte. En las sacas que hacían en la cárcel, fue llevado al cementerio por los católicos falangistas, y junto a la fosa asesinado"

Ángel Espías Bermúdez, GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. AÑO 1936. HECHOS ACAECIDOS EN ZAMORA Y PROVINCIA Memorias Revista EBRE-38.Nº 2. 2003


El Ayuntamiento de Lubián rindió homenaje a Manuel Fábrega en diciembre de 2006 y dio su nombre a la arteria principal de la localidad. Más curioso me resulta el caso de Reinaldo Cortés: ninguna otra de las fuentes consultadas hacen referencia a él. En principio pensé que podía tratarse de un error de transcripción del capitán Espías, pero no es así, ya que en el BOE de 21 de febrero de 1938 se publicó la instrucción del expediente de responsabilidad civil seguido contra los dos. A mi entender, esto podría dejar dos posibilidades: o Reinaldo era el contrabandista que guió al grupo del general en el paso a Portugal – lo que tal vez contrasta con su posterior presentación y ayuda al Regimiento Toledo – o fue un pobre hombre atrapado por las circunstancias en el lugar y el momento equivocados. Si alguien puede aportar más datos sobre él serán muy bienvenidos.


Quienes sí tuvieron una intervención más clara y directa en la huída de Caminero fueron: Juan Ovides (no Ovidio como escribe Espías Bermúdez: llamado Juanito, era sobrino político del doctor Fábrega), Alonso Belmonte, Eduardo Blanco... y hasta seis más cuyo nombre no he localizado. Una vez más hay discrepancias sobre su destino. En la entrevista concedida a ABC, el general relata cómo le pidieron pasar con él a Portugal y garantías sobre su regreso, pero no vuelve a mencionarlos tras su detención en Moimenta. Francisco Pilo  parece situarlos a todos en Lisboa, donde el embajador Sánchez Albornoz sólo facilitó pasaporte a los tres militares. Emilio Grandío cuenta algo parecido (1), hablando de su detención en Chaves y su posterior traslado a Oporto.


Sin embargo, vecinos de Lubián han plasmado en distintos foros versiones diferentes o más completas de aquellos hechos.Al menos parte del grupo regresó camino de Lubián después de dejar a Caminero en Moimenta, pero antes de entrar en el pueblo fueron avisados por sus familiares de que les estaban esperando para prenderlos o matarlos. Volvieron a cruzar la raya y entonces fueron detenidos y trasladados, ellos sí, a Chaves. Puede ser que lograran fugarse o puede que Caminero les consiguiese algún tipo de documentación: Juanito partió al exilio y pasó largos años en Argentina y Francia;  Blanco y Belmonte regresaron a España y se integraron como combatientes en el ejercito Republicano. Al acabar la guerra, Eduardo Blanco fue condenado a trabajos forzados y se libró por poco - estaba en la enfermería y no en su pabellón - de ser fusilado en otra saca de los incontrolados.


Notas:

(1)”A raia que deixou de selo. A fronteira galego-portuguesa en xullo de 1936” Servicio de publicaciones de la Universidad de Santiago, 2001. Grandío recoge un curioso testimonio del general Ramírez, el jefe de Estado Mayor de Caminero también partícipe en la aventura, que confesó haber encanecido por completo durante sus días bajo custodia en Lubián: “Nunca me había visto en tan dificil situación. Vi a las fieras liberadas y se hacía imposible volver a enjaularlas”. En la entrevista Caminero no menciona un teórico paso por Chaves.

Otras fuentes:





7 oct 2012

La leyenda del Castillo de Bragança


A unos cuarenta kilómetros de Puebla se encuentra la ciudad de Bragança, capital de la región portuguesa de Tras os Montes. Es esta una comarca hermana de la sanabresa: la Raya nunca ha sido un muro infranqueable y las relaciones, no sólo comerciales, entre uno y otro lado fluyen con naturalidad. Cierto que en tiempos pasados también se vivieron duros enfrentamientos por cuestiones fronterizas y de los castillos de ambas villas salieron no pocas partidas militares dispuestas a causar el mayor estrago al enemigo - y algún día leeremos algo al respecto -, pero hoy las dos fortalezas se dedican a fines más pacíficos, como dos jubilados entretenidos en aficiones adecuadas a su edad. Y como a otros jubilados, al castillo portugués le gusta contar la leyenda protagonizada por una de sus muchas torres: 


