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8 feb 2014

Un Pantano sobre el Lago. 2: Respuesta y Desenlace

(Viene de aquí


En realidad, el primero en conseguir una concesión del nuevo régimen había sido el empresario madrileño Ángel Jiménez Palma en 1942, con un proyecto de encargo propio similar al publicado por Oliver, ya que suponía el aprovechamiento del cauce desde la sierra hasta Puebla. Es su trabajo el que despierta el interés de las grandes eléctricas. Se suceden entonces años confusos, de guerra empresarial abierta y mercadeo de influencias; también de exigencias de “mayor rigor” en los proyectos por cuenta de la C.H.D., de la que se puede afirmar que, entonces sí, intentó cumplir con su papel de garante de las aguas. Finalmente, el Gobierno limita la concesión de Jiménez a la cuenca alta y él vende sus derechos a Hidroeléctrica Moncabril, que recupera el proyecto de Oliver y además contrata al propio ingeniero para diseñar una ampliación – por diferencias entre el estiaje disponible y los caudales concedidos, según se publica en la Revista de Obras Publicas - con otros tres embalses de cabecera. Todavía habrá otra ampliación más, firmada por los hermanos Gabriel y Francisco Barceló, hasta incluir el sistema de presas completo formado por Puente Porto, Playa, Cárdena, Garandones, Vega de Conde y Vega de Tera. Moncabril se pone a construir de inmediato, a un ritmo infernal.


Mientras tanto, Ideam y Saltos del Duero, ante su situación de empate técnico y con el temor de ver aparecer en escena otra compañía que aproveche sus esfuerzos, consiguen en 1952 firmar un acuerdo – con el beneplácito del gobierno – para repartirse el resto del caudal: Ideam se queda con el tramo desde el Lago hasta Puebla y Saltos con la continuación del río.

NO-DO del 06/04/1953 (Ver en la web de rtve.es minuto 00:29)

Ideam - que, a su vez, tenía formalizado un acuerdo previo con Elsa (Eléctricas Leonesas, S.A.) - también quiere construir cuanto antes, pero entonces se encuentra con la oposición frontal de los ribereños: en plena dictadura franquista, los sanabreses de la época – nuestros padres, nuestros abuelos – mostraron el coraje necesario para echarse a la calle y defender el Lago. Y lograron el apoyo de periódicos como El Correo de Zamora, intelectuales como Menéndez Pidal, amantes de la naturaleza como la Asociación Montañera Zamorana y hasta la Unesco acabó por interesarse en el caso. La Administración, como tantas otras veces, se limitó a dejar pasar el tiempo y en 1958, una vez enfriados los ánimos, otorgó a Elsa – que se había deshecho de Ideam al comprar sus derechos - la concesión definitiva de las obras, con escasas modificaciones encaminadas a salvar un puñado de cultivos en Ribadelago y a entreabrir la puerta a un posible futuro turístico, algo cuya importancia había despreciado Ideam en informes previos. Las obras deberían comenzar en el plazo de tres meses desde su publicación en el BOE. Enseguida se abrieron algunos caminos y alzaron barracones para justificar ese comienzo.

Y entonces, la noche del 9 de enero de 1959 bramó la sierra: se partió la presa de Vega de Tera y la riada resultante arrasó el pueblo de Ribadelago. Se ha dicho a menudo que sólo los ciento cuarenta y cuatro muertos y desaparecidos en la catástrofe – víctimas, muchas más – fueron capaces de frenar el represamiento del Lago y es cierto; sin embargo conviene saber que inmediatamente después de la tragedia el Gobierno apremió a Elsa – y hay correspondencia oficial que lo atestigua – para conocer sus planes sobre la ejecución de las obras. Pese a todo, el proyecto acabó diluyéndose principalmente por la necesidad de la dictadura de desviar el foco de atención ante una situación vergonzosa a la que no era del todo ajena, pero también por la pérdida del apoyo de la opinión pública a las construcciones faraónicas de las eléctricas, que hasta entonces había aplaudido con asombro. “El proyecto definitivo y el subsiguiente plan de obras no están ultimados. La Sociedad [Elsa], con el mejor deseo de colaborar con los planes gubernamentales, ordena que se traslade al gobernador civil de la provincia el deseo de que el Instituto Nacional de Colonización – atareado en la recuperación del terreno de labor – realice su proyecto sin tener en consideración las futuras obras que el aprovechamiento hidroeléctrico pueda requerir, con lo cual se puede resolver el problema social y agrario presente y, en su día, si fuese preciso, ya indemnizará la empresa, generosamente, los terrenos que en la medida mínima posible pudieran quedar afectados”.  En los primeros años de la nueva década, el Lago pudo considerarse a salvo.

