A unos cuarenta kilómetros de Puebla se encuentra la ciudad de Bragança, capital de la región portuguesa de Tras os Montes. Es esta una comarca hermana de la sanabresa: la Raya nunca ha sido un muro infranqueable y las relaciones, no sólo comerciales, entre uno y otro lado fluyen con naturalidad. Cierto que en tiempos pasados también se vivieron duros enfrentamientos por cuestiones fronterizas y de los castillos de ambas villas salieron no pocas partidas militares dispuestas a causar el mayor estrago al enemigo - y algún día leeremos algo al respecto -, pero hoy las dos fortalezas se dedican a fines más pacíficos, como dos jubilados entretenidos en aficiones adecuadas a su edad. Y como a otros jubilados, al castillo portugués le gusta contar la leyenda protagonizada por una de sus muchas torres:
Cuando la ciudad de Bragança era todavía una pequeña aldea llamada
Benquerença vivía allí una bella y huerfana princesa con su tío, el señor del castillo. La princesa se había enamorado de un guerrero valeroso, pero más pobre que una rata - y quizás de origen judio. Éste, que también la amaba con pasión, decidió partir en busca de fortuna, prometiendo regresar en cuanto fuera digno de pedirla en matrimonio. Los años fueron pasando y la princesa rechazó cuantos pretendientes trataron de pedir su mano, con lo que la impaciencia de su tío, de temperamento sanguineo y feroz, aumentaba día tras día hasta que decidió casarla, a buenas o a malas, con un caballero amigo suyo de gran riqueza. Pero dicen que el mismo día en que fueron presentados, la joven princesa confesó al caballero que su corazón pertenecía a otro, al guerrero que salió en busca de fortuna diez años atrás y al que ella estaba dispuesta a esperar hasta el fin de sus días. Su tío montó en cólera y en ese mismo momento juró venganza.
Al cabo de pocas noches, cuando una horrible tormenta azotaba la aldea de Benquerença, el señor del castillo se disfrazó de fantasma y se introdujo en los aposentos de su sobrina. "
¡Ah, soberbia! ¡Ah, pecadora!" - gritó con voz espectral - "
Has de saber que aquel al que dices amar murió ya hace más de cinco años y, como castigo a tu empecinamiento, si antes de dos semanas no has contraído matrimonio con el caballero Don Luiz, tu alma quedará condenada a los fuegos del infierno para toda la eternidad" Y cuentan que ya el tío estaba a punto de obligarla a jurar sobre el evangelio, cuando otra de las puertas se abrió y ¡oh, milagro!: a través de la galerna, en la plenitud de la noche, un rayo de sol atravesó la habitación y se desubrió el engaño.
A partir de entonces el viejo señor, impresionado por aquel rayo de sol milagroso, nunca más trató de forzar la voluntad de su sobrina y ella se retiró a una de las torres del castillo. Hay quien dice que allí permaneció hasta el fin de sus días, como había prometido, pues su amado nunca regresó. Otros afirman que sí, que volvió una noche y juntos huyeron en un caballo veloz... Lo único cierto es que, aún a día de hoy, las dos puertas del milagro son conocidas como
Puerta de la Traición la una y
Puerta del Sol la otra; y la torre donde ella vivió, enfrente pero alejada de la del Homenaje, es la muy admirada
Torre de la Princesa.