Cuando la ciudad de Bragança era todavía una pequeña aldea llamada Benquerença vivía allí una bella y huerfana princesa con su tío, el señor del castillo. La princesa se había enamorado de un guerrero valeroso, pero más pobre que una rata - y quizás de origen judio. Éste, que también la amaba con pasión, decidió partir en busca de fortuna, prometiendo regresar en cuanto fuera digno de pedirla en matrimonio. Los años fueron pasando y la princesa rechazó cuantos pretendientes trataron de pedir su mano, con lo que la impaciencia de su tío, de temperamento sanguineo y feroz, aumentaba día tras día hasta que decidió casarla, a buenas o a malas, con un caballero amigo suyo de gran riqueza. Pero dicen que el mismo día en que fueron presentados, la joven princesa confesó al caballero que su corazón pertenecía a otro, al guerrero que salió en busca de fortuna diez años atrás y al que ella estaba dispuesta a esperar hasta el fin de sus días. Su tío montó en cólera y en ese mismo momento juró venganza.


 Al cabo de pocas noches, cuando una horrible tormenta azotaba la aldea de Benquerença, el señor del castillo se disfrazó de fantasma y se introdujo en los aposentos de su sobrina. "¡Ah, soberbia! ¡Ah, pecadora!" - gritó con voz espectral - "Has de saber que aquel al que dices amar murió ya hace más de cinco años y, como castigo a tu empecinamiento, si antes de dos semanas no has contraído matrimonio con el caballero Don Luiz, tu alma quedará condenada a los fuegos del infierno para toda la eternidad" Y cuentan que ya el tío estaba a punto de obligarla a jurar sobre el evangelio, cuando otra de las puertas se abrió y ¡oh, milagro!: a través de la galerna, en la plenitud de la noche, un rayo de sol atravesó la habitación y se desubrió el engaño.


A partir de entonces el viejo señor, impresionado por aquel rayo de sol milagroso, nunca más trató de forzar la voluntad de su sobrina y ella se retiró a una de las torres del castillo. Hay quien dice que allí permaneció hasta el fin de sus días, como había prometido, pues su amado nunca regresó. Otros afirman que sí, que volvió una noche y juntos huyeron en un caballo veloz... Lo único cierto es que, aún a día de hoy, las dos puertas del milagro son conocidas como Puerta de la Traición la una y Puerta del Sol la otra; y la torre donde ella vivió, enfrente pero alejada de la del Homenaje, es la muy admirada Torre de la Princesa.


Fuente: Origens.pt

30 oct 2011

Joaquín Díaz, Luis Díaz Viana: Recuerdo y Profecia


El filólogo y antropólogo Luis Díaz Viana es un reconocido experto en cultura, folklore y tradiciones populares. Licenciado por la Universidad de Valladolid, su carrera académica abarca estancias en Berkeley, Salamanca, el CSIC y, en la actualidad, ejerce como profesor de investigación en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología. Ha recibido diversos reconocimientos a su trabajo, como el Premio Marques de Lozoya o el Agapito Marazuela. De entre su obra habría que destacar sus estudios antropológicos sobre Castilla y León y la recuperación de varios cancioneros tradicionales y leyendas populares.


Joaquín Díaz - perdonen el tópico - no necesita presentación: nacido en Zamora en 1947, es uno de los más grandes folcloristas de nuestra tierra. Sus trabajos de campo recogiendo canciones y cuentos por los pueblos, sus grabaciones, la labor de catalogación y divulgación ejercida desde la Revista del Folklore y la Fundación que lleva su nombre son ejemplo y ayuda para cualquiera que sienta el mínimo interés por la cultura tradicional.