Las autoridades inspeccionan el lugar del desastre. Hemeroteca ABC

¿Y el resto del río Tera? Pues, a pesar de quedar también hibernados durante un tiempo, los proyectos no fueron abandonados: en 1969 se inauguró el embalse de Cernadilla, al que después siguieron el de Valparaiso y el de Nª. Sª. Del Agavanzal. El impacto que han supuesto en la comarca puede verse con total claridad al comparar los mapas del IGN de 1946 y 2003:



Pd. Anterior – o al menos contemporáneo – al proyecto inicial de Oliver existe otro, obra de José Alonso, que planteaba una presa en Aguas Cernidas, en los montes de San Martín y Terroso – uno de los lugares más bellos de la Sanabria desconocida. Afortunadamente cayó en el olvido.



Bibliografía:
  • La Energía Eléctrica, nº 13 al 19, 1919
  • Revista de Obras Públicas, nº 76, 92 y 93 (1919) y Mayo de 1951
  • Hispagua
  • Embalses.net
  • Hojas del Furueto nº1 (2000)
  • 9 ene 1959 00h24 Ribadelago (2008) Museo Etnográfico de Castilla y León
  • Ribadelago, la tragedia de Vega de Tera. J.A. García Díez (2001) Ed. A. Saavedra – y varios artículos del mismo autor para La Opinión de Zamora. García Díez es, posiblemente, el autor que más y mejor ha escrito sobre la rotura de Vega de Tera, todos sus antecedentes y consecuencias. Estas entradas son en gran medida un pálido reflejo de su trabajo.

10 mar 2013

Un puente para La Carballeda, 1910 (Actualizado)


Ya hablamos en una anterior entrada del trabajo que le costó a Puebla conseguir un puente tras las riada de 1909. Pues bien, en aquellas mismas fechas, Codesal y La Carballeda estaban empeñados en una campaña similar... sólo que "su" puente - reconozco que ésta es la primera referencia que tengo - parecía llevar bastante más tiempo derruido.


