Vistos desde la Peña del Castro, el embalse de Valparaiso es apenas un charquito y Villardeciervos un puñado de casas en la llanura de la Carballeda. Los primeros cervatos - tal es el gentilicio informal de los nacidos en la villa - vivieron aquí, en el alto, con toda la región a sus pies y pendientes de quién iba y quién venía para conservar hacienda y linaje. Poco a poco los tiempos se fueron haciendo más apacibles y el pueblo bajó al llano. Los romanos hicieron pasar por las inmediaciones una de sus calzadas (la Vía Augusta XVII) y, posiblemente, el comercio generado trajo una de las primeras épocas de esplendor a la comarca. Hoy quedan como testigos huellas del trabajo en las herrerías, restos de villas campestres y un puñado de leyendas sobre túneles que atraviesan de parte a parte la Sierra de la Culebra - posiblemente, originadas por las minas de entonces.
En la Edad Media esta fue tierra de frontera y razias. Alguna de las Ordenes Militares que camparon por la región - no está claro cuál de ellas - posiblemente fue la constructora de la Casa Fortificada, de la que quedan restos junto a la iglesia. El pueblo cayó después bajo el poder de los Condes de Benavente, lo que originó no pocos pleitos y trifulcas por - llamésmolo así - contundentes diferencias de opinión. Seguro que la hoy conocida como Casa de la Inquisición tuvo bastante faena, aparte de la atención que prestase al destacable barrio judío.
El XIX fue un gran siglo para Villardeciervos. Los cervatos se batieron con distinción en las guerras contra los franceses primero y contra los portugueses después, lo que les valió el derecho a lucir un bonito distintivo real y, más a lo práctico, el título de Villa. Aunque no empezaron con buen pie: una epidemia de colera diezmó la población allá por los años 30. Sólo después de superarla pudieron dedicar su talante batallador al comercio y salieron a recorrer los caminos de la Meseta, de Galicia y de Portugal. A este último mercado las autoridades lo consideraron contrabando y provocó sonados enfrentamientos: contaban los mayores que en una ocasión se llegó a retener y desarmar a toda una compañía de guardias que habían enviado desde la capital para tratar de poner un poco de orden. Algunas familias - cuyos apellidos no son los que figuran en los numerosos procedimientos que se guardan en los archivos - consiguieron reunir importantes capitales y dieron el salto a la política. La villa intentó incluso arrebatarle a Puebla la titularidad del Partido Judicial de la comarca, y faltó muy poco. De esa época datan la mayoría de los caserios de piedra que aún hoy muestran las riquezas invertidas.
Los historiadores afirman que este éxito comercial trajo consigo las semillas de la decadencia. Los comerciantes abrieron almacenes y oficinas en las ciudades y sus hijos se fueron a vivir a ellas para controlar los negocios más cerca del consumidor final. La tercera generación ya no volvió al pueblo, en todo caso como residencia veraniega. Lo cierto es que, hoy por hoy, gran parte de la actividad de Villardeciervos se centra en el turismo (cinegético y de naturaleza) más que en el comercio de antaño. Lejos quedan los tiempos de la "Recua del millón", una de las hazañas más sonadas de los viejos contrabandistas de la que todavía se habla (poco, eso sí: el contrabando siempre era cosa de "el pueblo de al lado", no del propio.)