En 1977, Joaquín - con la participación de María Salgado - publicó un disco que ha quedado como una auténtica rareza en su larga carrera: "Recuerdo y profecía por España", un intento de "...reflejo subjetivo de experiencias vividas, temblorosa intuición de un futuro próximo" . En él se alejaba por primera - y casi única - vez de las canciones y cuentos tradicionales recogidos en su discografía para musicar la obra del que entonces era un poeta novel: sí, Luis Díaz Viana.


Durante largo tiempo he perseguido esta grabación. Yo soy un lector voraz - más de ficción antes, más de ensayo ahora - pero debo reconocer, y no me averguenza, que a la Poesía he llegado a través de la música; y una de las primeras veces que sentí la fuerza de ese "lugar extraño de donde viene la Poesía" - dice bien Cohen - fue con el segundo corte de este elepé:


Ábreme tu puerta, nadie nos verá:
necesito de tu amor esta noche.
No sabes nada de mi, sólo mi nombre,
y puede que mi nombre no sea verdad;
pero ábreme tu puerta, nadie nos verá:
necesito de tu amor ,
necesito de tu amor esta noche.

¿Qué más puedo decirte, que el camino
se llevo mis verdaderas ilusiones?
¿Que traigo mi verdad vieja y cansada
por la absurda fiereza de los hombres?
No, solamente te diré:
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.

No me importan cuántas fueron las bocas
que aprendieron a ser fuego entre tus labios,
ni me preguntes cuáles fueron los ojos
que a mirar tan tristemente me enseñaron.
No, solamente te diré:
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.

No me importan los ojos ni los labios,
te amaré como si fuera al fin la muerte
y no el sol quien mañana nos despierte,
como si fuera este nuestro último goce.
Para llenar mi abismo con tu cuerpo
necesito de tu amor,
necesito de tu amor esta noche.



Letra: Luis Díaz Viana - Música y voz: Joaquín Díaz


Recientemente conseguí el disco. Para mí, este poema mantiene el mismo poder que cuando lo descubrí.  No puedo ser objetivo, claro: en mi memoria particular sigue ahí, en la estantería del Big Bang, junto a Aullido y las Coplas por la muerte de su padre.
1. Fotos: Zamora bajo la lluvia
2. Ésta va para El Tejón que salió de su cueva... pero se quedó en la puerta donde empiezan otros caminos. Sé que volverá para recorrerlos, porque los ha visto... y porque están ahí. Para mis nuevos viejos amigos J. y M. ¡Abrazos!


6 abr 2011

Carácter, de Manuel Llano (1 de 2)


Descubrió un nido de cuervos en un saliente puntiagudo de una peña, debajo de unos arbustos, en el fondo de una hoz, larga y estrecha. Un contento extraño le brincó en el corazón. Un contento más profundo que el que sentía en el pueblo cuando encontraba un nido de pinzones o de rentinas bulliciosas en una ramita, en una zarzamora, entre las hojas de unos mimbres blancos.

Todas las mañanas, poco después del alba, deja la braña  y corre hacia la hoz. Todas las mañanitas, todas las mañanitas saltando por los brezos llenos de rocío. Cada amanecer le traía a la memoria el pico negro del cuervo, moviéndose inquieto, receloso, en el borde del nial. Y el rebullir de los pequeños corvatos que ya pronto tendrían todas las plumas de las alas y se echarían a volar detrás de los sus padres por los caminitos del cielo. Este pensamiento le llena de tristeza y le hace caminar más de prisa, con muchísima impaciencia. El vaquero se ríe de él y le cuenta mentiras de los azores, de los milanos, de las águilas. Una vez el pico de un azor sacó los ojos a una vaca porque el amo de la res le desbarató el nido. Otra vez un milano picoteó furiosamente los carrillos de un cabrero mientras dormía a la sombra de un árbol, porque una tarde le tiró con el palo cuando descansaba del vuelo en la quima gorda de un roble. Todas las noches le cuenta el vaquero enfados bárbaros de las águilas, de los cárabos, de los milanos. Pero él se duerme tranquilamente con mucha serenidad.