  "En la provincia de Zamora, partido judicial de Puebla de Sanabria, hay una comarca que se llama Carballeda. El pueblo más importante de ella, Codesal,es uno de esos burgos que casi no figuran en el mapa, y que, aislados del resto de la provincia y de toda la Nación, viven una vida vegetativa y monótona, y sólo saben del Estado y de sus obras, gracias al sorteo de quintos y a la visita del recaudador de contribuciones. Carballeda encuéntrase separada de todo camino vecinal por un río, bastante ancho, y famoso en la provincia por sus desbordamientos. Este río es el Tera. Desde hace muchísimo tiempo, los carballedinos vienen solicitando que el Estado construya un puente sobre el citado río, frontera de la abandonada comarca. Lo han pedido a diputados y senadores y periódicos. Han dicho a estos últimos, en conmovedoras cartas, escritas por algún médico ó algún sacerdote, que es inicuo se condene a miles de españoles a un aislamiento embrutecedor, ya que sólo la comunicación, el intercambio de ideas y productos, puede civilizar a estas regiones sin ventura, donde un ruralismo salvaje impide todo progreso y toda solidaridad beneficiosa. Nadie les escuchó. Si acaso, algún diario provinciano dedicó a sus quejas una gacetilla inútil. 
Llegaron las inundaciones. El Tera desbordóse, y las dos barcas de que servíanse ordinariamente los carballedinos fueron arrastradas muy lejos por sus aguas fangosas. Y cuando volvió la normalidad, y la inundación retiróse de los campos que cubriera de légamo, los habitantes de la aislada comarca se reunieron en la orilla del río y miraron con espanto a las tierras que se extendían tras aquel foso abierto entre ellos y España. Detrás no había un camino ni un sendero ni otra cosa que barrancos, matorrales y cerros. Delante estaba el río, ancho, rápido y profundo, ensoberbecido aún por su victoria sobre los diques naturales que fabricara en largos siglos de falsa mansedumbre. Ni puente ni barca. ¿Cómo pedir socorro? ¿Cómo decir al Gobierno, a España entera, que la inundación les había reducido a la miseria? Hicieron una balsa, y uno de ellos, el más atrevido o el más indignado, aventuróse sobre sus tablas y llegó a la otra orilla del río. Mientras volvía, algunos otros tantearon vados, plantaron estacas y emplearon los mismos medios que emplean los indios del Amazonas cuando se encuentran ante uno de los tributarios del río más grande del mundo y necesitan pasarlo para seguir su viaje. Si, amigos. Los carballedinos pueden haberse la ilusión de que viven en el corazón de la América española, o en las inmensas soledades de la Colombia británica. La civilización no ha llegado hasta ellos. Abandonados a sí mismos, han de oficiar de Robínsones en la isla. Sin embargo, figuran en el Censo y en el empadronamiento general, y contribuyen, sin enterarse probablemente, a la elección de un diputado provincial y de un mandatario con asiento en el Congreso.  [...]

Los carballedinos, en vista de que no les construyen un puente, ni les procuran barcas, ni les remedian en sus desgracias, pasan el río en balsas o por vados, pero no vuelven a la comarca donde  nacieron. Se van a América, y sus pueblecillos quedan desiertos. Como nadie les compra las casuchas, las cierran con llave y las abandonan. Dicen por ahí que ahora van a cambiar las cosas, que tenemos un Gobierno deseoso de hacer obras buenas y perdurables, que la España rural se regenerará gracias a las iniciativas de los que empuñan el timón de la nave patria. Pues oigan esos bien intencionados, si es que los menesteres electorales de estos días les dejan tiempo para ocuparse de cuestiones serias: en España hay muchas, muchísimas Carballedas. Son, en el mapa, como negros borrones indicadores de nuestra nacional incuria. Hay que incorporarlas al siglo por medio de caminos, puentes y líneas férreas. Hay que hacerlas salir de sus rincones y demostrarlas que el Estado es otra cosa que un gigantesco cilindro exprimidor de contribuyentes. Y luego hay que limpiarlas, con agua y con escuelas. Limpiarlas con amorosa adustez, con severidad misericordiosa, ocultando, tras el gesto duro, el corazón compasivo y blando. Caminos, agua y escuelas. Sin esas tres cosas, escalonadas por el orden en que escribo sus nombres, España seguirá siendo una inmensa Carballeda"
Fabián Vidal. La Correspondencia de España, 21 de Febrero de 1910
Esgrafiado Popular

Menos de dos meses después el columnista vuelve a ocuparse del asunto con ocasión de un telegrama enviado al Gobierno ("que, probablemente, no atenderá" - escribe) por la asamblea de alcaldes de la zona. En su artículo transcribe varios párrafos de una "larga epístola de un carballedino": 
 "«Esta comarca - me escribe mi amigo - era antes rica y próspera. No se conocía la emigración en ella. Había fábricas de blanqueo y elaboración de cera, manufacturas de tejido de lino, comercios importantes que hacían muchos negocios con las poblaciones portuguesas. Pero todo este bienestar desapareció en pocos años. El río Tera se ha convertido en nuestra ruina. Sus aguas se llevaron el puente construido sobre él hace varios siglos, y todos los pueblos de Carballeda quedaron casi aislados del resto del mundo. El aislamiento mató las industrias, hizo quebrar los comercios y obligó a los carballedinos a reconcentrar todos sus esfuerzos en la agricultura y la ganadería. Mas entonces surgió otro problema ¿Dónde serían vendidas las cosechas y las lanas? Para vadear el Tera es preciso recorrer 23 kilómetros de un camino casi intransitable. Ni una carretera, ni un ferrocarril atraviesan la región. Desde que las aguas se llevaron el puente millares de familias vegetan en la miseria, sin más relación con España que la visita del recaudador de tributos y las comunicaciones de la zona relativas al sorteo de los mozos. Sucede con gran frecuencia que el recaudador, en un pueblo, no puede cobrar, porque nadie tiene dinero. Presenta su recibo y quieren pagárselo con unas fanegas de centeno. Falta el numerario casi en absoluto. ¿Y cómo no va a faltar si no hay industria ni comercio por la carencia de vías de comunicación? 