Cuando los pájaros salen a ganarse la vida se refresca los sentidos en un remanso del torrente y empieza a caminar por entre los escajos llenos de rocío. Se va acercando la fecha en que los pájaros nuevos comienzan a volar. Ya maduran las fresas silvestres. Ya hay bulla de golondrinas en los aleros, en los portales de las iglesias, en los campanarios, en las cercas del valle. Unos soles más y los corvatuelos desaparecerán de la peña para aprender a dar picotazos en las crestas de las gallinas, en las cabecitas de los tordos y de los ruiseñores, en los ojos de las corderas. Estos pensamientos mortifican el ánimo del niño. Le dice al vaquero que quiere permanecer todo el día al pie del saliente puntiagudo de la peña, cerca del nial. Y el vaquero vuelve a relatarle iras memorables de las aves de rapiña. Picoteando la cara de las vacas, los párpados de los hombres dormidos, los ojos de las ovejas. Refresca los sentidos en el remanso del torrente y a los pocos instantes está en la hoz. El aire juega con las cogullas de los espinos, con las hojas brillantes y crespas de los acebos, con las fores amarillas de los escajos, tan apretados, tan verdes…


El pico del cuervo está apoyado en el borde del nial, como siempre, inquieto y receloso. Después eriza el plumaje, se estremece repentinamente, abre las alas y las vuelve a cerrar, tiembla de nuevo y otra vez levanta las grandes alas como para echar a volar. El niño está escondido y mira al saliente de la roca, inmóvil, sin hacer ruido con las ramitas, encogido, como si estuviera esperando a que pasara un peligro. Una sombra corre por el suelo de la hoz, por las hojas de los arbustos, de las yedras, de los acebales. El sarruján contempla a otro cuervo que se posa a la vera del nido. El que estaba en el nial sale volando y la sombra de sus alas corre también por el suelo verde de la hoz, por las hojas de los acebales, de los espinos, de las yedras. Así se pasa todo el día. Viene la hembra y marcha el padre. Regresa el cuervo y sale la madre. Nunca se queda el nido solo. Cada vez que vuelve uno de los cuervos, las crías arman un gran alboroto y buscan con los picos abiertos el pico de los padres. Impaciencias del muchacho que ve alejarse la posibilidad de llevar las crías a la choza para domesticarlas y que sean como palomas negras en el campo de la braña. Desde su escondite ve declinar al Sol relumbrando. Y piensa que aquellas nubes que ahora están coloradas, antes eran negras y le parecían los mantos de todas las viejas que se han muerto. Los pájaros cantan tranquilamente los cantos de la tarde… Cuando regresa a la majada se encuentra con la risa del vaquero, que vuelve a relatarle todos los destrozos que hicieron los milanos y las águilas en los carrillos de los pastores…


Esta mañana sucede algo extraño en el nido. Los pequeños corvatos no cesan de chillar. El pico del cuervo se mueve con más rapidez de un lado a otro del redondel del nial. De vez en cuando da fuertes aletazos como si quisiera atemorizar a los hijos y contener su incesante rebullicio. Cada aletazo acalla los chillidos de las crías. Pero pronto empiezan otra vez con más estrépito, hasta que un nuevo aletazo, más fuerte, más violento, impone silencio y quietud en el hoyito caliente del nido. Después la cabeza
del cuervo se estremece y su pico no cesa de moverse en el borde del nial. Otras mañanas antes de que el Sol ilumine aquella ramita torcida del espinar, ya había regresado un cuervo y se había ido el otro, se habían relevado unas cuantas veces, y los corvatuelos estaban muy apaciguados, como dormidos. Hoy sucede algo extraño en la vida de estas aves. No cesan los chillidos. Ya no bastan los aletazos para contener la algazara furiosa de los pequeños cuervos, que empiezan a picotear en las plumas del cuervo grande, primero con golpecitos débiles, muy lentos, cautelosos; después con más saña, con más prisa, con más energía. Los aletazos persistentes del cuervo son ineficaces. Tiene él también que picotear en las alas tiernecitas, tiene que mostrar su enfado removiéndose con coraje. Breve rato de tregua. Las crías se quedan quietas, amedrentadas, silenciosas. Pero pronto recomienza su rebeldía con un afán más ruidoso. Los picos vuelven a querer clavarse en la carne dura del cuervo. Éste contesta con rabia, eriza las plumas, picotea con enfado. Los hijos chillan de dolor. Después parece que se arrepiente y se deja maltratar inmóvil, con los ojos cerrados y las alas muy apretadas. Piensa el sarruján que ha salido el otro cuervo muy de mañana, a buscar alimento para los hijos como todos los días. Las crías tienen hambre y el cuervo no acaba de volver. Por eso se impacientan y chillan y dan golpecitos en las alas del padre o de la madre que guarda el nido y no se atreve a dejarlo solo. Y cuando está pensando en estas cosas, ve que el cuervo, sin esperar a que regrese el otro, abandona el nido, volando hacia el poniente, con mucha furia en las alas, desesperado, como un hombre bueno que va a robar para que no lloren sus hijos hambrientos…


Las manos del niño se agarran a los salientes picudos y remellados de la peña. Es fácil llegar al nido por estos escalones naturales, llenos de grietas, de arrugas y de hoyitos. Una gran alegría llena el cuenco de su ánimo. Faltan cuatro o cinco salientes de roca para alcanzar el nido. Ya ve sus palos y sus yerbas secas, debajo de los arbustos. Le caen de la frente abundantes gotitas de sudor y sus carrillos están colorados. Ya le faltan dos salientes, el uno picudo y estrecho, el otro ancho y lago con manchas pequeñas de musgo. La hoz se ha quedado sombría en la parte que mira al oriente. Y la peña está iluminada de sol, la piedra está cliente y las yedras rebrillan. El último escalón abrupto, largo, de bordes remellados, porosos… Y los palos cruzados, secos del nial, con sus hierbas, con las cabecitas negras de los cuervos…


Pueden encontrar la segunda parte de este relato en el blog "La Cueva del Tasugo"


Una entrada conjunta de La Cueva del Tasugo / Días en Sanabria
Texto: Manuel Llano. La Braña, 1934


Estimados amigos:

Debo anunciar una parada técnica: me falta tiempo y todavía me va a faltar más. Espero poder seguir asomándome por sus espacios, porque éste de los blogs es un mundo que me gusta como el primer día. Intentaré dejar alguna huella de vez en cuando y mantener algún canal abierto. No paro por falta de ganas, de cosas que contar o de interés: creo que los que me conocen estarán de acuerdo. He disfrutado cada uno de estos días y espero volver.  Esto no es un adiós.

Un abrazo para todos.

28 dic 2010

Peregrinos por Sanabria, 1612


"Febrero 17, Viernes. Bajo el furor de un aire muy frío salimos de Zamora y por no acertar bien el camino lo perdimos dos veces y en un lugarejo salió un hombre metido en un zamarrón y preguntó si estábamos desterrados caminando con tal día. Todos los ríos, arroyos y charcos estaban helados. Fuimos al gran río Esla que viene de las montañas de León y lo pasamos por barca. De allí tarde llegamos a Carbajales, nos faltaba ya el vigor para aguantar tanto frío y aire, allí nos reparamos y habiendo pasado por el pueblo de Vega la Trave, que está asentado en la ribera de un río que estaba en partes todo helado, ya muy tarde llegamos a Valer, ruin lugar entre peñas, mala posada y peor abrigo y ninguna cama, lo pasamos mal aquella noche, con mucho frío y en un medio pajar o caballeriza.


18, Sábado. Fuimos a Mair [Mahide], mejor pueblo que Valer y mejor proveído, y de allí a Robledo y ya tarde a la Puebla de Sanabria, que está en un alto con sus murallas y abajo un hermoso río con su puente. Allí fuimos a hospedarnos a casa de Juan de Dios, debe de ser del Saturno u otro que fuese mesonero. Aquí hay aduana y en ella hubiéramos de tener pesadumbre sobre el registro de las cabalgaduras que ha de hacerse antes de apearse, y también porque es el último lugar de Castilla.