Aquí, en los meses del invierno, las gentes se mueren sin asistencia facultativa, porque el médico más próximo está al otro lado del río y es imposible vadear éste cuando trae crecida. Aquí, el vecino que no amasa debe resignarse a la falta de pan en diez ó doce días, porque el panadero no se muestra propicio recorrer cinco leguas de pésimos senderos y a vadear después el río con peligro de su vida. Aquí, en los meses del invierno, ocho de cada año, no recibimos cartas ni periódicos durante semanas enteras y no nos enteramos, sino es por casualidad, de los cambios de política. Naturalmente, la miseria originada por la incomunicación en que vivimos obliga a emigrar a la juventud, que nos abandona en masa, dirigiéndose a los países americanos. Sólo van quedando los viejos y los niños, amén de las mujeres, y se morirían de hambre si no fuese porque de vez en cuando llegan a Zamora y a Puebla de Sanabria giros enviados por los emigrantes, que lejos de su patria encontraran pan y ambiente propicio para desarrollar sus iniciativas. 
 ¿Es que no somos españoles los carballedinos? ¿No damos nuestros hijos al Ejército y nuestras pobres cosechas al fisco que viene periódicamente a embargarnos, inexorable? Muy cerca de nosotros está la frontera. Y el Gobierno portugués atiende a los moradores de los pueblos suyos que junto a la misma se alzan, abriendo caminos, construyendo escuelas y procediendo de un modo que contrasta dolorosamente con la desidia de quienes desde Madrid dicen que administran a España.»"
La Correspondencia de España, 16 de Abril de 1910


Esta vez las reclamaciones no fueron atendidas, o al menos no como hubiesen querido los carballedinos: lo que llegó fue la construcción de los embalses de Agavanzal, Valparaíso y Cernadilla, cuya presa es hoy el único paso habilitado sobre el Tera desde Rionegro hasta Puebla. A cambio quedaron sumergidos Manzanal de Abajo, Anta de Tera, la mitad de Sandín y gran parte de los mejores terrenos de los pueblos ribereños.


Ps. Las vías de comunicación obsoletas han supuesto el estrangulamiento económico de distintos puntos de nuestras comarcas. ¿Otro ejemplo? Porto, naturalmente. Con respecto a La Carballeda recomiendo a los interesados el libro "Villardeciervos de la Carballeda (Zamora): 1642-1857". Elías Vega (natural de Villanueva de Valrojo) refleja los años de expansión de la comarca durante el S.XIX, cuando a la pre existente tradición arriera se sumó el ímpetu de los veteranos de la Guerra de Independencia para desarrollar un auténtico foco de negocios, a menudo basados en el contrabando con Portugal. Pero este periodo de expansión traía en su propio éxito el germen del posterior declive: los principales magnates abrieron sucursales en Madrid o en Galicia para dirigir sus operaciones; sus hijos ya establecieron su residencia en esas sucursales y en la época de sus nietos se había perdido todo contacto con el que había sido el orígen de su negocio.

Actualización (13/03/2013)


La Asociación Cultural Las Raíces de Codesal (¡más de 25 años funcionando!) ha publicado un artículo que profundiza significativamente en esta historia. Les recomiendo leerlo en este enlace.