19, Domingo. Amaneció nublado y algo mollisnando. Salimos a las diez, con tanto miedo como si fueramos a entrar en el golfo. Cuando llegamos al lugar de Requexo, primero de Galicia; no habiendo nevado antes comenzó a nevar bonicamente, pasamos aprisa hasta Lubián, subiendo al puerto de Padornelo y fuimos con gran prisa y trabajo de la ventisca y nieve que iba cubriendo el camino, ayudándonos la guía y también las carretas y arrieros que iban pasando el puerto y con esta tormenta lo pasamos medio a la posta y llegamos al Padornelo que es buen lugar y subimos otro puerto, de la Canda de la misma suerte con gran nieve y no menos viento a la villa Vella [Vilavella], ribera de un río, con sus molinos y pasamos adelante por aquellas montañas todas pobladas de lugaricos, y ya muy de noche, muy helados y mojados llegamos al Pereiro, siete leguas de la Puebla que son más que nueve porque las leguas de Galicia son mayores que las de que son en Andalucía [...]"


Este texto pertenece a un documento conservado en el archivo catedralicio de Granada. Refleja el diario de un viaje de peregrinación realizado por un grupo de religiosos andaluces hasta Compostela siguiendo la Vía de la Plata y la variante sanabresa en los primeros años del S.XVII (posiblemente en 1612). Es uno de los testimonios más antiguos de esta variante de los que se tiene noticia.El profesor Julio Rubio Lapaz ha identificado como autor del mismo al canónigo Bernardo de Aldrete, un destacado filólogo en su época y que también fue reconocido como historiador, arqueólogo y gramático.


Su relato es rico en descripciones, datos etnográficos y referencias a costumbres... salvo cuando se interna en nuestras tierras, no se sabe si por la prisa por pasar a Galicia o por las calamidades que el invierno les regaló: leyendo el texto se palpa la irritación -y la prisa - del peregrino. La aduana a la que hace referencia en Puebla fue establecida en tiempos de Felipe II y no por ser la última plaza de Castilla, si no por las mercancías que del puerto de Vigo seguían este camino hacia la meseta. El canónigo también identifica Requejo como primer pueblo de Galicia: no tengo muy clara la división territorial en ese momento ( la división provincial más o menos como la conocemos hoy es bastante posterior), pero dudo mucho que así fuera.


Varias veces hemos hablado en el blog sobre los caminos hacia la capital. Lamentablemente, este texto no nos saca de dudas en un punto crucial ya que no entra en detalle al narrar el trayecto desde Mahíde hasta Robledo. Si introduces la ruta en Google Maps  te recomienda (en este siglo) el camino a San Pedro de las Herrerías, Boya, Cional y desde allí en paralelo al río Tera (que, por cierto, fue una de las posibilidades que se barajaron para la carretera N-525). Yo sin embargo pienso que debió seguir la cañada que pasa por las cercanías de Mahide hasta Flechas y de ahí cruzar los altos de la Culebra hasta Linarejos. Esta opción deja de lado el puente sobre el arroyo de los Infiernos de San Martín de los Cuérragos, que, sigo pensando, debió de tener gran importancia en esa época. ¿O tal vez se construyó para favorecer otro camino que viniese desde Río Manzanas bordeando la frontera? Y queda, todavía, otra tercera alternativa: que el grupo siguiese el paso por donde más tarde se tendió la línea férrea, desde San Pedro a Robledo atravesando entre Linarejos y Pedroso. En fin, si alguien puede aportar más información será bienvenida.

Y una última nota: la descripción del paso de las Portillas de Padornelo y la Canda, en pleno febrero y bajo la nieve, y aún así con tráfico de arrieros y caminantes, creo que puede sembrar algunas dudas sobre la interpretación de Kruger (tres siglos después) sobre la estanqueidad de la frontera entre provincias. Yo pienso que la comunicación fue contínua y no sólo por este trayecto, si no a través de otros muchos pasos de la sierra Segundera. Pero éste, claro, es otro tema.


Las fotos corresponden a la iglesia de Santa Marta de Tera - por donde no pasó el grupo de Bernardo -, una joya del románico en la vecina comarca de Los Valles que alberga la más antigua imagen conocida de Santiago ataviado con los símbolos del peregrino.


Fuente: Julio Rubio Lapaz. Revista Compostellanum. Universidad de Santiago, 1993